Hace 20 años, en "La Jungla de Cristal" de John McTiernan, Bruce Willis encarnó por primera vez el personaje de John McClane, un policía cínico y vacilón que revolucionó un género saturado en los años ochenta por la presencia de superhombres con mucho músculo y poco cerebro (Arnold Schwarzenegger, Silvester Stallone, Chuck Norris: los más grandes entre los grandes: los chicos que la América de Ronald Reagan colaba en las pantallas de todo el mundo para demostrar quiénes eran los buenos). En aquella película John McClane se ve inmerso de improviso en un robo con rehenes a gran escala, el solo contra un ejercito de ladrones bien armados, y a pesar de quedarse descalzo y semidesnudo (su uniforme de guerra era un pantalón de pinzas y una camiseta imperio) consigue liberar el edificio Nakatone: a tiro limpio, eso sí. La gran virtud de la película era la de presentar al personaje como a uno que pasaba por allí, uno que estaba en el lugar inadecuado y en el peor momento, y que tiene que echarle valor para arreglar la situación porque nadie más lo va hacer: el héroe por accidente: un cualquiera de carne y hueso que termina sucio y herido (un médico estudió la escenas de acción de la película e hizo un parte de lesiones: en la vida real McClane sería un fiambre a la mitad de la película). La película tuvo dos secuelas muy parecidas a la original. En la tercera se da un giro al estilo (¿pasó de moda el héroe solitario?) y le buscan un compañero de fatigas, encarnado por Samuel L. Jackson ("La Jungla" inicia un subgénero cinematográfico denominado Die Hard Scenario con ejemplos como "Speed" o "Air Force One": uno contra todos en una localización bien delimitada como un edificio, un autobús, un avión; en la tercera y cuarta parte de "La Jungla" el genero se pasa a los buddy films: para la tercera McClane hace pareja con un electricista contestatario y en la cuarta con un hacker adolescente, pero el concepto original pierde fuerza). Eso fue en 1995 y la tecnología digital aún no había invadido el cine. Y allí debería haber acabado todo, con Jeremy Irons derrotado pero matando a Bruce Willis a traición al final de "La Jungla 3". Una muerte digna y una medalla póstuma. La areté del soldado en la Grecia clásica.
El título "La jungla 4.0", como si fuera la última versión de un juego de ordenador, avanza al espectador que de lo qué se trata en esta ocasión es de construir un más difícil todavía en la informática aplicada al cine. Un camión trepando puentes, un caza destruyendo una autopista. No es la primera película que lo intenta ni será la última, pero las secuencias de acción generadas por ordenador ya no llaman tanto la atención como cuando se vio por primera vez "Terminator 2" o "Matrix": es una carrera absurda. En la película unos terroristas utilizan Internet para manipular la Bolsa, los sistemas de distribución de electricidad, los de control aéreo. La informática como peligrosa herramienta en manos de criminales o terroristas, sirve de metáfora paradójica si se aplica a la técnica cinematográfica. En la reciente "Death Proof", Quentin Tarantino revindica la figura del especialista que realiza las escenas de acción sin añadidos innecesarios en el proceso de post-producción y que igualmente consiguen llevar emoción y riesgo a la pantalla: Harold Lloyd colgado del reloj. La tecnología debe ser el medio, no el fin.
John McClane más brutal y menos cachondo, más matón de discoteca y menos pesadilla de criminales, más pelado y menos pelón, provoca que Bruce Willis realice un papel que se parece a su personaje de "Doce monos" de Terry Gilliam: un viajero en el tiempo, triste y desquiciado. Un héroe de otra época.
El otro día estaba revisando este film y me di cuenta que hay un momento en el que citan a "North by northwest" de Hitch. Fijate y contame que te pareció. Saludos!
ResponderEliminarUmmm no, estas pelis no son lo mío, demasiada testosterona desparramada por el suelo, jeje. Sorry, Licantropunk
ResponderEliminarEl sábado ví En el Valle de Elah. Me gustó mucho, ajá, mucho. Aunque sigo pensando que los americanos consideran como original pensamientos o situaciones ya mil veces masticadas pero en esta ocasión hay algo a destacar: las actuaciones, increible Sarandon y Lee Jones, y el pudor ante el dolor en las escenas sangrantes... Un maravilloso pudor.
Un besote!
El cine actual ha confundido ritmo con velocidad,y las nuevas tendencias deben reclamar público.Tu reseña es muy buena y necesaria.Sólo he visto la primera.Uno pasaba por allí,es decir, que estaba en el lugar inadecuado y en mi peor momento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Escribes una entrada para comentar La jungla 4.0 y hablas más de la primera que de la cuarta. Si es que el cine ya no es lo que era y en el fondo hay mucho nostálgico. Bueno, seamos optimistas y pensemos que la mejor película será la siguiente. Por cierto, en cuanto a lo de mucho músculo y poco cerebro, hay un problema de ingenio no sé si en la primera o en la segunda parte, uno de dos garrafas.
ResponderEliminarUn saludo.
budokan: tendré que volver a ver "Con la muerte en los talones" e intentar darme cuenta de la coincidencia
ResponderEliminarmargot: lo comprendo. Lo bueno del cine es que hay para todos los gustos. Me quedo con tu recomendación de "En el valle de Elah".
francisco machuca: no reniego del cine de acción, ni mucho menos, aunque debo reconocer que me empieza a aburrir. Quizá esa sea la explicación: no es que la cuarta película sea peor sino que ese tipo de cine me gustaba más hace veinte años. No cambia el cine, cambio yo.
akebono: el problema de la garrafa es de la tercera parte y lo resuelve Samuel L. Jackson, que era el intelectual del dúo.
Esta claro: confundimos la nostalgia de la juventud con la del cine. Aquellos locos ochenta.
Saludos a todos