Hace poco argumentaba, desde mis modestas posibilidades argumentales, si "Río Grande" de John Ford, reconocido western clásico, era o no precisamente eso, un western. Sobre "El poder del perro", gran favorita para los premios Oscar que están al caer, he oído y leído opiniones en las que se polemizaba sobre idéntica cuestión, es decir, encuadrar la cinta nítidamente en el género de referencia o llevarla al cajón de inclasificables junto a otros ejemplos como "Johnny Guitar" de Nicholas Ray, "Dead Man" de Jim Jarmusch, "El topo" de Alejando Jodorowsky y un largo etcétera. Hace muchos años, décadas en realidad, escuché a no sé cuál crítico cinematográfico que el western es la venganza. Punto. Entonces, respetando ese axioma, "El poder del perro" es puro western, tan extremo, tan alejado hacia el oeste, que llega a cruzar el océano Pacífico: un rótulo de la película proporciona la localización y el año del drama: "Montana, 1925", pero hasta el último fotograma del metraje ha sido rodado en Nueva Zelanda, tierra natal de Jane Campion (otro western moderno también fue rodado íntegramente en ese país, "Slow West" de John Maclean: ¿será Nueva Zelanda una nueva meca del cine? Del western se llega al eastern).
Una vez establecida la característica primordial de la película, habrá que demolerla: pederastia, complejo de Edipo, muerte por veneno, epicureísmo y estoicismo, misantropía y misoginia, vanidad intelectual y literatura clásica. El afinado e inteligente guion de Jane Campion se da una vuelta alegórica por la antigua Grecia, mostrando relaciones masculinas entre maestro y pupilo que ahora serían inaceptables pero que en el periodo arcaico se consideraban honorables y enriquecedoras, así como era predominante entonces el menosprecio hacia la figura de la mujer, apartada de los círculos intelectuales y únicamente habilitada para tareas religiosas (ni siquiera podían encarnar papeles en el teatro, donde eran hombres los que interpretaban a los personajes femeninos: Medea era él).
Western griego rodado en Nueva Zelanda, por tanto. Gran película en cualquier caso, merecedora de todos los galardones que se le quieran otorgar y que en ese sentido puede ser la obra, producida y distribuida por Netflix, que al fin consiga torcer el brazo de los académicos de Hollywood hacía el reconocimiento del cine generado por las plataformas de video bajo demanda, forma de consumo audiovisual que domina el panorama de hoy en día y para la que la batalla del público fue ganada hace ya mucho tiempo. Porque de lo que no hay ninguna duda sobre "El poder del perro" es de que es cine. Y Cine con mayúsculas.
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