Sed de sangre pero también (o incluso más) sed de sexo, que es la particularidad que más me ha llamado la atención en esta película, acostumbrado a que el género sólo muestre a seres ávidos por hincarle el diente a la yugular de sus víctimas y que no tienen el menor interés por el resto del cuerpo: de hombros para abajo no hay nada. El director muestra ese paso extremo de ángel a demonio: un cura coreano, pastor casto y piadoso, que acaba engrosando las filas de los adictos a la hemoglobina: el celibato del sacerdocio, la lujuria aplacada por años de cilicio, será la primera atadura abandonada. El planteamiento inicial de la película anuncia una buena historia: el Adán, el ser renacido, primigenio, se topará con una Eva que, sin manzana de por medio, hará surgir al ser diabólico.
Los vampiros están de moda en la pantalla y la referencia a "Déjame entrar" de Tomas Alfredson, una de las grandes películas del año pasado, será obligada. Mejores películas cuanto más costumbristas, cuanto más alejadas de los tópicos del género y de los efectos especiales, algo de lo que a "Thirst" le cuesta escapar y hacía lo que se balancea peligrosamente en la segunda mitad de la película. Seguro que la gran virtud de la película, además de su excelente factura, será que está llena de humor. Humor negro, por supuesto, el tono agridulce que sería de esperar al tratar un tema semejante, trufado necesariamente de muertes violentas y de personajes desgraciados sujetos a destinos desesperanzados.
Ya hace años que este director me sorprendió con "Oldboy". Lo sigue haciendo.
domingo, febrero 28, 2010
martes, febrero 23, 2010
"Pickpocket", de Robert Bresson
La cinta es un curso acelerado para dedos hábiles amigos de lo ajeno: prestidigitadores de bolsillos, carteras y relojes de pulsera: algo por aquí, nada por aquí. Aprendiz de carterista convertido a la cleptomanía por amor al riesgo pues parece que el dinero no sea su leitmotiv existencial: trajes ajados y cuartuchos de alquiler son ganancias mal invertidas, detalles intrascendentes para estajanovistas del hurto. El inadaptado social, el outsider que Paul Schrader tomó para construir su Travis Bickle, en una puesta en escena que recuerda a "El ladrón de bicicletas" de Vittorio de Sica: la víctima del robo, desarmada por el desamparo que inspira el personaje, se apiada del ladrón.
Martin LaSalle interpreta a Michel el carterista y Marika Green a Jeanne la vecinita y "Pickpocket" podría entenderse como una historia de amor entre ambos. Seres atormentados y desgraciados que se hallan y se pierden a lo largo del metraje. Michel muestra en sus arrebatos la mirada enérgica y lunática de un sociópata mientras que Jeanne baja los ojos con la belleza lánguida de una madonna de Botticelli: opuestos que se encuentran en su soledad, finalmente redimidos por el castigo: es la cárcel la que permite a Michel dar a conocer sus sentimientos en una película en la que los actores, como si se tratara de la primera función teatral de un grupo de aficionados, aparecen tensos, fríos, acongojados por el ojo de la cámara: marionetas en un encuadre que son marcas de autor.
Martin LaSalle interpreta a Michel el carterista y Marika Green a Jeanne la vecinita y "Pickpocket" podría entenderse como una historia de amor entre ambos. Seres atormentados y desgraciados que se hallan y se pierden a lo largo del metraje. Michel muestra en sus arrebatos la mirada enérgica y lunática de un sociópata mientras que Jeanne baja los ojos con la belleza lánguida de una madonna de Botticelli: opuestos que se encuentran en su soledad, finalmente redimidos por el castigo: es la cárcel la que permite a Michel dar a conocer sus sentimientos en una película en la que los actores, como si se tratara de la primera función teatral de un grupo de aficionados, aparecen tensos, fríos, acongojados por el ojo de la cámara: marionetas en un encuadre que son marcas de autor.
domingo, febrero 14, 2010
"El secreto de sus ojos", de Juan José Campanella
Intriga policial, más bien judicial: un funcionario de un juzgado de Buenos Aires metido a investigador para esclarecer el cruento asesinato de una mujer. Desde el principio me recordó a "Zodiac" de David Fincher: hechos acaecidos varias décadas antes, casos abiertos que han obsesionado a las personas que han trabajado en ellos, que han transformado sus vidas y que buscan ser cerrados: fatiga más lo pendiente que lo realizado. Y a la vez que se intentan atar los cabos del crimen, la mirada atrás contempla las ocasiones perdidas, aquellos trenes (como el tren de Jujuy) que se dejaron escapar: cerrar el caso será una metáfora de segundas oportunidades vitales, la excusa perfecta (la causa principal) para retomar antiguos amores.
Campanella ha demostrado ser un director solvente en comedias románticas de acento argentino que han tenido gran éxito a ambos lados del Atlántico como "El hijo de la novia". Ahora a la cosa romántica le añade una trama en clave de thriller (cuál de las dos tramas es la principal, cuál es la subtrama de la otra) con final impactante y le sale una gran película (fantástico plano secuencia en la escena del estadio del Racing de Avellaneda). El factor común del triunfo podría llamarse Ricardo Darín, un actor extraordinario (se descubrió en "Nueve reinas" de Fabián Bielinsky: otro final de boca abierta) que es garantía de gran nivel para cualquier producción.
Esta noche, la noche de los Goya, Darín tendrá que batirse el cobre con Luis Tosar en la categoría de mejor protagonista: Ricardo Darín tiene el doble de boletos de llevarse un Goya porque también está nominado por "El baile de la victoria" de Fernando Trueba, aunque en la categoría de actor de reparto. Uno para cada uno y tan contentos los dos, que yo me quedo con el malamadre de Luis Tosar. Y pasmado me quedo, también, al enterarme de que Soledad Villamil, la otra protagonista de "El secreto de sus ojos", sea candidata en la categoría de actriz revelación: me parece estupendo que gane, gran actuación, aunque clasificarla como una revelación a estas alturas de su carrera no lo acabo de entender.
Una película argentina (el productor será español, pero el resto...), un peplum científico-religioso ("Ágora", de Alejandro Amenabar") y una de genero carcelario ("Celda 211", de Daniel Monzón), pues me parece que la de Trueba se va a quedar fuera del festín principal, se van a repartir la tarta goyesca. Las tres me han gustado pero... ¿cine español?
Campanella ha demostrado ser un director solvente en comedias románticas de acento argentino que han tenido gran éxito a ambos lados del Atlántico como "El hijo de la novia". Ahora a la cosa romántica le añade una trama en clave de thriller (cuál de las dos tramas es la principal, cuál es la subtrama de la otra) con final impactante y le sale una gran película (fantástico plano secuencia en la escena del estadio del Racing de Avellaneda). El factor común del triunfo podría llamarse Ricardo Darín, un actor extraordinario (se descubrió en "Nueve reinas" de Fabián Bielinsky: otro final de boca abierta) que es garantía de gran nivel para cualquier producción.
Esta noche, la noche de los Goya, Darín tendrá que batirse el cobre con Luis Tosar en la categoría de mejor protagonista: Ricardo Darín tiene el doble de boletos de llevarse un Goya porque también está nominado por "El baile de la victoria" de Fernando Trueba, aunque en la categoría de actor de reparto. Uno para cada uno y tan contentos los dos, que yo me quedo con el malamadre de Luis Tosar. Y pasmado me quedo, también, al enterarme de que Soledad Villamil, la otra protagonista de "El secreto de sus ojos", sea candidata en la categoría de actriz revelación: me parece estupendo que gane, gran actuación, aunque clasificarla como una revelación a estas alturas de su carrera no lo acabo de entender.
Una película argentina (el productor será español, pero el resto...), un peplum científico-religioso ("Ágora", de Alejandro Amenabar") y una de genero carcelario ("Celda 211", de Daniel Monzón), pues me parece que la de Trueba se va a quedar fuera del festín principal, se van a repartir la tarta goyesca. Las tres me han gustado pero... ¿cine español?
domingo, febrero 07, 2010
"En tierra hostil", de Kathryn Bigelow
Adrenalina.
El título original de la cinta, "The hurt locker", se usa para designar un lugar, una situación, un espacio en el que es muy probable que te vaya a pasar algo malo (el crimen del doblaje en el cine suele comenzar por las traducciones de los títulos: "En tierra hostil" es un título insustancial que sirve para cualquier película de guerra de la historia), el centro de la diana del que más vale alejarse a toda prisa. El protagonista de la película (Jeremy Renner; después pensé dónde había visto esa cara: en un capítulo de "House" haciendo de drogadicto: vaya casualidad, este tío debe ser el que más rostro de colgado pone en los casting) es un adicto enfermizo a las emociones fuertes, un yonki de la guerra (como decía Eric Banna en "Black Hawk derribado" de Ridley Scott) que con la excusa del deber cumplido disfruta atravesando a diario la delgada línea entre la vida y la muerte y regresa para contarlo. La vida civil de comprar en el supermercado, fregar los cacharros o acostar a los niños, es un mundo anodino y aburrido para el que ha cortado los cables de más de ochocientas bombas (Richard Harris en "El enigma se llama Juggernaut" de Richard Lester, por ejemplo, el personaje del artificiero a punto de cortar el cable del color correcto, un arquetipo del cine de acción que siempre ha funcionado de maravilla). Nihilismo vital: el truco está en convencerte a ti mismo de que ya estás muerto, aseguran los sicarios de los narcos, y de ese modo el miedo a la muerte desaparece y el único castigo posible es esta perra vida mediocre. Pero en esta película la sensación de peligro no proviene sólo del explosivo a punto de activarse: el paisaje urbano de Iraq, demolido y machacado por la guerra, es propicio para que en cualquier momento un francotirador se aposte en una ventana y empiece a realizar su trabajo: el chute de adrenalina se contagia al espectador, en estado de alerta constante por la tensión que emana del celuloide. Gran película.
Kathryn Bigelow ya había realizado otras excelentes películas de adictos inusuales: Ralph Fiennes (tiene una aparición breve en "En tierra hostil": impronta de gran actor) haciendo de camello de recuerdos ajenos en aquella obra maestra de la ciencia ficción que era "Días extraños" o Patrick Swayze en "Le llaman Bodhi" encarnando a otro adicto al riesgo, una de sus mejores actuaciones, que quiere llevar por el mal camino al bueno de Keanu Reeves.
El morbo cinematográfico del año: "Avatar" vs. "En tierra hostil". La directora estuvo casada durante un tiempo con James Cameron, hace un montón de años ya, entre 1989 y 1991. Cuando se divorciaron, Cameron debió decirle aquello de 'devuélveme las llaves de la moto y quédate con todo lo demás' porque, comparando la última película que ha realizado cada uno, parece que ella se quedó con el talento para el cine de acción y él con la moto, esa moto que lleva vendiéndonos un par de meses (fetén vendida, por cierto) y que en la noche de los Oscar se llevará el premio gordo. Me temo.
El título original de la cinta, "The hurt locker", se usa para designar un lugar, una situación, un espacio en el que es muy probable que te vaya a pasar algo malo (el crimen del doblaje en el cine suele comenzar por las traducciones de los títulos: "En tierra hostil" es un título insustancial que sirve para cualquier película de guerra de la historia), el centro de la diana del que más vale alejarse a toda prisa. El protagonista de la película (Jeremy Renner; después pensé dónde había visto esa cara: en un capítulo de "House" haciendo de drogadicto: vaya casualidad, este tío debe ser el que más rostro de colgado pone en los casting) es un adicto enfermizo a las emociones fuertes, un yonki de la guerra (como decía Eric Banna en "Black Hawk derribado" de Ridley Scott) que con la excusa del deber cumplido disfruta atravesando a diario la delgada línea entre la vida y la muerte y regresa para contarlo. La vida civil de comprar en el supermercado, fregar los cacharros o acostar a los niños, es un mundo anodino y aburrido para el que ha cortado los cables de más de ochocientas bombas (Richard Harris en "El enigma se llama Juggernaut" de Richard Lester, por ejemplo, el personaje del artificiero a punto de cortar el cable del color correcto, un arquetipo del cine de acción que siempre ha funcionado de maravilla). Nihilismo vital: el truco está en convencerte a ti mismo de que ya estás muerto, aseguran los sicarios de los narcos, y de ese modo el miedo a la muerte desaparece y el único castigo posible es esta perra vida mediocre. Pero en esta película la sensación de peligro no proviene sólo del explosivo a punto de activarse: el paisaje urbano de Iraq, demolido y machacado por la guerra, es propicio para que en cualquier momento un francotirador se aposte en una ventana y empiece a realizar su trabajo: el chute de adrenalina se contagia al espectador, en estado de alerta constante por la tensión que emana del celuloide. Gran película.
Kathryn Bigelow ya había realizado otras excelentes películas de adictos inusuales: Ralph Fiennes (tiene una aparición breve en "En tierra hostil": impronta de gran actor) haciendo de camello de recuerdos ajenos en aquella obra maestra de la ciencia ficción que era "Días extraños" o Patrick Swayze en "Le llaman Bodhi" encarnando a otro adicto al riesgo, una de sus mejores actuaciones, que quiere llevar por el mal camino al bueno de Keanu Reeves.
El morbo cinematográfico del año: "Avatar" vs. "En tierra hostil". La directora estuvo casada durante un tiempo con James Cameron, hace un montón de años ya, entre 1989 y 1991. Cuando se divorciaron, Cameron debió decirle aquello de 'devuélveme las llaves de la moto y quédate con todo lo demás' porque, comparando la última película que ha realizado cada uno, parece que ella se quedó con el talento para el cine de acción y él con la moto, esa moto que lleva vendiéndonos un par de meses (fetén vendida, por cierto) y que en la noche de los Oscar se llevará el premio gordo. Me temo.