Pablo Larraín (como ya realizó, de manera más lograda, con la figura de la viuda de JFK en "Jackie"), genera una especie de thriller psicológico alrededor de la inesperada, para el resto del mundo, infelicidad plena de Lady Di: tres días de Navidad en familia convertidos en un tormento existencial: la mansión real de Sandringham transformada en el hotel Overlook de "El resplandor" (toques Kubrick no le faltan al metraje): la tradición apasionada por lo inmóvil sepultando el ánimo de cualquier innovación, una barrera de protección ante la amenaza que supone la modernidad para privilegios ancestrales asentados en el apellido familiar. La cinta fabula con una Diana esquizofrénica a la que asaltan los fantasmas del presente pero también los del pasado: su infancia y primera juventud se presentan como un jardín idílico resguardado por el modelo paterno: Spencer, apellido de soltera, alegoría de un Rosebud particular.
Sensacional papel protagonista de Kristen Stewart, actriz que parece haber alcanzado un grado de madurez interpretativa apropiado para cualquier reto actoral que le pongan por delante, abandonando de este modo el riesgo de ser asfixiada por su antigua condición de icono cinematográfico adolescente (recuerda a la trayectoria que tuvo Natalie Portman hasta que destrozó todos sus límites en "Cisne negro" de Darren Aronofsky). Stewart como Spencer da lustre a un guion que en su media resulta algo plomizo y deslavazado, ocurrente y falto de convicción. Y su ruborizante final, mejor ni mencionarlo.
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