A Gaspar Noé le persigue una escena, quizás la más famosa de su filmografía, aquella en la que, en la película "Irreversible", se retrata con crudeza una violación en un solitario paso peatonal subterráneo, secuencia interpretada además por Monica Bellucci, incuestionable sex symbol del cine europeo: polémica sobre polémica. Y, sin embargo, es "Irreversible" una película realmente buena, un extraordinario ejercicio de arquitectura cinematográfica que se puede ver lastrado porque para el recuerdo sólo queden esos sórdidos y violentos fotogramas. A Noé se le adjudicó instantáneamente el puesto de vigente "niño terrible" del cine francés, y lo peor que puede hacer un buen director de cine con esas simplificaciones es intentar sostenerlas como sea.
"Lux Æterna" resulta ser un mediometraje generado en colaboración con la marca de moda Yves Saint Laurent, un germen de campaña publicitaria que se pasó de anuncio comercial y que no alcanzó la dimensión de película canónica: si todo este rollo se monta para vender ropa carísima, el malditismo y la rebeldía quedan de lado, me temo. El metraje a mí me recordó a esas proyecciones extrañas que se ven en los museos de arte moderno, trabajos personales que suelen renunciar al argumento para potenciar la puesta en escena y, ante todo, el aspecto visual de la obra. En ese sentido "Lux Æterna" tampoco llega a ningún lado. Se propone como un guion de metacine, de nuevo poniendo en tela de juicio la autoría de los filmes, un triángulo maldito entre director, productor y guionista al que se añade, como en "Lux Æterna", el puesto de director de fotografía (seguro que alguna película ha sido realizada por ese "best boy" que aparece en muchos créditos y que nunca he sabido a qué tareas se dedica, a parte de ser un chico estupendo, eso sí). Múltiples citas incrustadas de directores como Godard, Dreyer o Buñuel e insertos de fragmentos de la cinta muda "La brujería a través de los tiempos" de Benjamin Christensen. Pues eso, metacine: cine alrededor del cine.
Mi única incursión en el mundo de la actuación tuvo lugar como intérprete menor en la obra de teatro "Proceso, anatematización y quema de una bruja en un ensayo general", de Ramiro Pinilla, drama en el que la representación de un juicio de la Inquisición española termina con la actriz principal, no la bruja, ardiendo en una pira bien nutrida de alcohol de quemar con el que empapamos un montón de algodón: los efectos especiales en la droguería del barrio. El trasfondo de aquel argumento se centraba en el periodo de la Transición, era fuertemente político, y la ejecución de la bruja suponía un mensaje de represión de la libertad recién alcanzada: el casting enloquece y es el autor el conducido al holocausto: ¡Vivan las caenas! Charlotte Gainsbourg, símbolo libertario del cine moderno, será la que termine en la hoguera. O quizás lo sea el espectador, aturdido por pantallas dobles que cuentan tramas paralelas imposibles de seguir y, sobre todo, al borde de la epilepsia fotosensible por tanta luz de discoteca restallando en su retina. El director de fotografía, ese golpista que en cuanto le dejan meter mano se convierte en dictador.
¿Tiene sentido hacer algo innovador, que no se entienda de que se trata?
ResponderEliminarIrreversible es una buena película, esa famosas escena es un logrado plano secuencia. Algo que es muy mencionado, recuerdo que hubo críticos que quisieron golpear a Gaspar Noe.