jueves, octubre 11, 2012
"Soldado azul", de Ralph Nelson
No me creo nada de "Soldado azul".
No me creo a Candice Bergen, valkiria nórdica de mandíbula de acero, en el papel de raptada y reconvertida (¿"Homeland"?) a la causa Cheyenne: síndrome de Estocolmo de la pradera. La mayor preocupación de la cinta en cuanto a esta actriz será la de exhibir su erotismo hippie (el famoso cartel de la chica india con las manos atadas a la espalda: hay versiones con y sin falda, supongo que para países con y sin censura: en la cabecera el cartel de su estreno en España en 1972, al final, el de su reestreno a principios de los ochenta). Mejor más adelante, en otra de aroma western: "Muerde la bala" de Richard Brooks.
No me creo a Peter Strauss disfrazado de soldado fronterizo, con alma de catequista y flequillo ye-ye, como recién aterrizado en pleno salvaje oeste. Su trayectoria en la pantalla grande no será gran cosa: en la pequeña se hará muy conocido como el hombre rico, junto a Nick Nolte, el hombre pobre.
No me creo el intento de comedía romántica: el amor que surge en las situaciones límite, el mundo contra dos provocando la unión sentimental imperecedera, un recurso trillado en el cine de acción de cualquier época. En las del oeste, también.
Tampoco me creo al hipermusculado jefe indio Lobo Moteado (Jorge Rivero), estampa de postal, o al no menos tópico coronel de caballería Iverson (John Anderson), tan aristocrático como despiadado: de postal también. Quizás me convenció Donald Pleasence haciendo de buhonero traficante de armas pero, tratándose de este excelente actor, lo contrario, que no me lo creyera, hubiera sido sorprendente.
Queda la masacre, la matanza del poblado de Sand Creek, un giro brutal para una película que ya había comenzado con el exterminio y el arranque de cabelleras de la columna de soldados a la que pertenecía el soldier blue. En esta revista de la película, los años no han pasado en balde: atrezo cutre para la puesta en escena de la barbarie más vil: miembros de maniquíes despedazados, despeinadas cabezas de plástico dando botes por el suelo, muñecos ensartados y mucho ketchup: los cuchillos largos con los pantalones bajados y las squaw despojadas de sus ropas. La fiesta de la violación y la muerte, tan afín a la salvaje historia de la humanidad, pasa al celuloide en una industria cinematográfica que no estaba acostumbrada a tanta violencia explicita y se proyecta para un público que no sabía quiénes eran los malos. La película es del año 1970: comparación inmediata con la guerra del Vietnam y de otra brutalidad reciente para la época: la masacre de My Lai de 1968. Las guerras son injustas y el héroe bélico es un asesino de masas.
En realidad lo que sucede con "Soldado azul" es que cuesta creerlo, pero lo peor es que casi seguro que fue verdad.
Mr. Licantropunk , hace bien en no creer en nada de lo visto en ese film, pero haga el esfuerzo, aunque sea un poco, sino ¿ dónde esta la magia ? Crea, crea, tampoco creemos que al mago lo partieron en dos, pero que lo partieron, lo partieron. Un saludo.
ResponderEliminarNo he visto la película, Licantropunk. Me ha encantado el análisis y el tema de los carteles ¡curiosísimo!
ResponderEliminarNo sé si Soldado azul entra dentro del tipo de películas 'protesta' que con ojo crítico analizaban temas que ya habían sido tratados en la pantalla pero desde otra óptica. No sé si entra dentro del tipo de película como PEQUEÑO GRAN HOMBRE (por cierto del mismo año). Westerns que miraban de otra manera y con otros ojos la situación de los indios.
Apuntas algo interesantísimo y es el tema de 'creerte' una película. De 'vivirla' aunque te esté contando lo más fantástico... Y es cierto que si no te 'crees' una película...
Besos
Hildy
Pero si cuesta creerlo... Bueno, es que no la he visto Licantropunk. Opinaré cuando la vea. Muy curioso lo de los carteles. Saludos.
ResponderEliminarPobre Candice, su padre era el ventriñocuo más famoso del país y le dejaba en su cama a sus muñecos para que le hicieran compañía. Debió pasarlo mal en su niñez.
ResponderEliminarSé que su papel fue propuesto a Ali McGraw, habría quedado mejor.
Donald Pleasence es lo mejor de la película en su papel de quincallero que trafica con los indios a pesar del horrible doblaje ("Mi nombre es B. Sugo, mi padre era un guasón")Saludos. Borgo.
Pocas veces he visto que te ensañes tanto con un "film de culto"... Ánimo, muchacho, que quedan muchos...
ResponderEliminarBelknap: la conclusión final es que me lo creo: la negación como argumento o la negación del antecedente.
ResponderEliminarHildy: sí, esa es la cuestión fundamental. Hay que ver como la casualidad liga unos temas con otros.
Marcos Callau: es un clásico de película rompedora. En mi opinión ha envejecido bastante mal.
Miquel Zueras: Donald Pleasence era una actor extraordinario. En "Cul-de-sac" de Roman Polanski, una de las pocas que yo le recuerdo como protagonista y no como gran secundario, lo borda.
Tomás Serrano: ¿de culto? En todo caso será "film de culo": del culo de Candice Bergen que su soldadito compañero tanto se empeña en tapar... De todos modos, si no les gustan mis principios, buscaremos otros.
Saludos a todos.