
Se acaba de estrenar "Rocky Balboa", sexta parte de una serie que se inició hace treinta años. Sin menosprecio de ella, que aún no he visto, he vuelto a ver la primera del año 1976, que supongo no será superada por la última. No en vano obtuvo el Oscar a la mejor película del aquel año: ni más ni menos que contra "Taxi driver" o "Todos los hombres del presidente": Rocky no solo vencía en el ring.
La película trata el tema del héroe de la clase trabajadora, el ídolo popular que surge del arroyo y que, trabajando duro y aprovechando sus oportunidades, obtiene fama y riqueza. "Million dollar baby" también fue mejor película contando lo mismo, solo que el final no era tan feliz. La parte melodramática de la cinta se completa con la historia de amor del matón cobrador de morosos y la dependienta de la tienda de mascotas, interpretada por Talia Shire (nombre artístico de Talia Coppola: sí, la hermana de Francis Ford), cuyo nombre origina una de las frases más famosas de la historia del cine: el grito
¡Adrian! al final del combate. Paradojicamente esa parte, que retrata la vida de las clases sociales bajas de aquel momento, ha resistido mejor el tiempo que la parte puramente pugilística, que ahora resulta caricaturesca cuando en su momento debió ser épica (la mejor película de boxeo y quizá la mejor película de los 80, es "Toro salvaje": punto).
Aquellos fueron años dorados para el boxeo: Muhammad Ali, George Foreman, Sonny Linston, Joe Frazier (
Sly escribió el guión en tres días, después de ver un combate entre Ali y un peso pesado blanco llamado Chuck Wepner: acabo de ver ese combate en
YouTube: Internet es una inagotable fuente de información). El boxeo profesional es una actividad brutal que tiene su toque romántico, desesperado, abrirse camino a golpes, hasta la extenuación. No creo que se le pueda llamar deporte, simplemente es otra cosa. Boxeadores, toreros: más cornadas da el hambre.
Stallone convirtió su personaje en un referente popular, una franquicia que debió reportarle pingües beneficios, lo mismo que Rambo el héroe de la era Reagan, pero que determinó una carrera demasiado condicionada por el físico del actor (tonto no será si fue capaz de escribir el guión de "Rocky", también nominado al Oscar al igual que su papel protagonista: tiene un punto artístico que no se percibe en Arnold Schwarzenegger: la vena republicana, en cambio, es patente en ambos). Ahora, con sesenta años, se llena la cara de
botox y resucita al púgil para su último combate. Y para redondear su plan de pensiones. No, tonto no será.