domingo, mayo 25, 2008

"Lazos de guerra", de Je-gyu Kang

Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la península de Corea fue un protectorado japonés. Finalizado el conflicto bélico y derrotado el imperio de Hiro Hito, soviéticos y norteamericanos se repartieron el país en 1948 dividiéndolo por la mitad, siguiendo la línea marcada por el famoso paralelo 38. Al norte, una nación comunista dirigida por Kim Il Sung, monarca rojo que mantiene el poder hasta su muerte en 1994 e incluso más allá, perpetuado en la figura de su hijo Kim Jong Il (ese que aparece de vez en cuando en los telediarios con gafas, alzas y el pelo cardado: el eje del mal está colmado de horteras que tiranizan pueblos sumidos en la pobreza). El sur se quedará inicialmente con la democracia, pero en 1960 se hará con el poder el general Chung Hee Park que establecerá un régimen militar (los norteamericanos apoyaban cualquier cosa mientras fuera anticomunista: Franco, el rey Abdullah de Arabia o el Shadam Hussein de los años ochenta) que, cosas que pasan, traerá la prosperidad económica a la república mediante una profunda industrialización: dragón principal del sudeste asiático, juegos olímpicos incluidos, al menos hasta sufrir la gran crisis de los años noventa.
En 1950 se produce la conocida como guerra de Corea. El mencionado Kim Il Sung inicia su propia Blitzkrieg invadiendo el sur y apoderándose rápidamente de la capital, Seúl. Estados Unidos acudirá en defensa del gobierno de Corea del Sur, mientras que la URSS y China apoyarán a Corea del Norte: cuatro millones de muertos (tantos como se dice que norcoreanos han muerto de hambre: absurdo gasto militar con la excusa de defender un pueblo esquilmado, o mejor, para sostener un gobierno descerebrado: paranoia y patriotismo). Aunque se firmó la paz en 1953, el conflicto se prolonga hasta nuestros días, sobre todo porque Estados Unidos juega un papel muy importante en el equilibrio entre los dos países: está firmemente afincado en el sur y tiene al norte fichado en su lista de los más buscados. Sin embargo la palabra reunificación puede no ser una quimera imposible y está en la mente de muchos coreanos. Como en el caso alemán, la factura tendría que pagarla el hermano rico (el de Alemania es el claro ejemplo: muros más míticos han caído). Que pague el Judas, que tiene pelas.
"Lazos de guerra" es un melodrama bélico, la historia de dos hermanos atrapados en el infierno de la guerra: su división y su reencuentro, será una metáfora certera de las dos coreas. Deudora absoluta de Steven Spielberg y sus creaciones del género como "Salvad al soldado Ryan" o "El imperio del sol", las escenas de batalla recordarán al instante a aquellas filmadas por Spielberg, quizá algo más sangrientas pero sin caer en el gore, y el tratamiento sentimental de los personajes también es cercano al característico toque del director estadounidense. Así, la película sorprende por su factura totalmente hollywoodense, condición que la hace crecer en espectacularidad y aumenta su carácter épico.
Una de guerra bastante buena.

domingo, mayo 18, 2008

"Después de tantos años", de Ricardo Franco

Epílogo de "El desencanto" de Jaime Chávarri, veinte años después. Lo justo hubiera sido filmarla tal y como se filmó "El desencanto": con dos cámaras, en blanco y negro y la voluntad única de dejar fiel testimonio de las palabras de sus protagonistas, los tres hermanos Panero, ahora sin el acompañamiento de su madre. En vez de eso, el director adereza el montaje con una sucesión cursi, algo repugnante, de tomas de boscosos montes otoñales norteños y baladas irlandesas (la versión del "Greensleves" de Loreena Mckennitt suena dos veces en apenas quince minutos: bis absurdo que no deja escuchar el verbo vacilante del poeta maldito en su "retiro" de Mondragón). Más aún: la burda comparación que se hace entre Leopoldo María Panero y el monstruo de Frankenstein, mediante intercalar secuencias del clásico de terror entre las propias escenas en las que habla o aparece el poeta. Supongo que, sin perder de vista la pretensión de realizar un sincero homenaje a la película primigenia (dedicatoria inicial a Jaime Chávarri, referencias continuas, secuencias intercaladas), Ricardo Franco quería hacer su propio "El desencanto", quizá incluso mejorar el original. O no, no lo sé. El propio director aparece fugazmente tras la reja del manicomio: deseos inconfesables de ocupar el puesto de otro, de malditismo y mitificación.
Se mencionan los cuentos de Poe en algún momento de la película. La historia de la familia Panero es la versión española de "La caída de la Casa Usher". Ese adjetivo tan lacerante de familia "venida a menos", para nombrar a los que en su vida han dado un palo al agua y consumidas su rentas viven como fantasmas solitarios que vagan por casonas de antiguo esplendor y duermen postrados en lechos de naftalina. Después de tantos años, veinte para ser exactos. Y sin embargo parece que por los protagonistas hayan pasado treinta o cuarenta. Personajes prematuramente envejecidos: cabellos blancos, miembros inválidos, bocas babeantes: del desencanto a la decadencia. Cirrosis y esquizofrenia y dipsomanía, por supuesto, la musa que se oculta en el fondo de una vaso de whisky.
Vivir la literatura hasta sus últimos consecuencias. Quijotes modernos atrapados en la persecución de la rima magistral, que miramos con una mezcla de admiración y lástima. Literatura asesina.

domingo, mayo 11, 2008

"El desencanto", de Jaime Chávarri

"El desencanto" ha vuelto a la vida estos días desde las catacumbas de las filmotecas. La Academia de Cine ha proyectado en días consecutivos "El desencanto" de Jaime Chávarri y "Después de tantos años" de Ricardo Franco. Ambas películas documentales hablan de la familia de Leopoldo Panero y la segunda fue rodada dieciocho años después de la primera, en 1994, como una especie de epílogo. Jaime Chávarri era amigo de Michi Panero, el menor de los hijos de Panero, y tenía la intención de hacer un cortometraje sobre la inauguración en Astorga de una estatua dedicada a la memoria del poeta en su ciudad natal, catorce años después de su muerte. El corto acabará siendo largo, una impresionante sucesión de testimonios de la viuda e hijos del insigne poeta, la mirada profunda a una familia anclada entre dos mundos: el ocaso del franquismo y el surgimiento de las libertades: España, 1976.
Leopoldo Panero fue rojillo en su juventud pero esta veleidad reaccionaria quedó definitivamente atrapada en la órbita falangista durante la guerra civil. El régimen está ávido de personajes que aporten lustre cultural a la camisa azul del ¡Muera la inteligencia! (Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Gonzalo Torrente Ballester, etc.: la pluma, el yugo y las flechas: dominarán la vida literaria oficial de posguerra). Leopoldo Panero se casa con Felicidad Blanc, una niña bien que conoce en Madrid durante la guerra y más adelante irán a vivir a Astorga con sus tres hijos varones, a la sombra del Teleno y del palacio episcopal diseñado por Gaudí. Astorga es la esperanza de una vida acomodada de caserón antiguo y burguesía rural, de paseos entre encinas y lecturas arrimadas al brasero de la mesa camilla, holgando en el disfrute del prestigio y del honor que daba/quitaba aquel padre amoroso de todos los españoles, rígido y adusto como debe ser un padre como Dios manda: "Oh, ruina del Alcázar./ Yo mirarte no puedo, / convulsa flor de otoño, sin asombro / Vivero de esforzados capitanes. / Nido de gavilanes. / Huevo de águila: Franco es el que nombro", como decía Gerardo Diego traspasando el límite conocido de la lisonja. El desencanto es el fin de las expectativas truncadas. Leopoldo Panero resultará ser, para su familia, un hombre ensimismado en sus pensamientos y su obra e incapacitado para el cariño. Peor todavía: un padre alcohólico y brutal.
Los hermanos Panero, familia literaria: Juan Luis, Leopoldo María y Michi. "El hombre que casi conoció a Michi Panero", título de una canción de Nacho Vegas que mitifica al autor sin obra, protagonista de la movida madrileña e icono intelectual y literario de los años setenta. En el documental aparece como un joven atractivo algo ambiguo, locuaz. Por contraste con sus hermanos poetas, es el que parece más lúcido, más sensato, la apuesta segura de que este iba a ser el que enterraría a los otros dos que se muestran como carne de suicidio avocada a la sepultura o al frenopático: no será así, si no que será el primero en fallecer. El mayor es Juan Luis, de aspecto bohemio impostado, como si quisiera destacar sus dones por encima de sus posibilidades, lastrado por la expectativa que el apellido genera en su obra y oscurecido por la popularidad de su hermano Leopoldo María. Este último, la auténtica oveja negra, es huésped habitual de los psiquiátricos nacionales pero ha alcanzado el reconocimiento por su obra poética. El poeta maldito más conocido del panorama literario español. Sus primeros internamientos fueron provocados, no por sus dos intentos de suicidio que revelaban una personalidad depresiva e inestable, si no por dos síntomas que seguro que figuraban en los manuales médicos de la época: comunismo y drogadicción (repartir panfletos y fumarse un canuto: sus pecados no fueron más allá). Los electroshocks de los manicomios españoles de los años sesenta lo convirtieron en un Makoki de la lírica. Culpará directamente a la madre de sus sufrimientos en el testimonio más desgarrador de la película, y el documental sobre el poeta Leopoldo Panero terminará siendo una condena rotunda del modelo de familia ejemplar de la España de la dictadura y el relato crepuscular del fin de una saga, de un apellido que ocupa un lugar destacado en la historia de la literatura y del mejor cine español. De culto.

domingo, mayo 04, 2008

Concierto de Sr. Chinarro

La oportunidad de asistir a este concierto surgió de improviso, apenas una hora antes del inicio del mismo. Sorpresas para una noche de sábado que se presentaba como tantas otras: sofá y película, que tampoco es un plan malo. Una llamada que te ofrece una entrada huérfana es una oferta que no se puede rechazar, sin que siquiera importe el artista o el repertorio. Pero si encima se trata de escuchar en directo a "Sr. Chinarro", la negativa hubiera sido una solemne estupidez. Probablemente se trate del grupo de música española al que haya dedicado más horas de escucha en los últimos dos o tres años, sobre todo mientras trabajo sentado al ordenador y conecto los auriculares para aislarme del entorno. Este cantautor andaluz (el término cantautor tiene connotaciones en España que remiten a canción protesta, acompañamiento de guitarra y bajón melancólico después de escuchar alguna de las canciones arquetípicas del género. Lo del bajón -bajonazo la soledad de tu habitación, abrazado a un almohadón y mirando a un poster de Charlot con niño- lo señalaban los comediantes del programa "Muchachada nuí" en su último programa al realizar una genial imitación de Rosa León; para el caso de "Sr. Chinarro"el término cantautor se debe a que Antonio Luque, lider y alma mater del grupo, interpreta sus propias composiciones: como tantos otros), cuya voz recuerda en muchos pasajes a un Aute sin alardes, se distingue porque en su música convergen múltiples estilos, esencias de las diversas facetas de la música popular aglutinadas alrededor de una voz monocorde. Del brit pop a la ranchera, pasando por el blues de frontera o el rock andaluz, cualquiera de sus melodías está perfectamente realizada para envolver el recitado de unas letras salpicadas de paradojas y absurdos que le dan un toque de poesía dadaísta. Crítica rendida y poco aforo en los conciertos.
Así pues, el Teatro Liceo no se llenó para la ocasión a pesar de que el precio de la entrada no superaba al de un cubata: música sólo apta para iniciados. No es un bocado cocinado para el consumo inmediato, no es de fácil digestión comercial, y de momento su nombre no ha saltado a las radios fórmulas que acaparan la audiencia (en algún sitio he leído como calificaban al disco "Ronroneando", el último de "Sr. Chinarro", como su trabajo más comercial: lo mismo que dijeron de Win Wenders y "París, Texas"). De momento, para el gran público, el nombre de este grupo de rock (batería, bajo, guitarra eléctrica y el propio Antonio Luque a la guitarra acústica hicieron retumbar las paredes del inadecuado auditorio: sentados en butacas cubiertas de terciopelo movíamos nuestras cabezas mientras echábamos en falta un botellín de cerveza) sólo suena al del actor regordete y calvo que daba la réplica a los payasos de la tele. Y eso sólo si eres mayor de treinta años.

sábado, mayo 03, 2008

"El sabor de las cerezas", de Abbas Kiarostami

Un hombre conduce su vehículo por las calles de Teherán. Va más pendiente de los transeúntes que de la carretera. Sin duda está buscando a una persona. Al espectador le costará un rato adivinar a quién busca y, mucho más rato aún, para qué le busca. La primera pregunta se contesta cuando establezca su primera conversación con un hombre al que acaba de escuchar hablar por teléfono: busca a un desconocido. Por el tono de la conversación y las frases empleadas averiguamos, además, que la persona a la que busca debe ser alguien necesitado de dinero, alguien dispuesto a llevar a cabo una tarea a cambio de una elevada suma de dinero. Sexo, robo, asesinato. ¿Qué será? Nuestra menguada imaginación se apuntala estúpidamente en el conocido refrán del piensa mal y acertarás.
Recoge a un joven soldado que se dirige a su cuartel después de un permiso. La conversación intrascendente, larga, que se establece entre el conductor y el soldado, acrecienta nuestra incertidumbre, nos sienta en el asiento del copiloto y nos hace receptores de la sospechosa oferta. Nos hemos montado en el coche de un desconocido, un hombre de buen aspecto y correctamente vestido que conduce un vehículo todoterreno y que nos lleva a un lugar apartado para realizar un, suponemos, pequeño trabajo. El joven soldado huirá corriendo colina abajo al enterarse de su siniestra misión.
La muerte es una experiencia ajena. Es el punto final de una vida y como tal, no tenemos recuerdos de ella, es más, vivimos como si no supiéramos que vamos a morir. Con la edad supongo que se aproxima inevitable el miedo a la muerte, expectativas de agonía o dolor o incluso de la condenación del alma. La claustrofobia aterradora, la posibilidad de ser enterrados vivos: esa sí que nos hace volver corriendo en busca del taxidermista turco.
Película de preguntas. Al final quedarán sin respuesta tanto el destino final del protagonista como los hechos que le han llevado a tan desdichada situación. El suicidio como el fin de una expectativa, como la entrada en un callejón sin salida. Cul-de-sac. Al llegar a ese punto hay que hacer lo mismo que se haría cuando nos perdemos entre las callejuelas de una ciudad desconocida: volver sobre nuestros pasos y probar en otra dirección. Eso es lo que hace el señor Badii conduciendo su automóvil por caminos polvorientos. La búsqueda del impulso vital de seguir adelante. Quizá se encuentre en cosas mínimas. Como el dulce sabor de una cereza.

El entierro musulmán («dafan»): el cuerpo se deposita, tumbado sobre su costado derecho y con el pecho y la cara en dirección a La Meca, en una fosa excavada directamente en la tierra (con la profundidad suficiente para que no salgan los olores y el cuerpo esté protegido de los animales carnívoros), sin féretro alguno. Por último, se vuelve a rellenar dicha fosa con la misma tierra que se evacuó al cavarla. Sobre ella no se pondrá adorno alguno.

domingo, abril 27, 2008

"Pozos de ambición", de Paul Thomas Anderson

Hace unas semanas el Papa Ratzinger lanzó un torpedo directo a la línea de flotación de la economía mundial: amplió la lista de pecados capitales incluyendo, entre otros, el mandato de no causar pobreza ni de enriquecerse hasta límites obscenos (no se especificaba la cantidad que el Vaticano considera obscena: mi límite de obscenidad a muchos seguro que les parece calderilla). Aquello produjo una conmoción social sin parangón. Al enterarse de la noticia, los especuladores y los millonarios salían de sus casas arrasados en lágrimas, despojándose de sus vestiduras, vistiéndose de saco y cubriendo sus cabezas con ceniza. Acudían raudos a las iglesias en busca de confesión: unos cuantos mea culpa soltados al cura entre sollozos y pucheros, y otra vez a la calle limpios como patenas: es lo que tiene la moral católica, sus pecadillos se limpian fácilmente. En fin, ya le hubiera gustado al ínclito Benedicto, antiguo gran inquisidor, haber logrado provocar semejante alboroto con sus muestras de poder divinamente revelado (infalibilidad pontificia, nada menos: ni Einstein aspiraría a poseer semejante don) en forma de proclamas y dogmas. Y a mi también: menudo espectáculo sería ver a los miembros del consejo de administración de cualquier banco intentando meter la cabeza por el ojo de una aguja, malinterpretando alguna cita bíblica.
La película trata de capitalismo y religión, dos de los pilares fundamentales de la mítica cultural norteamericana. El tercero puede ser el patriotismo (mejor patrioterismo: himno, bandera y mano en el pecho), algo muy curioso en un país donde muchos de sus habitantes miran con nostalgia a la miserable tierra europea de la que salieron sus abuelos y están orgullosos (o no) del origen ancestral de su apellido. Daniel Day-Lewis interpreta (magnífico) a Daniel Plainview, un prospector petrolero adusto y ambicioso, típico self made man, que afronta cualquier tarea por dura y penosa que sea con tal de alcanzar sus metas (la primera parte de la película, sin duda lo mejor, rememora de forma magistral las primitivas formas de explotar las minas y los pozos a finales del siglo XIX: Germinal californiano). Prospera a base de comprar terrenos que sabe impregnados de petróleo a pobres granjeros incautos que sobreviven arrancando un puñado de hierbas a eriales semi-desérticos. En su camino se cruzará un joven predicador, interpretado por Paul Dano (este actor me impresionó en su papel de hermano mayor, con voto de silencio nihilista incluido, en "Pequeña Miss Sunshine"; en "Pozos de ambición" también consigue algunas notables escenas), director espiritual de una pequeña comunidad cuyos terrenos rebosan de oro negro. El pastor de almas quiere su tajada en el negocio, a mayor gloria del Señor, claro. Al fin y al cabo, el fin último de cualquier religión es llenar el cepillo y la extorsión espiritual de un párroco puede ser tan fuerte como la del más sanguinario componente del sindicato del crimen (ministros condenados al infierno por su voto socialista, humillan sus cabezas prometiendo sus cargos a la sombra de un crucifijo: de la democracia del contrato social, a la teocracia del chantaje social). Entre la superstición ignorante y la avaricia estéril se desarrollará el drama atávico de esta gran película.
Criticando y reescribiendo el pasado, basándose en una estética que por buscar intensamente la veracidad de la puesta en escena resulta renovadora, el director Paul Thomas Anderson conecta con los problemas del presente. Lo hizo Clint Eastwood con "Banderas de nuestros padres", David Fincher con "Zodiac" o los Coen con "No es país para viejos". Sin duda, algo se mueve en el último cine americano. A mayor gloria del Séptimo Arte, claro.

domingo, abril 13, 2008

Libro. "Historia del cine", de Mark Cousins

El sábado entrevistaban a Jean Giraud en "Babelia", el suplemento cultural de "El País". Al leer la entrevista hubo una frase que llamó mi atención: «El cine era mi cultura. Pero eso se acabó». Sostiene el genial Moebius que su interés por el cine se acabó con la muerte de Sam Peckinpah, y de la misma manera afirma que su curiosidad musical finalizó al morir John Coltrane: esta boutade tan impresionante (ambos llevan largos años criando malvas, sobre todo el segundo del que ya se han cumplido cuarenta años de su muerte) y tener tan claro el momento final de una pasión compulsiva, el finiquito de estas filias tan profundas, me produce escalofríos además de cierta incredulidad (seguro que se estaba tirando el moco con el incauto periodista). Me he pasado media vida escuchando música y viendo películas y, afortunadamente, mi querencia por estos asuntos sigue intacta. Cada poco descubro nuevos autores, nuevos artistas, que me siguen maravillando, fascinando, asombrando. All I do is keep the beat and the bad company.
Tres años van y, como de costumbre en esta historia bloguera, la persona que sabe todas las fechas hace un regalo a este pequeño Licantropunk: el libro que da título a esta entrada. Cuando he empezado a leer otras obras similares me ha pasado como cuando estudiabas historia en el bachillerato: casi nunca se llegaba a la mitad del temario. Fechas, nombres, más fechas, más nombres. Supongo que cualquier historia, independientemente del tema tratado, se reduce a eso. En este caso parece que la obra pretende hacer hincapié en las películas más innovadoras, aquellas creadoras de un estilo o una corriente renovadora, sin ánimo de mencionar unicamente las producciones más premiadas o más conocidas. Por fuera la fachada es un poco seria, pero por dentro el libro invita a perder/ganar el tiempo recorriendo sus páginas. Se lee como un ensayo más que como un diccionario: letra gorda y muchos santos, como tiene que ser. Ya veremos si llegamos hasta la invención del sonoro, al menos.
Otro año de cine. Si a Moebius se le pasaron las ganas, a mi no. Desde luego que no.

sábado, abril 12, 2008

"Bailar en la oscuridad", de Lars Von Trier

Manifiesto Dogma. Manifiesto zapatista, manifiesto surrealista, manifiesto comunista, manifiesto de los 2300, o manifiesto por la prohibición del foie gras: doctrinas de asamblea que se firman entre vítores y proclamas: obligaciones trascendentes que se olvidan cuando llega la resaca. En la obra "Historia del cine" de Mark Cousins, leo que para estimular la democratización última del cine, los firmantes de Dogma «se comprometieron a respetar un voto de castidad basado en los siguientes principios: no construir ningún decorado, utilizar escenarios reales, no recurrir a atrezzo alguno, no incluir música, sostener la cámara sin soporte alguno, no utilizar ninguna iluminación especial, no incluir ninguna acción superficial (como un asesinato), no recurrir a flashbacks ni a ningún otro elemento de género, respetar la pantalla 4:3 tradicional y, por último, no incluir el nombre del director en los créditos». Más allá del marketing instantáneo de utilizar el término Dogma (pegadizo como la letra de la canción del verano) sí que se produjo una conmoción cinematográfica que, en plena revolución "Matrix", dio a muchos realizadores mayor libertad creativa al permitirles optar por un cine mucho menos técnico. La navaja de Ockham en vez de la de Buñuel: entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem. Los recientes éxitos cámara de vídeo en mano serían herederos (putativos) de aquel revuelo purificador.
"Los idiotas" será la primera película Dogma de Lars Von Trier. Otras de su filmografía serán muy cercanas a los planteamientos del manifiesto, como "Rompiendo las olas" o "Dogville" (en esta, la mejor que he visto de este director, el postulado de no construir ningún decorado se lleva a sus últimas consecuencias: el resultado es genial). En "Bailar en la oscuridad" sencillamente se pasa la mayor parte del manifiesto por el... Queda la estética, en cuanto a falta de iluminación y cámara al hombro, en algunos pasajes de la película. El director se adentra en el musical para relatar un cuento cercano al serial radiofónico de posguerra (folletín de ciegas desvalidas, maldades sin nombre y finales desgraciados) salpicado de números musicales de sorprendente coreografía: la mezcla queda un poco extraña. Björk, el hada ártica dotada de voz extraterrestre, diva magistral del pop mundial, interpreta a Selma, una emigrante checoslovaca que va a Estados Unidos a trabajar y ganar dinero para poder operar a su hijo. El recibimiento amable que recibe en la tierra de la libertad, se trastocará en violencia y felonía: no hay acción más vil y cobarde que robarle la pasta a un ciego. Ese transito a la ruindad y la bajeza es exactamente lo mismo que sufrirá Grace (interpretada por Nicole Kidman), esclavizada por los habitantes del pueblo de Dogville que la habían recibido con los brazos abiertos: Lars Von Trier critica en ambas películas, sin el menor pudor, la hipocresía y maldad latente en la sociedad estadounidense.
El diario "Público" regalaba este viernes la película "Bailar en la oscuridad" al comprar el periódico. Así sin más, sin cupones, sin recargos. Un euro por una película y un periódico. Llevan muchas semanas haciéndolo y con grandes títulos como "Elephant" o "El hundimiento". Busco está última en la web de Fnac y piden 11,95 euros por el DVD. Ni me salen las cuentas, ni comprendo como no hay tortas los viernes en los kioskos.

domingo, abril 06, 2008

B.S.O.


Una visita a La Casa del Tío Sain nunca es un rato desperdiciado. Allí encontré colgada una cinta parecida a la que he colocado aquí, con otro repertorio pero igualmente bueno. Muerto de nostalgia (flashback de radiocassette stereo con contador de vueltas y autoreverse, desgastado por miles de horas de vuelo; bolígrafos Bic que desatascaban cualquier cinta a golpe de muñeca; estanterías llenas de cajitas de plástico de la marca TDK: rodar y rodar: con un loro cerca no había espacio para el aburrimiento) he preparado una recopilación improvisada en un santiamén. La primera canción permite acompañar a la perfección la lectura del post anterior. Maravilla Internet.

sábado, abril 05, 2008

"París, Texas", de Wim Wenders















El loco
Un hombre vestido con traje y corbata camina por el desierto. Cuerpo famélico apresurado de mirada ausente. El desierto como lugar bíblico de expiación, de transformación y de aprendizaje: penitencia autoinflingida. Mudo e insomne: quizás si no hablo, si no duermo, si me comporto como un loco, el pasado no sabrá encontrarme, mis actos caerán en el olvido y ella volverá. O nunca se fue. Cierra cuidadosamente una garrafa de agua vacía antes de abandonarla en la arena y ese gesto leve anticipa que hay una chispa de lucidez en su mente.
El hermano
Cuando no queda nadie, te queda un hermano. Responsabilidad originada en la cuna, obligación de nacimiento. Me acordaba de "Rainman", el hermano cuerdo tirando del brazo del hermano loco. Irá a buscarte al otro lado del mundo: no necesita un buen motivo: afeitará tu cara, quemará tus harapos y te dará la cena. El rescate.
El padre
Veinticuatro horas al día: ser padre no cierra nunca. El niño abandonado pierde todas sus referencias, las construye de nuevo (infinita capacidad de adaptación) y entierra sus recuerdos. La función padre no se puede poner en pause. El reinicio no puede ser fácil.
El amante
Metáfora inmejorable de la ausencia, de la imposibilidad. Habitación de interrogatorios, sala de visitas del presidio, diván del psiquiatra: el peep-show de Houston transformado en confesionario. Imagen parlante al otro lado del espejo: tan cerca, tan lejos. Esta película es/será Historia en el cine por esas escenas.
El héroe
La renuncia o el sacrificio para poner orden en el mundo.
La guitarra de Ry Cooder, implacable, desgarra los fotogramas y araña las entrañas.

¿Cuál es tu ciudad invisible, Travis?
París, Texas.

sábado, marzo 29, 2008

"El orfanato", de Juan Antonio Bayona

"El orfanato" es un título que ya avanza de qué va la cosa. La palabra orfanato sabe a drama familiar, a soledad y a dolor, utilizándose ese término en desuso (ahora se utilizan otros más políticamente correctos como hogar cuna) para enfatizar ese algo arcaico y decrépito, memorias en sepia de cuidadores sádicos y de niños Oliver Twist, de miseria y de posguerra (precisamente una de las épocas favoritas de Guillermo del Toro, productor de la película, a la hora de ambientar sus películas: "El espinazo del diablo", "El laberinto del fauno") si bien no se ha hecho nada mejor, para mostrar fielmente la situación de los hospicios españoles de hace 60 años, que el cómic "Paracuellos" de Carlos Giménez recientemente reeditado: una obra maestra de la viñeta.
De un tiempo a esta parte el cine español, el de mayor recaudación y promoción y más conocido, se ha poblado de tramas que tienden hacia el genero fantástico y de terror. No sé si la tendencia se inició con el taquillazo de "Los otros" de Alejandro Amenábar o algo más atrás con cintas como "Los sin nombre" de Jaume Balagueró, o incluso con productos foráneos como "El sexto sentido" de M. Night Shyamalan, auténtico blockbuster del género. En general son producciones donde no se abusa del grito histérico, el asesino brutal o la sangre a borbotones, recursos habituales del cine de terror adolescente estadounidense, donde el paradigma de referencia sería la filmografía del director Wes Craven ("Scream", "Pesadilla en Elm Street": Freddy Krueger fue el monstruo cinematográfico más popular de los 80). El estilo de este cine fantástico español se centra más en los espíritus de los difuntos (mi fantasma favorito del cine español es el Fiz de Cotovelo interpretado por Miguel Rellán en "El bosque animado" de José Luis Cuerda. Sus charlas con el bandido Fendetestas, encarnado por Alfredo Landa, llevan el sello inconfundible del gran Rafael Azcona: otro irrepetible) y, entre estos inquietantes duendes, preferencia clara por los fantasmas de niños. Un caserón antiguo y un grupo de fantasmillas que hayan padecido muerte violenta antes de tener edad para sacarse el graduado escolar, establecen los ejes argumentales de la mayoría de los guiones. A ello añádase una mujer de alrededor de cuarenta años, delgada y rubia (Nicole Kidman, Calista Flockhart, Belen Rueda) y dispuesta a meterse en la boca del lobo y ya tenemos a la protagonista. Incluso el secuestro realizado por habitantes de la dimensión desconocida recuerda a la niña atrapada por la televisión en "Poltergeist" de Tobe Hopper. ¿Niños atrapados por la televisión? Ya están aquiiii.
Así pues, la película no aporta nada al género y da cierta pereza: temas demasiado manidos. Es, sin embargo, un producto de impecable factura. El debutante director, Juan Antonio Bayona, aprueba el examen demostrando que dirigir vídeos musicales de Camela o de OBK no supone una merma de profesionalidad, todo lo contrario, más bien afirma que cualquier ocasión es buena para aprender y que lo bien hecho bien parece: no hay trabajo pequeño y hay que estar preparado para cuando te llega la gran ocasión. Por otro lado, Belén Rueda hace un buen papel al que aporta credibilidad en su interpretación (madres trágicas que atraviesan puertas hacia lo desconocido buscando niños perdidos) y demuestra sus condiciones de excelente actriz a pesar de sus escasas apariciones en la pantalla grande. Será que el bar de "Los Serrano" hace buena caja todas las noches y, ya se sabe, la hostelería es muy jodida y no conoce domingos ni días de fiesta.

miércoles, marzo 26, 2008

"Al otro lado", de Fatih Akin

Generosidad sin límites: el jubilado Ali hace una oferta ineludible a la puta Yeter y Lotte acoge en su casa a la desconocida Ayten. Yeter y Ayten, madre e hija separadas porque todo emigrante deja su tierra natal en busca del paraíso guardando la esperanza del reencuentro, si no el viaje sería imposible ante el temor del olvido permanente. Naufragios en las playas del sueño europeo: ataúdes en tránsito remiten a los muertos en tierra ajena, ya sean víctimas de la violencia de género (la terrible bofetada que pone en marcha una espléndida película) en los suburbios obreros de Bremen o de los juegos salvajes de los niños de la calle de Estambul: los huérfanos kurdos sueñan acostados sobre bolsas impregnadas de pegamento.
El director pone en escena a estos personajes que se buscan y no se encuentran, solitarios, desarraigados, desilusionados. Un padre, un hijo. dos madres, cada una con una hija. Seis transeúntes a la deriva entre Alemania y Turquía, con el trasfondo de la hipocresía europea y la ausencia de libertades al otro lado del Bósforo.
Una historia magnífica y una hermosa película.

sábado, marzo 15, 2008

"No es país para viejos", de Ethan Coen y Joel Coen

Bardem, en la película, tiene cara de ajedrecista ruso de los de la época de la guerra fría. Será por el peinado Karpov (enlazo una genialidad: Anatoli Karpov parodiado en "La hora chanante"). O por la frialdad intelectual de sus actos homicidas: las víctimas son meras piezas de un juego en el que siempre gana él. El desprecio absoluto por la vida de sus semejantes se refleja en que una de sus armas favoritas sea una pistola de aire comprimido de las que se usan para sacrificar al ganado: precisa, silenciosa y exenta de cualquier romanticismo. Y ahorra balas: el ser humano, mediocre y molesto, no vale el precio de un proyectil del calibre 9 mm, si se puede evitar el gasto. El psicópata total, un Anibal Lecter con las medidas de un armario ropero (Javier Bardem fue tercera línea de la selección española juvenil de rugby: músculo no le falta pero la capacidad camaleónica de afrontar cualquier papel al que se enfrente por diverso que éste sea, tampoco). La cucaracha que sobrevivirá al holocausto nuclear.
Lo que no entiendo es por qué le han dado el Oscar al mejor actor secundario cuando él es el protagonista indiscutible de la cinta. El cine de los Coen siempre se ha caracterizado por una construcción minuciosa en los detalles y unos personajes llenos de matices, de los que permiten el lucimiento del actor. El mayor ejemplo de ello sería "Fargo", en la que hasta el menor de los papeles interpretados resulta interesante y atractivo (el asesino interpretado por Peter Stormare en "Fargo" siempre me ha recordado a un antiguo jefe: sí, ya sé que es una comparación muy cabrona). Y otros grandes ejemplos de su filmografía como "Muerte entre las flores", "Arizona Baby" o "El gran Lebowski", una comedia realmente magistral.
Así que sin el personaje de Anton Chigurh y la caza del hombre que éste lleva a cabo, la película se queda en una reflexión, lastrada por la pesadez de algunos monólogos que suenan a sermón cuaresmal, acerca del paso del tiempo y la vejez que no comprende los tiempos libertinos y salvajes que le ha tocado vivir. Cualquier tiempo pasado, etc, etc. Sin embargo, esta es la paradoja irresoluble de la sociedad estadounidense: un pueblo que conquistó su territorio bañándolo en sangre y que, herencia maldita, no ha sabido deshacerse de esa carga de violencia que le persigue década a década. No en vano la película comienza con un venado en el punto de mira del rifle, como en "El cazador" de Michael Cimino. Pero De Niro, al final, harto de sangre, no aprieta el gatillo.

sábado, marzo 08, 2008

"Corrupción en Miami", de Michael Mann

Una serie con estilo propio: marcó la moda del verano de 1984, cuando se estrenó en TVE. Americanas arremangadas, camisetas y pantalón de pinzas. Mocasines y gafas de sol de montura negra de plástico. Colonia Vorago y el famoso Ferrari Testarossa. Vivir en un barco compartido con un cocodrilo llamado Elvis. Y sobre todo la infinita tristeza del teniente Castillo interpretado por Edward James Olmos, tristeza que luego heredaría David Caruso en el personaje de Horatio de "CSI Las Vegas". ¿Eres más de Horatio o de Grissom?: pregunta de test para perfiles psicológicos de futuros inspectores de policía. El sol de Miami contrasta con la amargura de sus ángeles guardianes.
Michael Mann creó esta serie de culto y de repente la figura del policía adquirió un glamour inusitado. Estética de videoclip y de modernidad, tan alejada del aspecto que, aquel mismo año, tenían los maderos que aparcaban sus lecheras en las calles aledañas a aquellas por las que discurrían las manifestaciones en contra de la Lode. Maravall, el conejo de la Lode y el cojo manteca. Ya no recuerdo por qué protestábamos pero seguro que había un buen motivo: en materia de educación siempre lo hay.
Así pues, el director resucita su idea 20 años después y le sale una buena película. Su primer acierto es que el homenaje se deja en el título y en el nombre de los personajes, pasando la acción a tiempos contemporáneos y enterrando los ochenta en rincones sensatos. Jamie Foxx se pone en la piel de Ricardo Tubbs con el mismo nivel de frialdad profesional que desplegaba Philip Michael Thomas, y Colin Farrell es un Sonny Crockett más sucio y apasionado que el repeinado Don Johnson (el aspecto del personaje de Farrell me ha hecho pensar en Rodney Falk, el excombatiente del Vietnam que aparece en la novela "La velocidad de la luz" de Javier Cercas).
Siendo una película policíaca o de acción bastante entretenida, sin duda su mayor interés reside en el tratamiento de la imagen que realiza el director. Michael Mann ha firmado tres películas bastante parecidas en su puesta en escena y en su tratamiento de las personalidades íntimas de criminales y agentes de la ley. La primera de ellas, "Heat", es una obra maestra: virtuosismo de las escenas de acción y tensión dramática en cada plano. Sin más (y sin menos). Con "Collateral" fue pionero en realizar una película de gran presupuesto en alta definición, tecnología que ha seguido empleando en "Corrupción en Miami". De este modo ha conseguido que en películas en las que predominan las escenas nocturnas (sobre todo en "Collateral", donde la trama trascurre en una sola noche) los cielos nocturnos se llenen de colorido y las luces de la ciudad sirvan de potente telón de fondo para la acción, dotando a la imagen de una impresionante belleza plástica y de una atmósfera onírica en condiciones extremas de luminosidad. Como leí recientemente, es el fin de la profundidad de campo y la afirmación de la realidad casi documental en el escenario, de modo que el cine explora las fronteras de sus metáforas visuales. Todo sea por la afirmación de la infinita tarea de la búsqueda de la belleza.

lunes, febrero 25, 2008

"Promesas del Este", de David Cronenberg

La disolución de la Unión Soviética y el derrumbe del comunismo como sistema que regía con puño de hierro todos los ámbitos de la vida de los habitantes del otro lado del telón de acero, desembocó en una grave crisis económica. El proceso lo cuenta muy bien Jorge Volpi en su novela "No será la tierra" (esta novela cierra una trilogía que trata algunos de los más significativos hitos históricos del siglo XX: los juicios de Nuremberg y la génesis del proyecto Manhattan en "En busca de Klingsor" y el mayo del 68 y la crisis de las ideologías en "El fin de la locura". "No será la tierra", sin embargo, no está a la gran altura de sus predecesoras). Se pretende pasar del comunismo al capitalismo, pero lo primero que falta en Rusia en aquel momento son millonarios. Pragmatismo soviético: si no tenemos los inventaremos. De este modo se inicia un proceso de liquidación de las empresas estatales a precio de saldo. Dinosaurios herrumbrosos, pero que escondían unos recursos naturales de incalculable valor, salieron a la venta para que los comprará el más arrojado. O el más avispado. La mayoría quedarán en manos de antiguos oligarcas y funcionarios conscientes de su verdadero precio. El caso de Jodorkovski y la petrolera Yukos será uno de los más conocidos: de comunista convencido a hombre más rico de Rusia y de ahí a preso en una cárcel de Siberia: la URSS hizo el tránsito a la democracia, pero no del todo (aún existen los disidentes, o sea, todo aquel que molesta a Putin, cuya antigua filiación al KGB hace que se desborden las sospechas sobre sus entrenadas aptitudes). En aquel entonces se deshizo por completo un sistema económico para crear otro que lo sucediera y así pues, a principios de los 90, mientras se abrían cientos de MacDonalds que alimentaran los sueños (vacuos) de los niños postcomunistas, se produjo una terrible hambruna que generó una legión de candidatos a criminales a sueldo y prostitutas venidas del frío. Los desheredados de la fortuna exigen su parte, sea como sea, en otro de los inseparables componentes de la economía de mercado.
Las mafias y los sistemas dictatoriales tienen mucho en común. Sistemas de fuerte jerarquía donde el líder es el dios supremo; códigos de silencio impuestos más allá de la quietud de las lápidas; enriquecimientos ilícitos dirigidos por anteponer el beneficio al escrúpulo, la ambición a la piedad. Sólo la familia, la sangre en realidad, es el resquicio donde se permite realizar demostraciones sentimentales y el fiero león implacable puede convertirse en un padre cariñoso. El padrecito, como llamaban a Stalin. Padre, padrecito, padrino: figuras paternales: Saturno devorando a sus hijos.
Supongo que la impronta de "El Padrino" de Coppola es tan poderosa y tan característica, que cualquier capo cinematográfico moderno debe someterse a la comparación con el gran Brando y la actuación de Armin Mueller-Stahl resuelve el examen con soltura (este actor hizo otro gran papel como antiguo criminal de guerra que va a juicio defendido por su propia hija en la película "La caja de música" de Costa-Gavras). Del mismo modo Vincent Cassel realiza a la perfección el papel de príncipe destronado, de heredero indigno del jefe que nunca podrá ni soñar en emular su magnifico reinado, más cerca del débil Fredo que del brutal Sonny Corleone. Y así, dentro de esta comparación entre familias criminales, queda la comparación de los infiltrados, la de Michael Corleone con Nikolai Luzhin. Porque el personaje de Al Pacino también es un infiltrado en un mundo al que no desea pertenecer, el héroe que queda atrapado en la red que más quiere evitar. Sometido a un destino impredecible, termina sentándose en el lugar más odiado: como le pasa a Viggo Mortensen en el final de "Promesas del Este".
Cronenberg se asoma de nuevo al cine negro de gansters y mafias aportando sus toques característicos (psicosangrientos), como ya hiciera en "Una historia de violencia" y, como en aquella ocasión, Viggo Mortensen está esplendido en el papel protagonista, algo que ya no es ninguna sorpresa. Perfecta mirada fría en un fibroso cuerpo tatuado que recuerda el de Max Cady. Puede que haya tenido que luchar a muerte desnudo contra dos matones chechenos en unos baños públicos, pero también puede que le baste esta noche para hacerse con la ansiada estatuilla. Nunca se sabe.
Excelente final, justo en el punto en el que debían aparecer los títulos de crédito: no había que dar más explicaciones. Sólo sembrar alguna duda.

sábado, febrero 16, 2008

Preestreno de "En el punto de mira", de Pete Travis

Esta semana el mundo del cine ha tenido un protagonismo especial en la vida local salmantina. La noche del miércoles se produjo en el Teatro Liceo de Salamanca el preestreno de la película "En el punto de mira", de Pete Travis, una superproducción hollywoodiense que se podrá ver, en todos los cines que consideren oportuno programarla, a partir del 29 de Febrero. ¿Y por qué ha tenido Salamanca el privilegio de su primera proyección? Pues porque la trama de la película gira en torno a un intento de asesinato del presidente de Estados Unidos mientras éste se encuentra de visita en la capital charra. Ni más, ni menos: una explosión enfrente del balcón del ayuntamiento pretende acabar con la vida del ínclito líder mundial. Sin embargo para realizar el rodaje los actores no han pasado por aquí si no que se preparó en Mexico una reproducción a tamaño real de la Plaza Mayor, algo que dejaría pasmado al mismísimo Churriguera (el resultado se puede apreciar en la foto que acompaña a esta entrada). 400 invitados asistieron el pasado día 13 a tan señalado acontecimiento social-cinéfilo y entre ellos estaban una pareja de buenos amigos que se han prestado a contestar las preguntas de los que no pudimos acompañarles. Con sus respuestas formaremos una entrevista virtual. Al entrevistado lo llamaremos "M", como el ignoto jefe de James Bond, y al entrevistador lo llamaremos "L", como la serie de rollo lésbico que emite Canal +. Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas.

L: Primera pregunta obligada: ¿qué te ha parecido la película?
M: Mi cutre-opinión de ella, es que es una americanada. No de las peores, ni mucho menos, pero una americanada como tantas. Y eso que no empezó mal, que inicialmente parecía apuntar mejores maneras. Al fin y al cabo está dirigida por un europeo, por el irlandés Pete Travis, que antes dirigió "Omagh", y esta película también va de un atentado terrorista aunque en este caso sea ficticio. Pero según avanza la película se disipan las dudas y se desarrolla como toda película de acción americana.
L: ¿Qué tal los actores?
M: A mi me parece que se dejan a la mitad de los personajes por el camino. Que los únicos que están bien llevados son los de Dennis Quaid y en todo caso Forest Whitaker.
L: Esta película tiene su importancia (y a fin de cuentas es el motivo por el que le dedicamos una atención especial) porque la acción trascurre en Salamanca, claro, algo nada corriente en una producción estadounidense (ni de cualquier otro lugar) ¿cómo queda retratada la ciudad en la película?
M: En lo que se refiere a la ambientación salmantina, si ya eran pocos los americanos que no situaban a Salamanca o a España dentro de México, ahora lo van a ser menos. Aunque la película trascurre supuestamente toda ella en Salamanca, lo único que hay de la ciudad son las tomas aéreas y la Plaza Mayor de cartón piedra que se construyó en México. Y allí es dónde está rodada toda la película, en la ciudad mexicana que sea. Y sí, seguro que los extras serán todos "charros", pero de los otros, no de los de aquí.
L: ¿Qué tal fue el acto del preestreno? ¿Visteis a los actores protagonistas?
M: Hay que tener en cuenta que aquello era una "premier" mundial con toda la parafernalia al efecto: alfombra roja, "foto-call", invitados famosetes, etc. Allí vimos a Matthew Fox, Forest Whitaker y Eduardo Noriega ("papelazo" que tiene en la película) y al director Pete Travis (típico irlandés al que no puedes imaginar de otra manera que no sea con una jarra de cerveza en la mano). Repartieron en la calle "spanish kisses", fotos y autógrafos a diestro y siniestro, y nos soltaron dos palabras a los que acudíamos al estreno. Como aderezo llevaron a una cuadrilla de famocutres de "OT" y pelandruscas por el estilo que deben llevar como ganado de evento en evento (por la noche tenían fiesta exclusiva para ellos y para los "peperos" con barra libre en "Morgana"). De lo que yo iba a ver, que es si aparecía Pilar Rubio para retransmitir el evento para el "Sé lo que hicisteis", nada de nada.
L: Es que aquella noche Pilar Rubio estaba en la entrega de los "TP". Y Trinidad Jiménez en "El hormiguero" intentando hacerse la graciosilla. (Un recuerdo para todos los que el 13 de Febrero nos quedamos en casa viendo la televisión).
M: Ya lo he visto esta tarde, que les han dado un par de "TP" a los del "Se lo que hicisteis". ¡A quién se le ocurre hacerlo el mismo día! Para una oportunidad que tenía de ver a Pilar Rubio, o en su defecto, a la no menos interesante suplente Berta Collado. También entiendo así que los "famosetes" que vinieron fueran tan cutres. Habrá que esperar al próximo estreno mundial. (N. del L.: Nos estamos alejando del tema)
L: Sólo por ver a Forest Whitaker en vivo merecería la pena asistir al evento ¿no?
M: Pues sí, realmente lo más interesante fue ver a Forest Whitaker, que además de ser el único que tiene un Oscar, se ve que es una persona a la que merece la pena conocer. Que se ve que es un tío sencillo y con los pies en el suelo, que no se deja llevar por la vorágine de la fama. (Que, por cierto, yo creo que no habría sido tan difícil encontrarle un actor de doblaje con una voz más acorde a su personalidad). Matthew Fox y Eduardo Noriega, que van de guapos por la vida, pues están más al rollo mediático. Y eso que se les ve que son un poco nuevos en esto (Matthew está en el salto de la pantalla pequeña a la grande, y Noriega en el salto de Madrid a Hollywood). Denis Quaid (que es el protagonista de la película) no venía.
L: El Teatro Liceo antes de la reforma del 2002 se dedicaba principalmente a proyectar películas, como cualquier otro cine de la ciudad. ¿Qué tal se veía la película ahora que ya no está habilitado como cine si no que se dedica sobre todo a la representación teatral? (vamos, que como te toque gallinero vas jodido).
M: En cuanto a visibilidad, no teníamos problema porque estábamos en la platea. Pero más allá de privilegiados como nosotros, aquello era una mierda para poder ver bien la película, como te puedes imaginar. O tienes una columna delante, o te estorba la barandilla o la balconada de encima. Además los privilegiados teníamos regalitos en nuestras butacas (flores, perfumes, chocolatinas...) pero en los gallineros no había para todos y sólo había en algunos asientos. Ahí se nos acabaron los privilegios, porque para la fiesta VIP de "Morgana" (o "Klimt Galery") ya estábamos excluidos. Así que no nos tocó ni canapés para cenar, ni barra libre de copas, ni bailoteos con pelandruscas y pelandruscos. Toda una suerte por otra parte. En la fiesta VIP tampoco estaban ni Whitaker ni Fox, que piraron para Madrid, aparte de que ya estuvieron conociendo Salamanca la noche antes sin previo aviso. Sólo se quedó Noriega, y durante un rato. Así que nada nos perdimos.
L: Una noche de glamour que pasará a la historia local ¿no?
M: No comparto la opinión que he leído en la prensa de que han venido los americanos como en "Bienvenido Mr. Marshal" porque me parece que se han volcado en la ciudad y con la gente. Para saludar desde el coche (más bien desde el microbús) e ir de divos ya estaban los patéticos famocutres nacionales.
L: ¿Crees que el público salió satisfecho de la película?
M: He leído hoy que en Salamanca la película se estrenará un día antes que en el resto de España. A ver qué le parece a la gente. En la premier del Liceo hubo discrepancia respecto a los aplausos. Yo he de reconocer que fui de los que no aplaudí más que los aplausos de cortesía. Pero cerca teníamos a unos amiguetes del Noriega que aplaudían como si le tuvieran que dar un Oscar. Los técnicos municipales del evento nos han prometido que la próxima vez procurarán traer cine de autor para los exquisitos como nosotros. Tampoco la película trata de ocho historias, como cuenta la prensa, sino de ocho puntos de vista del mismo acontecimiento. Un recurso que ya debió utilizar Pete Travis en "Omagh".

domingo, febrero 10, 2008

"4 meses, 3 semanas, 2 días", de Cristian Mungiu

Rumanía, 1987. Poco sabemos de aquel lugar y aquella época. En 1989 vimos como al dictador Nicolae Ceausescu y señora les tomaban la tensión arterial antes de que tuvieran el honor de protagonizar la más conocida snuff movie de la caída del telón de acero: Rumanía irrumpe en los telediarios y es noticia de portada por la ejecución del segundo vampiro más conocido del país. Hasta entonces y de entonces, poco más. El director Cristian Mungiu se ha propuesto realizar un retrato de aquella época, una serie llamada Relatos de la edad de oro de la que "4 meses, 3 semanas, 2 días" sería la primera parte. Si las demás entregas tienen el nivel de ésta, marcarán un hito cinematográfico.
El intento de contar con fidelidad, de ser un espectador ecuánime, le dan a la cinta un carácter casi documental. La cámara toma distancia y nunca está a menos de 2 metros de los actores; se fija un plano y se mira porque para captar la intensidad dramática de una escena no hace falta pegarse a la cara del actor (la película da sensación de antigua porque el cine actual tiende a abusar del primer plano y a tener al cámara moviéndose constantemente entre los actores: puede ser un recurso pero nunca un abuso) y al observador no hay que atosigarle con explicaciones: el cineasta sutil tiene que hacer que nos preguntemos qué es lo que pasa en la habitación de al lado.
Vi la película sin saber nada de su argumento. Cuando un blog, un periódico o una revista trataba del tema, pasaba página. Ya lo leeré después. Así, el placer de ver esta película ha sido muchísimo mayor y, en consecuencia, no me apetece contar nada de la trama. Sólo recomendarla con vehemencia y esperar, pacientemente, la siguiente sorpresa.

sábado, febrero 09, 2008

"Más dura será la caída", de Mark Robson

Condena sin paliativos del mundo del boxeo. Tanto es así, que la película finalizaba con una invocación directa al congreso de los Estados Unidos para que decretara la prohibición de ese deporte. De ese espectáculo, en realidad. Porque la película está realizada en una época en que los boxeadores eran idolatrados por las masas y cualquier figura que destacara se convertía en una mina de oro, en un gancho ineludible para el público. En esta vida a la gente le gusta lo que otros quieren que le guste, dice el promotor interpretado por Rod Steiger: la película tiene 50 años: estaba todo inventado y el único objetivo ha sido siempre vender más. Toro Moreno, the Wild Man of the Andes, es un gigantón argentino con aspecto de campeón de los pesos pesados. Un gañán sobrado de fachada y falto de cimientos: un tanque de cartón piedra. Lo encumbras amañando todos los combates y cuando llega el gran día apuestas en su contra. Negocio seguro. Humphrey Bogart se mete en la piel (por última vez; será su última película y aquella estética mítica de gabardinas grises y sombreros Borsalino, donde la ausencia de color era una virtud, pasará a la historia prematuramente) de un cronista deportivo en paro que recibe el encargo de vender al escarbador Toro como si fuera el heredero de Jack Dempsey. Never bet on the white guy. Muerte en el ring para boxeadores blancos esculpidos en granito. Sus narices aplastadas besarán la lona sin tiempo para terminar la cuenta del arbitro y sus albornoces de seda colgarán para siempre abandonados en pasillos de penumbra. Eso o convertirse en un viejo sparring sonado. O que Bogart ponga las cosas en su sitio.
Fuera de combate.

domingo, febrero 03, 2008

"REC", de Jaume Balagueró y Paco Plaza

Mi corazón late más deprisa que como lo hacía hace un rato: para qué negarlo. Pero sin duda es una reacción comprensible ante tanto grito histérico (si Manuela Velasco no se lleva el Goya a la mejor actriz revelación, debería llevarse, al menos, el Premio Honorífico de la Asociación de Foniatría) y al mareo inducido por el desordenado movimiento de la cámara, síntoma que ya sentí cuando vi hace años "El proyecto de la Bruja de Blair", película esta a la que "REC" le debe muchas odiosas comparaciones. Lo mejor de "REC": que es tan corta como su título y no me he aburrido viéndola. No se puede pedir más.

sábado, febrero 02, 2008

"El silencio antes de Bach", de Pere Portabella

Una cámara: el espectador. Un plano secuencia atraviesa una estancia pulcra, amplia, silenciosa. Busca al compositor y lo encuentra: una pianola ambulante: música enlatada: en playBach.
Una cámara: un perro. A dos palmos del suelo guía al ciego afinador de pianos (como Morgan Freeman en "Danny the Dog": el músico ciego como una consecuencia natural de la imposibilidad). El instrumento desafinado, inservible, emite un morse que el oído sabio transforma en la clave de la melodía.
Una cámara: la rueda. El camionero melómano (¿por qué no?: no existe un camión que tenga su cabina afónica) huye del ruido cotidiano. Música salvífica: Redemption song, cantaba Bob Marley: quien canta reza dos veces, se muestra en la película.
Bach en la armónica del vagabundo y en el órgano, bosque de tallos de notas, de la catedral de Leipzig, Pére-Lachaise del mito alemán. El maestro delinea un pentagrama con un tenedor y explica la técnica napolitana antes de interpretar las variaciones trivializando la pócima mágica de la genialidad: Goldberg pagará en oro ese algoritmo que lo sacará de la condición de anónimo clavicembalista y disparará su nombre hacia la inmortalidad. La perfección musical a través de un orden fuerte y preciso, un consejo que se puede considerar muy alemán.
Cámara espejo, cámara turista. Pocas veces he visto emplear la cámara de manera tan clara y serena, diáfana, en un fantástico ejemplo de expresividad cinematográfica, hasta convertirla en un actor más del reparto, digna de figurar en los títulos de crédito junto a los actores protagonistas. Busco entre las nominaciones a los premios Goya que se van a repartir este domingo, y no encuentro esta película en ninguna categoría. El 2007 debe haber sido excepcional para el cine español si esta gran obra que acabo de ver (y oír) no alcanza el nivel de las que sí figuran en esa lista (he leído buenísimas críticas de otra que tampoco está en esa lista y que tengo ganas de ver: "En la ciudad de Sylvia" de José Luis Guerín). Pues nada, como no he visto ninguna de las que sí están nominadas, el domingo paso de la gala y me pondré a ver el fútbol y ¡que viva el cine español! Y el Real Madrid, también.