El último tren. La película del último tren.
La oportunidad que se presenta por sorpresa y que, si no se aprovecha, es muy probable que nunca más vuelva a producirse. Puede ser una oferta de cambio de trabajo, elegir la carrera universitaria (decidir entre la deseada o la conveniente), la propuesta de un viaje inesperado o, como se suele decir, la invitación a apuntarse a un bombardeo. Trenes que cada vez pasan menos: según envejecemos parece que las encrucijadas vitales, los desvíos, se vuelven más escasos y menos tentadores.
Pero el tren del que habla la película (cinta que además trascurre en gran parte en una estación: lugares de metamorfosis, en los que se espera que algo pase, que algo cambie), ese expreso nocturno al que tarde o temprano uno espera subirse, es un convoy sentimental. El gran viaje. El encuentro fortuito entre dos desposados ajenos, relación inapropiada que surge sin avisar, del modo más inesperado e inocente. Apenas un mes de preocupación extraña, cuatro jueves de citas subrepticias que detienen la vida cotidiana para transformarla en una ensoñación, en un delirio culpable: la rígida moral británica de gentes de bien, pulverizada en una aventura a hurtadillas.
Ella se confiesa a sí misma como si su conciencia fuera su esposo, como cuando en "Cinco horas con Mario", la novela de Miguel Delibes, Carmen hablaba con el cadáver sordo de su marido, propiciando el flashback que relate la historia íntima. Intenso diálogo interior, genial, soportado por la actuación formidable de Celia Johnson y Trevor Howard y reforzado por el acompañamiento continuo del Concierto Nº 2 de Rachmaninov: el anuncio poderoso de un clímax dramático que no ha de llegar, que decae sin remedio: la razón vence a la locura: la vida breve. Obra maestra.
Obra maestra sin paliativos. Tardé mucho en verla pero, quedé prendado de ella en cuanto pude hacerlo. Entre mis favoritas, sin duda. Un abrazo Licantropunk.
ResponderEliminarMr. Licantropunk,¡peliculon! La vi una sola vez, la tengo que volver a ver, pero que bien la pase mientras la veia. Sin duda, al igual que tantas otras obras maestras del cine, es como los buenos vinos, pasa el tiempo y se ponen mejores, jic. Saludos y gracias por hablar sobre este film. Saludos.
ResponderEliminarQué bien quedan siempre los trenes en el cine, muchas metáforas de encuentros, desencuentros, idas, vueltas... Quién iba a pensar que Trevor Howard -especializado en papeles de irascible militar británico- haría aquí su mejor trabajo junto al de "El tercer hombre". Saludos. Borgo.
ResponderEliminar... a veces en un breve encuentro se escapa toda una vida o un recuerdo para siempre que da sentido a una existencia.
ResponderEliminarLos trenes son cinematográficos, los compartimentos, las estaciones, los railes, los silbatos, los encuentros, las despedidas, las ausencias... no hay más que pasarse por BREVE ENCUENTRO... y dejarse llevar por el traqueteo de la emoción íntima de un breve encuentro que da sentido a dos vidas... y las remueve y revoluciona.
... la esperanza es coger ese último tren que no sabemos qué nos depara si tormentas y tempestades o calma... pero ya es un cambio o un paso más.
David Lean sabe del reflejo de lo íntimo... Y de la melancolía que conlleva haberse apeado de un tren en marcha...
Besos
Hildy
Obra maestra, algo que hoy se dice con demasiada liviandad. Un abrazo.
ResponderEliminarEl tren de los lunes que se alejaba demasiado deprisa. El tren de los viernes que tardaba demasiado en llegar. No quiero subirme a un tren si no es acompañada.
ResponderEliminarMañana veré la película y ya te contaré.
saludos.
¿Fue Hitchock el que comentó que con un viaje en tren se resolvía buena parte de una película?
ResponderEliminarBello filme. Gran Howard: que se le recuerde como militar no es incompatible con sus dotes de galán (quizás es cutis de viruela le dañaba bastante). Recuerdo especialmente las escenas finales con la amiga chismosa y esa despedida violenta sólo a base de miradas, roces y sobreentendidos.
Saludos.
Marcos Callau: gran película, sin duda.
ResponderEliminarBelknap: ja, ja, gracias a ti, amigo.
Miquel Zueras: el tren es progreso, es cambio: entrar en vía muerta. Trevor Howard está muy bien en esta películas.
Hildy: la película es un retrato pequeño, íntimo, como dices, pero que consigue poner en escena una tormenta sentimental: el arrebato.
Dario: no lo digamos entonces hasta mañana.
Akebono: sólo espero que después no cambies tu comentario...
Angelus: esta no es una road movie al uso, ja, ja. Lo importante es la estación, lugar de cruce y encuentro.
Saludos a todos
Como te dicen por ahí. Obra maestra y culmen del cine romántico. Pocas veces retratado, el deseo de lo que pudo ser y no fue, de una manera mas elegante. Y,... ante todo ese tren que en realidad, nunca se cogerá
ResponderEliminarAys, los trenes, tan literarios ellos...
ResponderEliminarMe encanta esta película!!
Saludos
Ays, los trenes, tan literarios ellos...
ResponderEliminarMe encanta esta película!!
Saludos
La razón...sí...
ResponderEliminarA veces creo que sólo perdiéndola se puede entender verdaderamente la vida.
Es una de mis películas favoritas... también...
Un beso de melancóloca estación.
La mente retorcida de Wilder y la famosa anécdota de ¿quién sería aquel amigo que les prestaba el apartamento?
ResponderEliminarEn eso pensaba al leer tu post. Pero también en aquella pesada que se encuentran en la estación y que les hace malgastar los pocos minutos que les quedan. Maldita sea!!! Dan ganas de saltar a la pantalla y echarla a patadas.
Un abrazo