Medio siglo, cinco décadas, cincuenta años se cumplen desde aquel famoso 68. Múltiples ensayos se están publicando aprovechando la efeméride, entre ellos uno que estoy leyendo estos días, "1968, el año en que el mundo pudo cambiar" de Richard Vinen; escritos que intentan dar fe de lo que sucedió entonces y que procuran, tarea de mayor complejidad, dilucidar si el convulso movimiento socio-político del que hablan ha aportado algún legado a la actualidad. Para el mundo del cine el apunte histórico quedó reflejado en el boicot al festival de Cannes por parte de airados cineastas franceses de la Nouvelle Vague, encabezados por François Truffaut y Jean-Luc Godard, pero Godard ante todos: emblema insigne del compromiso artístico y político para el mundillo cinematográfico de la época y seguramente de cualquier época: Godard, l'enfant terrible.
En "Dos o tres cosas que yo sé de ella" o "La chinoise" el autor anticipaba su voluntad de convertir sus películas en manifiestos políticos de cariz maoísta, intención que se juramenta en misión trascendente con el rodaje de "Week-end": Fin du Conte, Fin du Cinema, proclama el rótulo del último fotograma de la cinta: se acaba el cine y comienza la revolución cultural: la larga marcha hacia ninguna parte. Con estos retazos de beligerancia marxista, es acusada la tentación de componer un retrato de Godard inacabado, con diagnóstico de fanatismo bolchevique profundo, juicio desmentido por el propio director en sus películas, donde se contraponen los males de la burguesía con ingenuos revolucionarios que paradójicamente pertenecen a la misma clase social que sus enemigos: las revoluciones que triunfan son las que nutren sus filas con los que son exprimidos por sus gobernantes, el pueblo que padece escasez y falta de libertades, no las revueltas sustentadas por universitarios de buena familia que arrojan piedras impulsados por el deseo freudiano de matar al padre, ese burgués acomodado que paga los gastos y al que el manifestante, futuro señor, no tardará en sustituir: debajo de los adoquines no había arena de playa, pero quizás se encuentre el césped de un chaletazo con piscina. Godard, más cínico que ingenuo, más sarcástico que militante. El discurso mitinero de la diatriba que en ocasiones sustituye al guion (¿guion?, ¿qué guion?: el guion es anatema, la puesta en escena es el centro de la obra), solo será sentido en las muestras de apoyo a los movimientos independentistas de las colonias francesas en Indochina o Argelia: Asia y África como puntos objetivos para cualquier revolución que merezca realmente ser atendida.
Rebasando las alegorías a la codicia homicida de la burguesía o al ánimo caníbal de las revueltas de la bien alimentada Europa Occidental, "Week-end" encuentra su momento magistral en un plano secuencia en el que la cámara circula en paralelo a la reconstrucción de un caótico atasco de tráfico en una carretera francesa. Al parecer esa secuencia se inspiró en un magnífico relato de Julio Cortázar, "La autopista del sur", en el que el escritor argentino fantaseaba con las relaciones que se establecían entre los viajeros atrapados durante días en la autopista que comunica París con las playas del sur de Francia: un domingo cualquiera del mes de agosto: extraños que terminaban formando una tribu, que se apoyaban altruistamente para hacer frente a cualquier problema y de este modo sobrevivir a una situación exageradamente apocalíptica. Godard elimina cualquier bondad de lo escrito por Cortázar y redacta, con la misma puntería, un desesperanzado panorama de la barbarie latente del hombre moderno: violento mono disfrazado cuyo egoísmo crónico le deja incapacitado para sentir cualquier tipo de empatía hacia sus semejantes.
Que tal Licantropunk!
ResponderEliminarNo la he visto. Es interesante lo que comentas sobre aquellos años. Es cierto, han sido varios los libros que se han publicado sobre este aniversario, a mi que me tira mucho la fotografia me gusta revisar todos aquellos reportajes de la epoca. Por cierto, hablando de fotos, al ver la primera imagen (la de los coches en llamas)me ha venido a la mente la famosa foto de la niña vietnamita, es posiblemente la imagen mas famosa de la guerra de Vietnam. Las estaba comparando y tienen alguna cosa en comun. Siento haberme desviado del asunto.
Saludos!
Pues tienes razón en que la composición del fotograma se parece a la de la foto de la niña, pero la película es anterior a aquello. Y ahora que vuelvo a mirar la foto que he puesto en el blog, creo que en la película caminan hacia la derecha, no sé...
EliminarLa vi hace tiempo: tiene las virtudes del mejor Godard, rompedor con el cine clásico, frescura (entonces) en su propuesta cinematográfica, pero también los errores típicos del director, en especial el radicalismo de su discurso.
ResponderEliminarLos pasajes recitativos son de la más duro de pelar en esta cinta: unos mítines de aquí te espero. Pero el conjunto de la película es sobresaliente.
EliminarRecuerdo la que se podría considerar una película Pre-Mayo 68 de Godard "Le petit soldat" (1960) rodada justo después de "A bout de souffle" y que aguardó tres años su estreno por problemas con la censura. Tiene buenas escenas pero no ha envejecido muy bien.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
Sí conozco ese título pero no la he visto. Procuraré verla.
EliminarSaludos.
Licantro, cada vez que paso por acá me doy cuenta que chico resulta mi mundo, y cuánto me falta por descubrir.
ResponderEliminarEsta es otra que no vi y que ya me agendo.
Buenas reseña
Abrazo!
Mr. Licantropunk, simplemente: ¡magnifica!. Saludos.
ResponderEliminarUfff menudo repaso al tiempo transcurrido y al que fue aquel 68. Intento situarme en Godard pero de repente da miedo ver que todo aquello parece de otro planeta, por lo que es ahora eh? No por lo que fue... ays no sé si me explico o he soltado un galimatias!
ResponderEliminarMe encanta contarte, de todas formas, jiji.