¿Quién mató a Laura Palmer? Esa pregunta es historia de la televisión, una cuestión que alcanzó niveles metafísicos cuando se emitieron por primera vez, en 1990, los desconcertantes episodios de "Twin Peaks", el drama televisivo creado por David Lynch y Mark Frost. "Twin Peaks" supuso un cambio de paradigma en cuanto a lo que era posible realizar para el consumo masivo de millones de telespectadores, una propuesta radical para la que se suponía que el gran público no estaba preparado: "Twin Peaks" fue una pionera, uno de los señalados puntos de partida para la invasión de series que llegó después, auténtico tsunami de variopintas temáticas y estéticas que se llevó el medio por delante (nada de esperar una semana a que emitan el siguiente capítulo, ni mucho menos soportar que se interrumpa la emisión para que te cuelen varios anuncios comerciales) y alcanzó un nivel máximo de inundación que todavía no ha aflojado: el agua sigue subiendo.
¿Quién mató a Ángela Hayes? Desde las primeras escenas, "Tres anuncios en las afueras" me ha recordado a los sucesos que tuvieron lugar en el pueblo imaginado por la firma de prestigio de David Lynch, cambiando el estado de Washington por el de Missouri, pero enfocando hacia la América profunda en todo caso. Una pregunta retocada, pero que es la misma, una pregunta gritada bien alto en tres vallas publicitarias, una pregunta que es un Macguffin cinematográfico y que por tanto sirve para poner en marcha la acción pero que, como sucedía en "Twin Peaks", no es más que una excusa para hablar de otros temas. El trágico asesinato de Ángela Hayes puede que se resuelva o puede que no, esa investigación, si se realiza, pasará a un nivel secundario, porque lo importante será, otra vez, realizar una autopsia de la violencia incontenible de la sociedad estadounidense: la meca de la civilización occidental, la sede de su imperio desde el final de la Segunda Guerra Mundial está constituida en gran medida, según cuenta la película, por unos bárbaros que no se lo piensan dos veces a hora de lanzar contra sus convecinos la mayor brutalidad que son capaces de producir. De víctima a verdugo, en un intercambio constante de papeles: la cinta denuncia una ausencia total de inocentes que hace inútil preguntar quién fue el culpable.
"Twin Peaks" elevó su apuesta hasta convertirse en ejercicio de surrealismo, modificando la obvia caricatura y logrando transformar el drama en comedia: "Twin Peaks" no osaba tomarse en serio a sí misma. Si la pretensión de "Tres anuncios en las afueras" era la verosimilitud, entendida como el ánimo de relatar sin ambages una tragedia moderna conducida por madres coraje y provocar así la empatía del espectador, se puede asegurar que la meta quedó muy lejana. La exageración en el guion, vicio inevitable del cine estadounidense, ahuyenta cualquier posibilidad de realismo. Así que será mejor pensar que "Tres anuncios en las afueras" forme un remedo de esperpento valleinclanesco antes que un reportaje de actualidad. Conocido es que la realidad puede superar la ficción, pero el propósito del cine es que parezca real hasta lo más descabellado, un fin que en sí mismo resulta complicado y que no está al alcance de cualquiera.
domingo, febrero 25, 2018
sábado, febrero 03, 2018
"Zona hostil", de Adolfo Martínez
En dos líneas de texto superpuestas a los fotogramas finales de la película, se informa al espectador de que un centenar de militares españoles han fallecido en misiones desplegadas en territorio afgano desde que España entró a formar parte, en el año 2002, del contingente internacional armado denominado ISAF, una de tantas siglas que promueve el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para reinstaurar la "normalidad democrática" en países que han padecido una guerra: la ONU parece poner más empeño en reparar desastres bélicos que en evitarlos. Lo que no cuenta ese breve texto es que de esos cien, sesenta y tres murieron en el dramático y vergonzoso accidente del avión Yakolev Yak-42, que se estrelló en Turquía el 26 de mayo de 2003: dramático por motivos obvios y vergonzoso porque a raíz de la tragedia salieron a la luz las pésimas condiciones en las que viajaban las tropas españolas habitualmente (volando en cacharros aéreos dignos del desguace) y la inaudita negligencia con la que se realizaron los trabajos de identificación de los cadáveres de los soldados fallecidos (en la magnífica novela "Nos vemos allá arriba", el escritor francés Pierre Lemaitre escribe el relato patético de la picaresca que acompañó el intento de dar sepultura digna a los cientos de miles de combatientes muertos por Francia durante la Primera Guerra Mundial: empresarios sin escrúpulos y políticos corruptos: nada ha cambiado). La guerra y los negocios.
Veo "Zona hostil" en la víspera de la entrega de los Premios Goya 2018 y elijo este título en homenaje a la repentina muerte de Reyes Abades, genuino nombre propio de los efectos especiales en el cine español. Se puede dar la circunstancia de que hoy gane, póstumamente, uno de los preciados cabezones del ilustre pintor maño, pues está doblemente nominado, por "Zona hostil" y por "Oro" de Agustín Díaz Yanes: 9 Goyas ganados (sólo uno por debajo del récord de 10 del compositor Alberto Iglesias) adornan la carrera del maestro extremeño. Además se le puede considerar uno de los últimos representantes nacionales del efecto artesano y material frente al ubicuo efecto generado por ordenador, exponente por tanto de una especialidad en probable extinción pero que aún es capaz de marcar la diferencia. Y tanto es así, dos caminos para un mismo fin, que en los créditos de "Zona hostil" figura Reyes Abades en la categoría "Efectos especiales" y Curro Muñoz en "Efectos digitales".
Comencé esta entrada hablando de bajas y la verdad es que, por lo visto en la película, esa cifra puede parecer corta. La cinta funciona como un reportaje (o publireportaje: se muestra un ejercito español heroico, esforzado e integrador de ambos sexos: join the army!) basado en hechos reales y enfocado en mostrar la operación de rescate de un helicóptero español de atención médica accidentado cuando se dirigía a la evacuación de dos soldados estadounidenses heridos. De Somalia a Afganistán, de Mogadiscio a Herat, este "Black Hawk Down" españolizado logra un filme bélico emocionante y bien realizado, correcta factura que se redondea con un metraje de hora y media de duración, tiempo más que adecuado para que el plomo lo disparen únicamente los guerreros hispanos enfrentados a los talibanes y no lo empiecen a repartir los fotogramas hacia la predisposición del espectador. No somos una ONG, sentencia un legionario, hemos venido a la guerra. Y seguro que era cierto. Soldadito español, soldadito valiente.
Veo "Zona hostil" en la víspera de la entrega de los Premios Goya 2018 y elijo este título en homenaje a la repentina muerte de Reyes Abades, genuino nombre propio de los efectos especiales en el cine español. Se puede dar la circunstancia de que hoy gane, póstumamente, uno de los preciados cabezones del ilustre pintor maño, pues está doblemente nominado, por "Zona hostil" y por "Oro" de Agustín Díaz Yanes: 9 Goyas ganados (sólo uno por debajo del récord de 10 del compositor Alberto Iglesias) adornan la carrera del maestro extremeño. Además se le puede considerar uno de los últimos representantes nacionales del efecto artesano y material frente al ubicuo efecto generado por ordenador, exponente por tanto de una especialidad en probable extinción pero que aún es capaz de marcar la diferencia. Y tanto es así, dos caminos para un mismo fin, que en los créditos de "Zona hostil" figura Reyes Abades en la categoría "Efectos especiales" y Curro Muñoz en "Efectos digitales".
Comencé esta entrada hablando de bajas y la verdad es que, por lo visto en la película, esa cifra puede parecer corta. La cinta funciona como un reportaje (o publireportaje: se muestra un ejercito español heroico, esforzado e integrador de ambos sexos: join the army!) basado en hechos reales y enfocado en mostrar la operación de rescate de un helicóptero español de atención médica accidentado cuando se dirigía a la evacuación de dos soldados estadounidenses heridos. De Somalia a Afganistán, de Mogadiscio a Herat, este "Black Hawk Down" españolizado logra un filme bélico emocionante y bien realizado, correcta factura que se redondea con un metraje de hora y media de duración, tiempo más que adecuado para que el plomo lo disparen únicamente los guerreros hispanos enfrentados a los talibanes y no lo empiecen a repartir los fotogramas hacia la predisposición del espectador. No somos una ONG, sentencia un legionario, hemos venido a la guerra. Y seguro que era cierto. Soldadito español, soldadito valiente.