La primera visita al cine en el año 2011 ha sido afortunada: buena película, amable y entretenida, repleta de excelentes actores y brillantes actuaciones, de diálogos inteligentes cargados de ironía clasista, y dotada de una ambientación muy lograda para representar con veracidad los convulsos años que pasó la monarquía británica entre la subida al trono de Eduardo VIII (el mayor escándalo rosa del siglo fue su relación con la divorciada americana Wallis Simpson) y su posterior abdicación en su hermano menor, Jorge VI. Este último o, mejor dicho, su tartamudez, son el leitmotiv de esta película.
Rey por la G. de Dios, por designio divino: por ser hijo de un rey. La lista de méritos para ocupar un trono son escasos y de difícil aceptación para cualquier persona razonable, más aún si se tiene en cuenta la importancia del cargo que se va a asumir: representar a una nación. El rey que te toque y a ver si hay suerte que para colmo el puesto es vitalicio. Las monarquías europeas modernas se alejaron del absolutismo delegando en parlamentos elegidos democráticamente (si hay suerte, también) las tareas de gobierno. Se convirtieron en reyes actores a los que sólo se les pide acudir a actos públicos, realizar viajes oficiales (a cuerpo de rey, claro) y decir unas palabritas. Ni siquiera tiene que escribirlas ya que los discursos los redactan otros, basta con que cojan el papel y lo lean en voz alta. Pues parece ser que algunos reyes ni siquiera eran capaces de eso.
Colin Firth, inglés, interpreta al soberano mientras que Geoffrey Rush, australiano, encarna el papel de su logopeda: buen duelo artístico. El primero suena para el Oscar, un premio que suele tener en cuenta actuaciones en las que se muestre la superación de barreras físicas o discapacidades (me hubiera gustado haber visto la película en versión original pero de todos modos el doblaje era impecable). Más allá de esa condición es un actor excelente, como ya demostró en "Genova" de Michael Winterbottom. En cuanto a Geoffrey Rush, hace años que se llevó un Oscar (lo que comentaba más arriba de superar barreras) por interpretar la dura lucha del pianista David Helfgott contra sus problemas mentales y contra el Concierto para piano nº 3 de Rajmáninov en "Shine" de Scott Hicks. También me gustó cuando hizo de Peter Sellers fuera del escenario en "Llámame Peter" de Stephen Hopkins.
Las historias de reyes y reinas de la pérfida Albión a través de los siglos, parecen haber producido buenos resultados, en la mayoría de las ocasiones, al llevarse al celuloide. Desde "Excalibur" de John Boorman a "The Queen" de Stephen Frears, pasando por las distintas adaptaciones de las obras de Shakespeare protagonizadas por reyes antiguos o las múltiples veces en que las vidas de Enrique VIII o su hija Isabel I han aparecido en fotogramas.
God save the film.
¿recuerdas el triángulo de Tartaglia? pues en realidad, Tartaglia se llamaba Nicolas Fontana... otro tartamudo ilustre.
ResponderEliminarque la película de ayer sea la peor de este año.
saludos.
Aquí tienes a uno que no la verá: no soporto las películas inglesas (hombre, alguna salvo...), y menos las relacionadas con su monarquía. Por cierto, suerte hoy con los Reyes...
ResponderEliminarTambién es la primera película que he visto en el cine este año. Yo sí he tenido la suerte de disfrutarla en VOS. Lo mejor es el duelo interpretativo Rush Vs. Firth. Es de agradecer tanto la sobriedad de los actores como de la dirección. Colin Firth logra darle una naturalidad a su personaje digna de la mejor tradición interpretativa británica y Geoffrey Rush es tan bueno que consigue que las interpretaciones de todos los que le rodean parezcan mejores. Con actores así el trabajo del director es mucho más fácil.
ResponderEliminarFeliz año nuevo!
Un magnífico duelo interpretativo, y una direzzión y ambientazzión implecable. Y Mozart y Beethoven, claro. Me ha gustado, la he disfrutado en este día de Reyes. A mí me da lo mismo que la película sea inglesa o checa o que trate de un rey tartamudo o de la historia de un misterioso kimono. Si es buena….. y ésta es bastante más que azzeptable.
ResponderEliminarTambién me hubiera gustado verla en versión original, pero es verdazz que los aztores de doblaje hazzen un trabajo magnífico.
Caperuzzita.
Possdata: Me enternezzen las dificultades. Las del otro, las mías propias. La del niño que tiene que aprender a restar don dos naranjas y una pera en las manos. A vezzes, como en esta ocasión , la de un rey (aunque viva a cuerpo de rey) incapaz de articular palabra, la del que no es capaz de comprender “perpendicular” y “paralelo” pero hazze un mundo de un sombrero y un escritorio manjarín.
El doloroso camino de las peculiaridades que se forjan en las dificultades
Akebono: un defecto como otro cualquiera. Es muy buena la historia de la película en cuanto al porqué del problema y la forma de solucionarlo.
ResponderEliminarTomás Serrano: esa frase tuya ha quedado un tanto boutade. Estoy seguro de que alguna película inglesa te habrá gustado alguna vez. Bueno, o muchas. Además, ¿qué significa "película inglesa? Hitchcock, Monty Python..., The Clash. Hay grandes ingleses en la historia.
Deckard: coincido en la valoración. Y sí que hubiera sido interesante verla en versión original, pero como ya sabrá, eso en nuestra ciudad es poco más o menos que imposible.
Caperuzzita: mi crítica esta totalmente dirigida contra la monarquía, ese invento maravilloso. Para defectos de fábrica ya tengo yo un buen puñado de ellos.
Saludos a todos.
Genesis, Pink Floyd, Beatles, The Jam... No te digo músicos. Digo películas y en serio. Hace tres noches volví a ver "La cruz de hierro". Anglo-alemana. De lo peor de la carrera de Peckinpah. Las de Hammer. Las de Ealing. London Films (¡que imborrables recuerdos de sobremesas de sábado echadas a perder viendo la única cadena que había!). Sí, hay excepciones. Sin embargo, por qué será que las peores de Hitchcock son producciones inglesas.
ResponderEliminarCoincido contigo en tantas cosas que casi me da vergüenza dejarte un comentario de esos babosos...
ResponderEliminarTambién fue mi primera película del año, también me pareció amable y entretenida, también disfruté con ese duelo de actores tan teatral, tan inglés... además, me encanta Colin Firth... con ese aire de chico normal... mmmm.
La única pega que le pondría es la presentación un tanto caricaturesca de Eduardo VII. Por lo demás, hasta resulta una curiosidad ver a Helena Bonham haciendo de reina madre...con la cinturita de avispa que lucia en "Una habitación con vistas"...ay, no somos nadie.
Besitos.