En la portada del DVD español de "Elena" hay una cita de una revista de cine en la que se sitúa a la película como ejemplo visual terrible del crudo universo darwiniano de la Rusia de Putin. No se puede poner en duda el contexto histórico, ya que la trama de la cinta parece situarse en la época actual, que seguro que será cruda, no hace falta irse a Rusia para comprobarlo, pero el adjetivo darwiniano, aplicado a las motivaciones que llevan a Elena a cometer el expeditivo acto que asegura sus planes, tiene más que ver con el instinto maternal que con las tesis de selección natural que propuso el genial naturalista inglés (la malinterpretación de sus teorías desembocó en el darwinismo social, una horrenda justificación de pretendida base biológica para avalar todo tipo de desmanes provocados por la especie humana sobre ella misma). Sin embargo sí que se puede ver "Elena" como una alegoría social, si bien parece más trasladable a la época de la revolución rusa y la lucha de clases: el derrocamiento de la oligarquía económica y la incautación de sus bienes, propiedades y medios de producción: del poder omnímodo del zar, se pasó al régimen implacable del Sóviet Supremo, otra oligarquia. Esa revolución económica también tiene lugar con la caída de la U.R.S.S. a finales de los años 80 del siglo XX: la privatización de los bienes nacionales que acompañó a la disolución de la Unión Soviética, produjo un torrente de nuevos ricos postcomunistas, aparte de unos catastróficos años de hambruna y crisis para gran parte de la población. De ahí parece proceder la fortuna de Vladimir (Andrey Smirnov) el marido de Elena (Nadezhda Markina), de aquella transición hacia el capitalismo que hubo que realizar a todo prisa (la novela "No será la tierra" de Jorge Volpi es una buena recomendación para aproximarse al ambiente político de la época). Vladimir, patriarcal y poderoso, otro padrecito, como Stalin, capaz de otorgar, de perdonar, de decidir, de salvar. Elena es la servidumbre, el pueblo que pide y que se desespera y que, en silencio, afila su guadaña.
El silencio. "Elena" me recordó a otra cinta tranquila pero demoledora, "La soledad" de Jaime Rosales, película que me alegró como nunca la velada de los premios Goya al alzarse, a la postre, con los más ansiados galardones de los repartidos aquella noche de febrero de 2008. La elocuencia del silencio transmutado en la imagen más habladora: el contraste entre el enorme piso de lujo para dos de Vladimir, el padrastro, con grandes cristaleras para disfrutar de la vista de frondosos parques moscovitas, frente al reducido hogar de Sergey (Aleksey Rozin), el hijastro, habitaciones angostas como pasillos en las que su familia estira la cabeza hacia estrechas ventanas por las que asoman las imponentes chimeneas humeantes de una fábrica. Al comienzo de la cinta, un largo plano fijo selecciona el público de "Elena", un espectador que debe estar preparado para disfrutar de la elipsis visual, dotado de paciencia cinéfila: a la espera del desarrollo calmo del conflicto: paladear fotogramas. La valoración moral de los actos de Elena conducirá hacia su más que probable condena, nos aclara el director de la película: la coartada criminal no exime de padecer años de remordimientos y de noches en vela: los cadáveres enterrados en el jardín se arrastran cada noche hasta la alcoba. El verdadero dios, como cualquiera puede experimentar en su propia vida, es el hijo, claro (se puede comprobar fácilmente dentro de un par de días, cuando lleguen los Reyes Magos), y después el hijo del hijo, pero retratados ambos aquí como divinidades indolentes y perezosas, desagradecidas y extraviadas de antemano, que no parecen merecer tanto sacrificio. Y ya no hay vuelta atrás.
Licantropunk, qué ganas de ver la película entran despues de leerte. Me ha gustado mucho la comparación que haces de los dos modos de vida: la de amplios ventanales y la pequeña habitación con vistas a una fábrica. Y me gusta cómo has descrito el silencio en esta cinta. Lo he escuchado. Sin duda, parece una buena recomendación. Saludos y feliz año.
ResponderEliminarEl silencio permite que la imagen respire y se haga presente, que el espectador busque y no obtenga fácilmente todas las explicaciones. Es la esencia de este arte.
EliminarBuena entrada y buena película. Si que es cierto que es exigente, pero muy interesante. Yo no veo los paralelismos con la revolución soviética, sino que veo un retrato desolador de la condición humana. Quizás lo que mueva a Elena sea noble, pero el resultado es casi tan malo como la situación previa..,
ResponderEliminarPor si te apetece leerlo, hace un tiempo escribí soabre ella.
Saludos y feliz año
Como digo el tema de alegoría histórica me lo propuso la carátula del DVD: se comparaba con la Rusia de Putin y a mí eso me llevó a otras épocas. Pero por supuesto que buscar ese marco es innecesario: Elena es un personaje suficientemente profundo, prisionero de sus circunstancias, no necesita referencias.
EliminarMr. Licantropunk, muy buena reseña, un film que a todas vistas luce intenso, como debe ser, para tener en cuenta, gracias por comentarnoslo. Saludos.
ResponderEliminarTuvo bastante fama hace un par de años pero, claro, no es el cine que llega a la mayor parte del público. Pero para eso estamos nosotros, para ayudar a colocar cada cosa donde debe.
EliminarMi querido Licantropunk, Elena es una película fascinante y simbólica. Yo la he visto ya dos veces y cada vez me gusta más. Tiene lecturas interesantísimas y sobre todo me fascina cómo cuenta esta historia su director. Una película de imágenes poderosísimas... Me encanta cómo Elena nos lleva a través de los dos mundos en sus viajes en tren... de la casa de su esposo a la casa de su hijo...
ResponderEliminarPor cierto me ha gustado mucho respecto a la manera de contar y el empleo del silencio, el paralelismo que has realizado con LA SOLEDAD de Jaime Rosales (qué grande Petra Martínez).
Dile a Harpo que felices fiestas, que espero que le traigan muchas cosas los Reyes y que me encantaría volver a leer una de sus reseñas... si le apetece escribirla, claro.
Besos
Hildy
La comparación con "La soledad" surgió casi desde el principio: esa presentación sin palabras (no lo recuerdo ahora muy bien pero pasan bastantes minutos hasta que la pareja se sienta a hablar mientras desayuna), la cámara que se demora en dar cualquier tipo de explicación, invitando al espectador dispuesto a que dispare sus elucubraciones que más tarde se harán buenas o erróneas: me gusta mucho el cine que provoca.
EliminarGracias de parte de Harpo. El blog queda a la espera de que se consuman otras ocupaciones, qué atareada vida, pero cualquier día volverá a ocupar su tiempo, seguro.