
Solo la muerte me apartará de mi misión sagrada, señalado por la divina providencia, caudillo por la gracia de Dios, cortaré la mala hierba. La confabulación extranjera y masónica, jamás demolerá la última reserva espiritual de Occidente. Ahora se celebran 30 años de la vuelta de la democracia, de la reinstauración del poder de las urnas en España. Un ciudadano, un voto. Habla pueblo, habla.
Pero también los dictadores tienen dudas, conciencia, y los cadáveres enterrados en el jardín tienen la costumbre de rondar las alcobas en la quietud de la madrugada. Nada mejor que buscar una voz ecuánime, un Pepito Grillo imparcial, que nos guíe por la senda de la rectitud y la justicia. Sin embargo, ese incauto sin miedo, asomado al balcón de su superioridad moral, corre el riesgo de acabar atrapado en la misma red que pretende cortar. La erótica del poder, la seducción del más fuerte. O simplemente que es más fácil cerrar los ojos y no ver.
La película cuenta el descenso a los infiernos del médico personal (no se si el doctor Nicholas Garrison existió en realidad o es una invención del guionista) del dictador Idi Amin Dada. Este militar alcanzó el poder en Uganda después de un golpe de estado y se mantuvo al mando del país durante los años setenta, implantando un régimen de terror que condujo a la muerte a cientos de miles de personas (¿ha habido alguna vez un dictador que no intentará el genocidio de la oposición? ¿Miguel Primo de Rivera, acaso?). La gran interpretación de Forest Whitaker le hizo merecedor del Oscar (aunque a mi me gustó más en "Ghost Dog"; claro, y también me gustó más aquella fantástica película).
Otro sangriento capítulo de la historia de Africa. Aquí dejo otro más actual.