Un tipo a punto de arrojarse al río desde lo alto de un puente, un ser desesperado, harto de la vida, de sus bofetadas y de sus sueños rotos. Un tipo que debe mucho dinero. En el momento culminante, el salto al vacío que no tendrá vuelta atrás, otra persona, qué digo persona, un ángel caído del cielo, se precipita a las aguas turbulentas, de cabeza hacia una muerte segura. ¿Qué hago ahora? ¿Me suicido, le salvo? Le salvaré y, a la vez, me salvaré a mí mismo. ¿"¡Qué bello es vivir!" de Frank Capra? Pues no, "Angel-A" de Luc Besson. Una coincidencia más allá de lo casual invita a pensar que Besson juguetea con la trama del megaclásico de Capra, sustituyendo aquel puente en blanco y negro de Befford Falls (que podría volverse la pecaminosa Pottersville si George Bailey consuma su inmolación navideña) por, también en monocromo, el Alejandro III de la ciudad de París, y en el reparto descambiar a James Stewart por Jamel Debbouze (casi nada: ¡vaya cambio!) y travestir al candoroso Henry Travers en la felina Rie Rasmussen. Pero es la misma escena: 'If God will send his Angels', en el tema de U2 para el disco "Pop", una canción propicia para todas ellas, que aparece en otra banda sonora angelical, la de la película "City of Angels" de Brad Silberling, que a su vez se alimentaba de "El cielo sobre Berlín" de Wim Wenders. Llamando ángeles, ángeles de película, todos hablando entre sí.
Me invita mi amigo Pablo, con un extracto de los que circulan por la red, a contemplar una escena de "Angel-A", pero quién puede conformarse con un pedacito. En la secuencia veo a una rubia platino con pinta de modelo apoyada en la espalda de un hombre con aspecto de vagabundo, la femme fatale y el clochard los dos enfrente de un espejo, ella hablándole de la belleza interior, convenciéndole de aquello de que amar a los demás empieza por amarse a uno mismo. A él le reconozco rápido, Jamel Debbouze, actor que aparece en "Amélie" de Jean-Pierre Jeunet o en "Días de gloria" de Rachid Bouchareb, y de ella, Rie Rasmussen, sólo puedo pensar que fue la que le quitó el puesto a Milla Jovovich, musa primordial del director francés, cuando ésta se divorció de Luc Besson tras el rodaje de "Juana de Arco". Igualita, igualita ¿También suelta patadas voladoras? También, si fuera menester.
Si el contraste entre James Stewart y su ángel de la guarda era grande (más físico que moral), en la de Luc Besson es inmenso, pero bien utilizado supone un mordiente para la historia, una disparidad en los personajes que anima a seguir mirando mientras atraviesan situaciones que despiertan la perplejidad y la sonrisa del espectador. A ello se suma una excelente fotografía en blanco y negro: París del Sena, de los cafés y los bulevares, para un melodrama moderno de lumpen y soledad, de redención y segundas oportunidades, un guion que, sin embargo, se ve trastocado en la parte final de la película: demasiado apresurado por llegar a la meta, retirado del horno antes de tiempo: la trama se suicida y la cinta se presta a recortar de ella los momentos mejores, sí, y colgarlos en Internet, restos del pecio, como el que llegó a mi orilla, varado en el rompeolas. Bueno, en el muro, en realidad...
Mr. Licantropunk, la vi hace bastante, pero por lo que recuerdo, estoy de acuerdo, es un film de momentos. Saludos.
ResponderEliminarAsí es. Sirve como afirmación del cine de Luc Besson, una obra que no estará entre la filmografía más conocida del francés, pero que le da empaque.
EliminarRecuerdo, querido Licantropunk, que de Luc Besson me quedé atrapada de pequeña con El gran azul. Una mezcla de las imágenes en el mar y la pasión que mostraba Jean-Marc Barr...
ResponderEliminarBeso
Hildy
A mí me encantó otra película "pequeña" suya, su ópera prima "La última batalla", una cinta de ciencia ficción, muda y rodada en blanco y negro que adelantaba mucho del que sería su mundo cinematográfico.
Eliminar