viernes, agosto 31, 2007

"Death Proof", de Quentin Tarantino

Igual que hay chalecos a prueba de balas, resulta que también existen los coches a prueba de muerte. De ahí, el título: si los fabricaran en serie todo el mundo compraría uno, aunque solo lo hubiera en negro y con una calavera pintada en el capó.
En la línea de sus últimas películas, los dos volúmenes de "Kill Bill", el director Quentin Tarantino vuelve a construir la trama alrededor de un hombre malo, psicópata asesino, y de una mujer que imparte justicia (mujeres en este caso), aunque para ello demuestre una falta absoluta de piedad y un infinito impulso homicida, a la medida de los actos del malvado. Ojo por ojo. Esta atracción fatal por el girl power más salvaje le lleva en este ocasión a cambiar las katanas y las artes marciales, por los típicos bólidos made in Detroit que aparecían en las películas americanas de los setenta: desde "Bullit" a "Los locos de Cannonball": la cosa es tener algo a mano para que los protagonistas se maten entre sí. La secuencia de la persecución es también un claro homenaje a aquellas películas, rodada sin ayudas digitales.
Para completar el revival se introducen fallos de celuloide en la proyección, cortes, perdidas de color (la copia era buena: primera sesión del día del estreno: nadie silbó a la cabina de proyección aunque alguno se quedará con ganas) y se le da el papel protagonista a Kurt Russell, contrapunto además al ingente grupo de chicas que sale en la película. El viejo Kurt tiene una larguísima carrera cinematográfica. Temprana estrella infantil reciclada en hombre de acción, hace aquí a la perfección de Stuntman Mike, al estilo de tipo duro Serpiente Plissken de "1997: Rescate en Nueva York" pero cambiando el parche en el ojo por una cicatriz en la cara (comento la actuación de Russell porque la de las actrices se comenta sola: muy guapas y muy buenas -actrices- sobre todo la especialista rubia Zoe Bell: se gana el sueldo sobradamente).
Se recrea a la perfección el ambiente del bar de Austin, donde hace un cameo el propio Tarantino, entre chupitos de bourbon Wild Turkey y discos en la jukebox. Creo que en la cinta se abusa de los típicos diálogos marca de la casa: demasiado intrascendentes: sobran un par de ellos. Llega un momento en que la cháchara te saca de la película (tengo un amigo que cuando le cuesta coger el sueño, le dice a su mujer que le cuente cosas de su cuñada y de su suegra: mejor que contar ovejas) y en realidad solo hay dos escenas de acción: los altibajos son más bajos que altos. Aún así resulta entretenida y algún pasaje te deja con la boca abierta (la escena del primer choque, donde se repite el impacto cuatro veces seguidas desde distintos ángulos, tiene un montaje sobrecogedor).
Con esta y "Planet Terror", que no he visto, supongo que se habrán terminado los homenajes a la serie B. O se habrá empezado una nueva moda, quién sabe.

"El festín de Babette", de Gabriel Axel

A un humilde pueblo de la costa danesa, en pleno siglo XIX, llega una exiliada francesa, Babette. Los habitantes del lugar forman una pequeña comunidad religiosa, una secta protestante muy puritana que lleva una existencia dura, acostumbrada al rigor del clima y a vivir apartada del menor lujo. Babette, que ha sufrido la perdida de sus familiares durante la época de la Comuna de París, se integra a la perfección en este recóndito rincón rural, conviviendo con dos solteronas que se dedican al cuidado de los ancianos y a rezar con sus vecinos, temerosos de Dios. Ella había sido un importante chef en sus años parisienses así que un día, después de haber ganado a la lotería, decide preparar un banquete lleno de delicias de la cocina francesa para obsequiar a sus amables anfitriones. Y aquí esta la clave de la película: el pecado de la gula. Los pobres invitados al festín, alimentados durante años a base de sopa de verduras, bacalao seco y pan de cerveza, consideran los manjares que les ofrece la francesa una incitación al pecado, un ejemplo de las tentaciones que les pueden conducir de cabeza a las calderas de Pedro Botero si se dejan caer en ellas.
La idea de la persona que irrumpe en una sociedad cerrada para alterar las estrictas normas de convivencia acatadas en paz durante años me ha recordado a la situación creada en "Dogville", de Lars Von Trier, donde la llegada del personaje de Grace (interpretada por Nicole Kidman: fantástica actuación, gran película) provoca que afloren los peores sentimientos de los habitantes de Dogville.
En este caso, la opípara cena va a producir el efecto contrario: los suculentos platos y los deliciosos vinos que van a pasar por el mantel, conseguirán ablandar al recio grupo de estrictos protestantes: el placer de los sentidos llevará al éxtasis del espíritu. La preparación del banquete, filmada con esmero, es un pequeño libro de cocina y algunas de las escenas, verdaderos bodegones de la pintura barroca.
La película también dedica un apartado a revisar las ocasiones perdidas, las encrucijadas que el ser humano encuentra en su vida y elegir un camino u otro siempre supone algún tipo de pérdida: queda el consuelo del valle de lágrimas y la ilusión de pasar a mejor vida: los sueños rotos.
Al final, el arte redentor en cualquiera de sus múltiples facetas, incluida la gastronomía, como una forma de eficaz de aportar felicidad y reafirmar la voluntad creadora del artista más allá de honores, reconocimientos o riquezas, por el simple placer de crear.

(Foto: profiteroles de remolacha y yogur del restaurante "El Bullí". Cortesía de El Especiero)

lunes, agosto 27, 2007

"Mi hermosa lavandería", de Stephen Frears

Conflictos (y amores) raciales en el marco de una lavandería de un barrio obrero londinense. Dos jóvenes mantienen una relación sentimental: uno es de procedencia pakistaní y quiere triunfar a toda costa, ya que su entorno familiar solo ansía la prosperidad en los negocios, aunque su riqueza sea fruto del delito; el otro es un inglés de clase obrera que le ha tocado vivir los duros años de crisis económica del thatcherismo de la primera mitad de los ochenta, años de paro, huelgas, cierre de minas y de fábricas: juventud desencantada, ociosa, sin salida: odio al inmigrante que progresa, que tiene negocios y al que se le suplica un puesto de trabajo: de esclavo a amo. Se invierte el orden de las clases sociales y la situación desemboca en violencia. Así que en la película no se acierta a descubrir si el escándalo esta en que la pareja sea del mismo sexo o de distinta raza. Primer gran papel de Daniel Day-Lewis. Sin apenas decir palabra en toda la película, borda su actuación. Ultimamente no trabaja mucho, en el cine claro, porque creo que hace unos zapatos formidables (al parecer incluso rechazó el papel de Aragorn en "El Señor de los Anillos").
El director Stephen Frears tiene una mirada muy aguda a la hora de insertar matices y puntos de vista muy astutos que diseccionan los aspectos más interesantes de las tramas de sus películas. De su obra me gustó mucho la comedía costumbrista "Café irlandés", los amores cortesanos de la aristocracia aburrida e intrigante de "Las amistades peligrosas" (donde descubrí a John Malkovich y Uma Thurman) y, como no, "The Queen", quizás su obra más lograda.

miércoles, agosto 15, 2007

"Roma", de Federico Fellini

"Fellini's Roma", su título inglés, indica sin rodeos de qué trata la película: la visión personal, personalísima, que el director tiene de la ciudad de Roma.
Comienza con la idealización del niño que escucha en la escuela hablar de historia antigua, del pasado de esplendor imperial, legendario: las frases de Julio Cesar, el mito fundacional de la loba que amamanta a Romulo y Remo (importante imagen felliniana). La familia entera que acude al cine (incluida la doméstica) y un plano contrapicado de la pantalla de cine vista desde la primera fila: cuando eramos niños la pantalla nos parecía aún más grande, colosal, y teníamos tendencia a colocarnos en las primeras filas: ahora nos costaría una tortícolis.
El primer viaje a Roma en los albores de la segunda guerra mundial, sitúa el centro de la nostalgia del director, los años felices del descubrimiento de la ciudad. La llegada en tren. La pensión llena de personajes estrambóticos. La cena en la calle entre vecinos, llena de gritos y algarabía: la alegría de vivir. Como colofón a este pasaje, una prostituta gorda entre las ruinas de los arrabales de la ciudad, señal de la perdida de la virginidad, de la inocencia.
La trama salta al momento del retorno a la ciudad treinta años después, la época actual para el año de realización de la película. En estilo documental, aparece el propio director, se accede a Roma por una autopista abarrotada, entre campos poblados de grúas y edificios en construcción. La lluvia, el humo, el barro, hacen que parezca un territorio de guerra, una advertencía al viajero que se adentra en terreno peligroso. Se puede interpretar como una dura crítica al crecimiento urbano caótico y esto quedará aún más patente cuando la cámara se introduzca en las obras del Metro, símbolo de la profanación de las raíces de Roma, de sus entrañas. Los obreros toparán con una antigua casa romana enterrada, un auténtico tesoro arqueológico con paredes llenas de magníficos frescos que se verán estropeados por el aire del exterior: la modernidad que rompe con la cultura tradicional, que no respeta las convenciones del pasado.
Tantas imágenes que merecen por si mismas una reflexión: el vodevil y sus actores aficionados y el público con su guirigay de gallinero; los ligues en el refugio antiaéreo; los burdeles para soldados de permiso que parecen manicomios y las casas de citas para generales y ministros, entre oropeles y terciopelo rojo; la decadencia de la aristocracia romana y el poder eclesiástico, Roma eterna, los auténticos reyes de Italia. Mención aparte merece el desfile de moda religiosa y su espectacular puesta en escena, la escena más característica de esta película: los curas en patines alcanzan antes la salvación: el mundo moderno debe adaptarse a la Iglesia, no al revés.
La riqueza inmensa de un cine extraordinario, audaz, lleno de sentido del humor y de simbolismo, sirve al director para enaltecer el pasado, su pasado, y mostrar su desilusión por el presente, su presente también ya que la película es del año 1972 y ahora los cosas son distintas. O no.

lunes, agosto 13, 2007

"Ratatouille", de Brad Bird

La historia del genio en la sombra o también del negro literario. En esta película es patente quién es el responsable de las extraordinarias recetas que asombran a los comensales del restaurante Gusteau's pero son muchas las ocasiones en las que es difícil distinguir la paternidad de la obra. Y me ha venido a la cabeza la reciente disputa entre Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga, director y guionista respectivamente de grandes películas como "Amores perros", "21 gramos" y "Babel". ¿Quién es realmente el autor de una película? ¿El director? ¿El guionista? ¿El actor protagonista? ¿El secundario que hace un gran papel, recibe un Oscar y saca una película del anonimato? (lo más justo, desde un punto de vista materialista, sería adjudicarle la película al productor, que para eso paga las facturas). No hay duda de que es un trabajo de grupo, solo hay que fijarse en las interminables listas de nombres que aparecen en los títulos de crédito. A diferencia de una novela o de un cuadro, que suelen ser tareas que se llevan a cabo en soledad (la soledad del artista), una producción cinematográfica moderna requiere de la participación de un ejercito de personas. Y si la victoria de Trafalgar se atribuye al almirante Nelson, que encima murió durante el combate, me parece justo que en el cine una película sea del director, el responsable de tomar las decisiones artísticas últimas que dan forma a lo que se va a ver en la pantalla. O así supongo que será en la mayoría de las ocasiones.
Brad Bird es director y a la vez guionista de "Ratatouille", así que supongo que no había ninguna rata tirándole de los pelos durante el rodaje (no se si es correcto llamar rodaje al periodo de tiempo durante el que se hace una película de animación: por extensión, lo usaremos: creo recordar que en "Monstruos S.A.", al acabar la filmación, se inventaban tomas falsas de los actores animados: muy divertido).
La compañía de animación Pixar es la reina indiscutible a la hora de realizar películas de dibujos animados generadas por ordenador, no solo por la calidad absolutamente perfecta de la imagen lograda, sino porque las historias que cuentan son originales e interesantes (no los revienta-clásicos que solía cometer Disney: ahora Pixar les pertenece por completo: la gallina de los huevos de oro). Y en este caso, la historia de la rata chef que despunta en la alta cocina, es una historia muy buena, muy recomendable. El éxito de los cocineros televisivos como Karlos Arguiñano, divulgadores de la alquimia de los fogones y las excelencias del perejil, o el prestigio enorme de Ferrán Adriá (ver el blog de El Especiero para más información sobre el chef de El Bullí) han acercado al gran público las caras de los protagonistas de las estrellas de la guía Michelín. Este película contribuye aún más a desmitificar el mundo de los menús a 300 euros (Anybody can cook, como dice el título del libro de cocina del minichef Remy). Pero también el mundillo malévolo de la crítica gastronómica y de cualquier otro tipo (del cine, por supuesto), con el personaje genial y arquetípico del crítico Anton Ego, frío y despiadado, que realiza una estupenda diatriba final contra la figura que el mismo representa.
Las roedores están de moda, en las pantallas de los cines y en los campos de Castilla, sin duda la película del verano.
Y la primera vez que Alicia ha ido al cine. Inolvidable.

viernes, agosto 10, 2007

"La noche de los girasoles", de Jorge Sánchez-Cabezudo

El precio de dar marcha atrás, de poder borrar de un plumazo las consecuencias del acto que nunca quisiéramos haber cometido. La violencia que se desata desnuda y que crea un punto de inflexión en la existencia del manso, del pacífico, del comedido, convirtiéndolo en un asesino impío. Se puede limpiar la sangre, esconder el cadáver, pero siempre quedará la culpa amarrada como una sanguijuela a la conciencia del culpable, más si, como es el caso, la víctima es un inocente, el cuerpo del delito que casualmente pasaba por allí.
Cine negro ambientado en la España rural que, como una especie de subgénero, suele contar historias de crímenes truculentos (hay otros ejemplos como "El séptimo día" de Carlos Saura, "Jarrapellejos" de Antonio Giménez Rico, "Pascual Duarte" de Ricardo Franco e incluso "El crimen de Cuenca" de Pilar Miró o, por qué no, "Los santos inocentes" de Mario Camus: grandes directores y alguna que otra obra maestra). Se introducen otros temas como el despoblamiento del campo, el tedio y la falta de oportunidades de la vida de los pueblos y, no podía faltar, los rencores y odios enconados entre vecinos de huerto.
La trama se aborda desde distintos puntos de vista de los personajes. El primero, el del verdadero criminal que en esta película actúa como Mac Guffin que desatará el resto de acontecimientos y el último, el del guardia civil que parece que va a resolver el caso pero que quedará atrapado en sus propios dilemas morales. Buenas actuaciones de excelentes actores y buen estreno para un director novel. La intriga se diluye un poco según avanza la película, puede que por cierta falta de ritmo o porque el desenlace final es un tanto ingenuo. Ese cabo de la guardia civil que haría morir de envidia al mismísimo Grissom del CSI de Las Vegas. Ese caimán.

miércoles, agosto 01, 2007

"El Séptimo Sello", de Ingmar Bergman

El caballero cruzado que juega al ajedrez con la muerte, sentados ambos entre las rocas de la costa del mar Báltico, en un atardecer apacible que alarga las sombras e ilumina los rostros. Escena clásica de la historia del cine, perteneciente a una película que cumple ahora cincuenta años y que la identifica aunque no la explique por completo. El juego solemne, lleno de gravedad, imagen tan poderosa, oculta otra parte de la trama mucho más mundana que transcurre entre amores pastoriles y bufonadas de juglares: los dos lados de la vida, conformados por tristezas y alegrías, aunque en la película predominen las primeras.
El guerrero retorna a su hogar tras pasar largos años luchando en un conflicto bélico sin sentido. Su fe empieza a quebrarse al sentir cerca el final de sus días, atormentado en la duda de la existencia de Dios, presencia intangible e inalcanzable que quizá no se trate más que del propio miedo a la muerte. La partida sabida perdida de antemano, será una excusa para ganar tiempo e intentar dilucidar sus inquietudes.
Se presentan sin ambigüedades todos los sufrimientos causados por el ideal cristiano del medievo: las sangrientas cruzadas, la quema de herejes, el dolor extremo de los penitentes, la identificación de la peste con la maldición divina. Si tanto sufrimiento no encuentra su justificación en la contemplación de Dios tras pasar el umbral de la muerte ¿de qué ha servido todo? Así, el escudero será el contrapunto pragmático y realista, como siempre, al ideal caballeresco: después no hay nada.
El director/escritor sueco plantea en esta película los problemas derivados de la fe más acusada con mano maestra, desde el profundo conocimiento de la religión y sin remilgos a su historia más cruenta. Murió hace dos días. Ya tiene la respuesta.

domingo, julio 15, 2007

"Takeshis´", de Takeshi Kitano

Takeshi Kitano, el director, se encuentra con Beat Takeshi, el actor. Trastorno bipolar de una figura acostumbrada a dirigirse a si mismo, artista poliédrico atrapado en su propia obra.
Ha obtenido reconocimiento internacional debido, en gran parte, a sus interpretaciones de un yakuza despiadado, hierático, imperturbable: apóstol de la ultraviolencia. Camino de éxito bañado en sangre, como se manifiesta en la secuencia del taxista que conduce con dificultad por una carretera sembrada de cadáveres. Sin embargo en esta secuencia, como en el resto de su obra, es otro el tono que también se distingue, un toque cómico de humor elemental, de gracia sencilla, inocentona: el taxi avanza despacio porque se han metido dentro dos personajes muy gordos. La misma risa que surge del público que contempla la patada en el trasero que un payaso le da a otro en la arena del circo es la que provocan los porrazos de los concursantes de Takeshi's Castle, o la carcajada que surge al oír la palabra malsonante pronunciada por Kikujiro: chistes intemporales y universales.
"Takeshis´" propicia el encuentro entre el director, el asesino y el clown. Da la impresión de que es el homicida el que predomina, sucediéndose las escenas de tiros en las que los mismos personajes mueren una y otra vez en tiroteos sin sentido, como indicándole al espectador que todo es una farsa, un espectáculo gratuito en el que el propio Kitano es acribillado a balazos y en los bultos de su chaqueta se adivinan los mecanismos que sueltan sangre de mentira: esto es lo que hay y júzgalo como quieras: el actor mata al director y lo libera de la esclavitud de su propia obra. No queda claro si quiere decirnos que por su parte se terminaron las películas violentas o justo todo lo contrario.
"Takeshis´" en plural reuniéndolos a todos, todos los posibles, todos los que ha habido, todo el ego resumido en una película, y también el apóstrofe del final indicando la propiedad, la responsabilidad y que es sin duda su obra más personal.

viernes, julio 13, 2007

Concierto de Miguel Bosé

Más allá de su música, que no me congratula nada salvo esas canciones que por oídas tantas y tantas veces suenan tan familiares como "La de la mochila azul" (y reconozco que tiene una buena voz, como ha demostrado esta noche: profunda, personal, grave: arrullando a los cientos de fans que han disfrutado con su concierto), me parece más interesante la estética del personaje. Su estilo camaleónico tiene paralelismo con la evolución del aspecto de David Bowie desde Ziggy Stardust hasta sus últimas experiencias con Tin Machine (me refiero a como lucen en las fotos, no a las melodías que interpretan, claro). Lo encumbró la televisión pública, donde apareció constantemente durante muchos años y supo jugar la baza de la ambigüedad sexual, usar los vestuarios más extravagantes y practicar los movimientos de baile más originales para mantenerse como referente de modernidad y rebeldía. Incluso tuvo programa propio, "El séptimo de caballería". Estar en el candelero: durante mucho tiempo fue el español más sexy en todas las encuestas habidas y por haber, inagotable fuente del deseo. Tu vales mucho, nene, hasta Almodovar se dió cuenta.
Resurge "Don Diablo". "Simpathy for the Devil" con ritmo de conga.

domingo, julio 08, 2007

"Mi Idaho privado", de Gus Van Sant

Dos jóvenes sin techo se prostituyen para ganar algo de dinero. Venden su cuerpo en los retretes públicos, al borde de las carreteras, en moteles de neón. A hombres o mujeres, al que le haga falta y este dispuesto a pagarlo. Sexo sin amor. Uno de ellos, Keanu Reeves, es un niño rico con porte de dandy, Oscar Wilde vagando entre vagabundos, con aire de suficiencia y rebelde despreocupación, dispuesto a cumplir su shakesperiana traición al lumpen que le venera, mesías de arrabal. El otro, River Phoenix, es un minino da rua sin vía de escape, chapero lunático que sufre de narcolepsía, que se despierta desamparado en medio de cualquier parte, de Idaho, de Portland, de Seattle, de Roma, y que persigue el rastro de su madre, detonante de traumas infantiles, para intentar frenar los ataques que van a terminar por sumirle en la más profunda locura.
La película no me ha gustado tanto como "Elephant" o "Drugstore Cowboy", quizá por el efecto teatral de algunos pasajes que buscan acercarla a la obra de William Shakespeare en la que se inspira, pero que la alejan del realismo preciso para vislumbrar el drama social y existencial que reside en el guión de la cinta (ya pasó algo similar en "Drugstore Cowboy"). El director se asoma a los ambientes gays más sórdidos, prostitución urbana de jóvenes adolescentes, aunque no le falta el sentido del humor a la hora de retratar algunas perversiones. Gran interpretación de los dos protagonistas. En algunas escenas parece que River Phoenix se haya ayudado más de la cuenta para obtener inspiración, sin embargo hay pasajes que recuerdan a las actuaciones del mismísimo James Dean.
River Phoenix murió de sobredosis el 31 de Octubre de 1993, con 23 años. Sí, la misma edad de Ian Curtis.

domingo, julio 01, 2007

"Pi", de Darren Aronofsky

Un matemático intenta descubrir el modelo numérico que permita predecir el comportamiento de la bolsa de Nueva York. Sin embargo su búsqueda no persigue un fin materialista, la bolsa es un terreno que permite una rápida comprobación de la exactitud de sus simulaciones. El problema real es la comprensión del mundo y de las leyes naturales que lo dirigen, el determinismo que surge de un comportamiento azaroso a primera vista: el orden que surge del caos. Teoría fractal, razón áurea, series de Fibonacci, atractores de Lorenz, el juego del Go o el número pi, son distintas formas de aproximarse a la solución final. Cuestiones que pueden sobrepasar la capacidad humana de entendimiento, de modo que el camino del conocimiento estará lleno de sacrificio, de sufrimiento, de obsesiones enfermizas (conozco a algún matemático que en algún momento de la carrera se le fundieron los plomos: alguno no ha llegado a recuperarse). Por tanto el conocimiento absoluto pertenecería al orden divino y en la película es la idea que predomina: en la cábala hebrea el que sabe la clave se acerca a Dios: la clave es el nombre verdadero de Dios.
El director intenta representar los procesos mentales del desesperado protagonista, su agónica tarea. Una mente alterada que se adentra en visiones surrealistas (hormigas dalinianas, retazos del Buñuel de "Un perro andaluz"), que se aparta del mundo que le rodea destrozado por la paranoia, la angustia que sacude su cerebro. El uso de drogas, prefacio de la siguiente película de Aronofsky, "Requiem por un sueño", como única forma de detener la idea que nunca descansa, de mitigar el dolor de la derrota, con un montaje frenético que ilustra la toma de cada dosis combinada con la música electrónica de fondo que no le da ni un respiro al protagonista.
Al final, sólo el idiota se puede permitir esbozar una sonrisa. Sólo el ignorante descansa.

sábado, junio 30, 2007

Concierto de los Rolling Stones

Aunque los credos se entierren en el polvo,
aunque la fe muera y los hombres olviden,
estos curtidos dioses de poder y lujuria
aún se aferran a la vida.

Viejos dioses que nunca mueren, malignos,
demacrados por las deudas pendientes:
incienso y fuego, sal, sangre y vino
y una musa con tambor

Robert Graves, "Proscritos"

Este poema, tan certero, figura al inicio de la biografía de los Rolling Stones escrita por Stephen Davis. Viejos dioses en edad, que no en capacidades. Así, un concierto de este grupo bien puede confundirse con una ceremonia religiosa, la celebración del culto al Rock & Roll. Un culto antiguo, además: me dijo Boris que la canción más moderna de las que interpretaron era "Start me up" y esta apareció por primera vez en el LP "Tatoo you" de 1981.
Cualquier historia de la música popular del siglo XX puede ilustrar su portada con el archifamoso icono de la lengua (un siglo en imágenes: la cruz gamada, la hoz y el martillo, la cara del Ché, el símbolo del átomo, etc.) y cualquier recopilación de canciones que se realice dentro de unos siglos y que pretenda acompañar esa historia, seguro que contendrá "Satisfaction": la cantaron a escasos metros de donde yo estaba: un gran recuerdo para la alforja.
Viejos dioses, ¿por qué siguen actuando?. Para saber que lo siguen siendo, por supuesto.
Simpatía por los Stones. Que sigan rodando.

domingo, junio 24, 2007

"Frágiles", de Jaume Balagueró

A esta misma hora se emite un programa de radio llamado "Milenio 3". Se dedica al campo de los sucesos paranormales, los avistamientos de ovnis, los crímenes que dejaron huella. Casas encantadas y apariciones fantasmales. En alguna ocasión han dedicado reportajes a edificios antiguos (la diputación de Sevilla, el palacio de Linares o el banco de España en Madrid), grandes mansiones históricas dedicadas ahora a labores públicas, donde se dice que suceden cosas extrañas. Oír hablar de ese tipo de temas, pasada la medianoche, puede hacer que te arropes más de lo acostumbrado y este programa lo lograba (ahora ya no, la verdad: todos estos sucesos carecen de la menor prueba en que apoyarse y en cuanto se indaga un poco, se desmoronan como un castillo de naipes: recuerdo las caras de Belmez y la decepción que me llevé cuando vi las fotos de las famosas "teleplastias": dibujitos de hollín encumbrados por algún teleplasta). Lo que más me llamaba la atención era el gran número de vigilantes nocturnos que llamaban al programa o mandaban mensajes, contando sus experiencias que, por lo general, tiraban a estremecedoras. Alguna vez me ha tocado pasar la noche en un hospital, acompañando a un enfermo, y he sentido cierta inquietud al ir a buscar una botella de agua a la máquina a las tres de la madrugada. Será sugestión por esos pasillos grandes y silenciosos, en penumbra, llenos de rincones oscuros. Será el olor químico que lo invade todo o los profundos suspiros de los ocupantes de las habitaciones. El hálito del dolor. Será eso.
"Frágiles" está ambientada en un hospital infantil que se encuentra en el fin del mundo y que se cae de viejo. Historia de fantasmas como tantas otras. Su virtud esta en la ambientación lograda. La segunda planta del hospital se presenta como un paraje de auténtica pesadilla, un pabellón abandonado y decrépito capaz de hacer que se desborde la imaginación del más templado. Jaume Balagueró ya apuntaba maneras en "Los sin nombre", demostrando que se podía hacer cine de terror sin caer en el susto fácil, el grito estridente o la sangre a raudales. Escenarios opresivos, personajes atormentados y siniestros: la mirada de los locos, de los deshauciados. "Frágiles" quizá sea un poco más comercial, construida para un público más amplio. Claro, la protagonista es Ally McBeal, nada menos.
En fin, a ver quien es el guapo que se atreve ahora a llegar hasta la cama.

domingo, junio 17, 2007

"El último rey de Escocia", de Kevin MacDonald

Los tiranos están llenos de amor al pueblo: padres de la patria, se llaman ellos mismos. El padre que debe mostrarse inflexible para educar a sus hijos. No llores, que más me duele a mi que a ti, que es por tu bien. Saturno devorando a sus hijos para que no le roben el trono.
Solo la muerte me apartará de mi misión sagrada, señalado por la divina providencia, caudillo por la gracia de Dios, cortaré la mala hierba. La confabulación extranjera y masónica, jamás demolerá la última reserva espiritual de Occidente. Ahora se celebran 30 años de la vuelta de la democracia, de la reinstauración del poder de las urnas en España. Un ciudadano, un voto. Habla pueblo, habla.
Pero también los dictadores tienen dudas, conciencia, y los cadáveres enterrados en el jardín tienen la costumbre de rondar las alcobas en la quietud de la madrugada. Nada mejor que buscar una voz ecuánime, un Pepito Grillo imparcial, que nos guíe por la senda de la rectitud y la justicia. Sin embargo, ese incauto sin miedo, asomado al balcón de su superioridad moral, corre el riesgo de acabar atrapado en la misma red que pretende cortar. La erótica del poder, la seducción del más fuerte. O simplemente que es más fácil cerrar los ojos y no ver.
La película cuenta el descenso a los infiernos del médico personal (no se si el doctor Nicholas Garrison existió en realidad o es una invención del guionista) del dictador Idi Amin Dada. Este militar alcanzó el poder en Uganda después de un golpe de estado y se mantuvo al mando del país durante los años setenta, implantando un régimen de terror que condujo a la muerte a cientos de miles de personas (¿ha habido alguna vez un dictador que no intentará el genocidio de la oposición? ¿Miguel Primo de Rivera, acaso?). La gran interpretación de Forest Whitaker le hizo merecedor del Oscar (aunque a mi me gustó más en "Ghost Dog"; claro, y también me gustó más aquella fantástica película).
Otro sangriento capítulo de la historia de Africa. Aquí dejo otro más actual.

domingo, junio 10, 2007

"24 Hour Party People", de Michael Winterbottom

En 1976 los Sex Pistols dan un concierto en una sala de Manchester. Asisten 42 personas. El escaso público lo forman entre otros Ian Curtis y Patrick Morrissey. Más tarde serían cantantes y compositores de dos grupos míticos: Joy Division y The Smiths, respectivamente (al parecer un actor iba a hacer el papel de Morrissey pero hubo problemas con los derechos de las canciones de The Smiths y el "cameo" fué eliminado de la película). Ese concierto se considera la chispa, hecho fundacional, Big Bang de la creación de esos grupos y de otros como Buzzcocks o Simply Red. Anthony Wilson, otro de los asistentes, periodista televisivo que presenta un programa al estilo de "La Edad de Oro", creará el sello Factory Records, produciendo entre otros a Joy Division y Happy Mondays y fundando los clubs Factory y The Hacienda. La película, en realidad, será la historia de esa compañia discográfica y de dos decadas de música popular en la ciudad de Manchester.
Tiene dos partes. La primera, centrada en Joy Division, llega hasta 1980. Ian Curtis se suicidará ese año. Poeta extravagante y depresivo, personalidad oscura, apocalíptica. Su grupo fué acusado de fascismo porque Joy Division era el mismo nombre que se le daba a las mujeres judías que eran sistematicamente violadas por los nazis en los campos de concentración. Era una epoca de grave crisis económica en el Reino Unido y partidos de extrema derecha como el National Front estaban en auge. Curtis apenas tenía 23 años cuando murió (Kurt Cobain, Jim Morrison, Janis Joplin y Jimi Hendrix, murieron a la misma edad: 27). Con esa muerte la película también cierra su primer acto: el nacimiento del Punk y la New Wave.
La segunda parte se centrará en el grupo Happy Mondays. Sus ritmos bailables nacen durante la explosión de la música House (aquel verano de los Smileys en la discoteca Tito's de Mallorca: por ahí debo tener el pañuelo) y el Rave. En la película se refleja perfectamente el ambiente en el que se impone el consumo de extasis frente al alcohol en las pistas de baile y el pinchadiscos pasa de ser medio a ser artista: el escenario está en la cabina y hasta el Gregoriano se puede bailar si la base rítmica es la adecuada.
Michael Winterbottom me dejó alucinado con "Wonderland" y lo vuelve a hacer con "24 Hour Party People". Sobre todo con la primera parte de la cinta: Sex Pistols, The Clash, Iggy Pop, Joy Division. Solo por eso ya merece la pena. Ahora a esperar el estreno de "Curtis". Para comparar.

domingo, junio 03, 2007

"The Corporation", de Mark Achbar y Jennifer Abbott

En el siglo XVIII se crearon en Estados Unidos las primeras corporaciones. Varios ciudadanos se juntaban y creaban una corporación que realizaba alguna tarea delegada por el gobierno en ellos, generalmente obras públicas como construir un puente, realizar un trazado de ferrocarril, etc. Tenían atribuciones limitadas a la misión para la cual se habían creado. Después de la guerra de Secesión se reformó la constitución para reforzar los derechos de los esclavos liberados con la redacción de la catorceava enmienda (estas famosas enmiendas de los estadounidenses: siempre que cometen alguna salvajada en el mundo existe alguna enmienda detrás que se lo permite). Se refería de modo particular al derecho a la propiedad privada y la adquisición de bienes. Las corporaciones se habían creado como si fueran una única persona a ojos del estado, con responsabilidad limitada. Los avispados abogados de las corporaciones (claro, si hay una enmienda hay un abogado detrás para exprimirla, para analizar los puntos y las comas, para despedazar el espíritu de la ley y extirpar cualquier derecho que defiendan) vieron aquí la oportunidad que estaban buscando para romper las limitaciones que el estado les imponía. Ciento cincuenta años después, tienen el mundo en sus manos.
El documental lo emite el canal Odisea en tres partes. Tiene el tono de las películas de Michael Moore aunque la gran cantidad de testimonios personales que se ofrecen al espectador, surgen de una apacible entrevista en un estudio y no de un aquí te pillo aquí te mato a la puerta del Capitolio. Entre otros hablan el propio Michael Moore, Naomi Klein, Noam Chomsky, Milton Friedman y también algún que otro consejero delegado (el reciente nombramiento del inopinado -así calificaba Millás al alcalde de Salamanca- Aznar: de momento es consejero a secas, pero todo llegará: Chaplin jugando con el globo terraqueo) de alguna gran compañía, que ha abandonado el lado oscuro y abraza el ecologismo de salón (como Al Gore, la novia cadaver de los demócratas, forrándose a base de dar conferencias vip; como el crecimiento sostenible de la publicidad de las petroleras o Hitler besando a un judío; o como yo mismo escribiendo esto en vez de echarme al monte). Esta noche he visto la primera parte, muy interesante, y tengo que enterarme de cuándo echan las demás. En esta se ha abordado el tema desde un punto de vista singular. Ya que las corporaciones tienen el status de personas jurídicas, este primer capítulo disecciona su comportamiento como si se tratara del paciente de un psiquiatra. Las grandes empresas en el diván. El diagnóstico no puede ser más esclarecedor: psicopatía.

martes, mayo 29, 2007

"Yo soy la Juani", de Bigas Luna

Bakalas, chonis, tunning, música máquina, pirulas: mundo solo apto para menores de treinta o mayores acompañados. Las conclusiones son demoledoras: a ellos solo les interesa irse de marcha, el sexo a discreción y ganar pasta para gastársela en que su coche sea el más hortera de todos; a ellas, irse de compras, triunfar al estilo OT y operarse las tetas: demasiados tópicos o quizá sean puñeteras realidades y a mi me pillan algo viejo y trasnochado.
Los retratos generacionales son ejercicios complicados en los que es fácil caer en la generalización cuando realmente se está presentando una porción mínima de la juventud de cualquier época. "Quadrophenia", "Rebelde sin causa", etc: cada cual que elija la suya. Yo me quedo con "Todo es mentira" de Alvaro Fernández Armero y me voy a Cuenca.
El director demuestra tener bastante buena puntería en la elección de los actores: convincentes y entregados, como pasa en todas sus películas. Su filmografía se distingue por potentes actuaciones llevadas al límite con una fuerte carga erótica, que en ocasiones roza la pornografía aunque este no sea el caso. De todas la que más me gustó fue "La teta y la luna" y su apariencia de cuento de amor circense. En "Yo soy la Juani" se atreve a mirar unas cuantas generaciones más abajo, a un mundo que supongo que no frecuentará demasiado pero que le debe atraer por encontrarse más allá del límite de la sociedad bienpensante, un muro por encima del que no se debe mirar sino quieres saber qué hacen en realidad tus hijos cuando salen por la noche. Hipocresía familiar. Aún así, me ha parecido una trama un poco floja.
Pero siendo consecuente con mi idea de que toda película tiene algo aprovechable, en este caso la banda sonora me ha permitido descubrir un estupendo grupo: "Facto Delafé y las Flores Azules".

miércoles, mayo 23, 2007

"Shaolin Soccer", de Stephen Chow

Hay una gran cantidad de películas que giran alrededor del mundo del deporte. La palma se la llevan las producciones americanas e incluso hay algunas bastante buenas como "Un domingo cualquiera", "Carros de fuego" o "Los búfalos de Durham" (dejemos aparte las de boxeo, donde hay auténticas obras maestras: también es un deporte aunque las películas de este genero suelen centrarse en la parte más cruenta del asunto). Viendo alguna de ellas incluso logras entender las reglas tan extrañas que tiene que cumplir un jugador de béisbol o de fútbol americano para marcar un tanto. El saber no ocupa lugar.
Mezclando balompié y la Segunda Guerra Mundial, nada menos, John Huston dirigió en 1981 "Evasión o victoria". A estas alturas, un clásico. El gol que Pelé le marca a los soldados alemanes nos hizo dar un brinco a todo el público que asistía a la proyección: mejor que ver, por lo general, a la selección española. Hace muchísimo que ví esa película en el cine España, un cine que, como tantos otros de esta ciudad, pasó a la historia (lista de cines que había en Salamanca a principio de los 80: Gran Vía, Bretón, Patio de Comedias, España, Coliseum, Taramona, Victoria, Salamanca, Van Dyck, Llorente y alguno más que se me pase: solo queda el Van Dyck). Entonces una película podía estar meses en cartel. Ahora hay 4 multicines, la mayoría en centros comerciales, todos echan las mismas películas para adolescentes y solo uno, Van Dyck, suele tener la película que te interesa. Cierro el arrebato nostálgico.
"Shaolin Soccer" mezcla fútbol y kung-fú, nada menos también. Comedia made in Hong-Kong, por supuesto. Su guión pueril e intrascendente esta adornado por unas espectaculares escenas de pateo de balón: entre "Bola de dragón" y "Campeones" pero no es de dibujos animados. Solo para frikis del césped, el orsait y el esférico... y de Bruce Lee. Fútbol es fútbol.

domingo, mayo 20, 2007

"Hannah y sus hermanas", de Woody Allen

El cine de Woody Allen es un género fílmico por si mismo y esta película, sin duda, es un arquetipo de tal categoría. Comedias que surgen de las vivencias de la clase media-alta neoyorquina, grupos de economía pudiente con inquietudes culturales de vanguardia y que se consideran herederos de los beatnik de mediados del siglo XX, aunque solo sea por la estética. Arquitectos melómanos, economistas poetas, vestidos con jerseys de lana, recorren las galerias buscando cuadros de pintores malditos que queden bien colgados sobre la chimenea de la mansión (54 millones por un Rothko ¿y ese quién es? ¿Rothko Sifredi?). Opera y jazz: la música de los nobles y la música de los esclavos, fagocitadas por bohemios con pasta atrapados en sus contradicciones, eternamente insatisfechos: carne de psicoanalista (en "Match Point" terminarán liandose a tiros, culminando violentamente la necedad de sus ambiciones).
Hay dos películas: la de las tres hermanas y la del personaje interpretado por el director.
Tres hermanas. Mia Farrow, Hannah, ejerce de actriz triunfadora, casada feliz, mientras que sus hermanas han tenido distinta suerte. Las apariencias ocultan la envidia que la situación de Hannah produce en sus hermanas: una de ellas se liará con el marido de Hannah, mientras que la otra escribirá un libro donde desvelará detalles de su vida privada (además de enamorarse del primer marido de Hannah, el propio Woody). Mia Farrow se encontrará en la vida real con un argumento similar al de esta película, solo que el marido no se enamora de una hermana, sino de su propia hija: la realidad que supera todo lo que se te ocurra.
Woody Allen encarna el papel de un estresado productor de televisión (se ha estrenado la serie de televisión "Studio 60" en Canal +, donde se puede comprobar cómo se alcanza un nivel de estrés de grado superlativo trabajando en ese medio). Hipocondriaco y paranoico, iniciará la búsqueda del sentido de la vida (su transición al catolicismo dará lugar a los pasajes cómicos más logrados de la película). El personaje lo repetirá miles de veces pero siempre logrará sorprender (ha dirigido más de 40 películas en 40 años de carrera: vaya marca).
Obra maestra llena de diálogos inteligentes, una de este director de las que no se pueden dejar de ver. Y disfrutar.

domingo, mayo 13, 2007

"Apocalypto", de Mel Gibson

Violento, brutal, sanguinario. ¿El qué? ¿La película o el mundo que se refleja en ella?
Continuamente vemos la imagen de un crucificado: en las cabeceras de las camas, en las aulas de los colegios (ya menos), en los salpicaderos de los coches, en nuestro propio pecho. Nos hemos acostumbrado a esa visión hasta tal punto, nos resulta algo tan natural, que pasamos los ojos sobre ella sin darnos cuenta de lo que en realidad representa: un hombre torturado brutalmente hasta la muerte. Y el castigo era el acostumbrado en el imperio romano que era la imagen de la cultura frente a la barbarie. Solo hay que recordar la escena final de "Espartaco", con la Vía Apia repleta de cruces, para hacerse una idea de como se las gastaban las civilizaciones antiguas (bueno, las modernas no les van a la zaga ¿en qué alelo de nuestra herencia genética figurará la falta absoluta de piedad?).
Asi que si a Mel Gibson se le va la mano con el ketchup, no creo que lo haga para enardecer a los eruditos de las culturas precolombinas, ni que tampoco sea motivo para ello. Se trata más bien de una característica definitoria, de un sello personal que se extiende por toda su filmografía. Recuerdo que antes de ver "Braveheart" ya me advirtieron de que la sangre salpicaba la pantalla y cuando se estrenó "La pasión de Cristo", fueron ríos de tinta los que corrieron durante meses. Solo ha dirigido cuatro películas, pero ha demostrado tener talento como realizador: debajo de la hemoglobina palpita una historia. "Apocalypto" es un viaje al salvajismo primitivo, pero reinvidicando la vida en sintonía con la naturaleza. La vida lejos de ejércitos, sacerdotes, reyezuelos. Tiene una ambientación impecable, muy trabajada (y mucha pasta invertida, claro: se ve en cada fotograma: los escenarios, los maquillajes, el vestuario). El ritmo furibundo de una película de aventuras, que mantiene la tensión hasta el final. Ni siquiera le afecta haber usado el lenguaje maya para los diálogos, lo que obliga a la inmensa mayoría de la platea a tener que leer en la parte baja de la pantalla.
En esta caso, más que en muchos otros, hay que olvidar la personalidad del director, separarla de su obra, no pensar que es un gilipollas, y dejarse llevar por el frenesí de las imágenes. Al fin y al cabo, en su día hizo de Mad Max.