A veces es mejor no saber la verdad. El mito dice que se suicidó encima de un escenario, atormentado por un público inclemente. Qué gran historia, metáfora certera del genio incomprendido. Al parecer no fue así. Quizás sólo fue cuestión de mala suerte: la diosa fortuna pasó de largo: no se encontraron en el camino el momento preciso y el lugar adecuado. ¿Sabes que tu blog está entre los tres más visitados de Antofagasta? Cuando le dedicas una entrada a una película, el DVD de la misma se agota en todas las tiendas y la copia que circule por Internet, tanto la legal como la de costumbre, consume la mayor parte del ancho de banda de las descargas de esos días. Ya, ya, y a los recién nacidos les ponen Licantropunk, ¿no?
Sí, muchas veces mejor no saber, mas nunca dejar de imaginar.
El éxito esquivo se encuentra exiliado, nos relata de modo fantástico "Searching for Sugar Man". Nadie es profeta en su tierra, un aforismo elevado a la enésima potencia, según este documental. Sixto Rodríguez arrojado de improviso a la gloria en un apartado punto del planeta y de ahí, vía Oscar de Hollywood, a la fama mundial. Músico incógnito damnificado por el cine. De Detroit a ninguna parte, de Sudáfrica al cielo.
La búsqueda de la autenticidad, del artista incorrupto, del territorio virgen donde habita el talento. Una misión ardua en estos tiempos en los que hasta Iggy Pop vende gaseosas: el icono desconchado. Una tarea difícil, pero de ningún modo imposible. ¿No es así, Mr. Rodríguez?
martes, junio 25, 2013
miércoles, junio 12, 2013
"Lincoln", de Steven Spielberg, y "La conspiración", de Robert Redford
Acaba la una y empieza la otra (si bien yo vi la de Redford en su día y ahora tiene turno la de Spielberg: el orden de los factores no será trascendental, sin embargo). Muere Abraham Lincoln asesinado de un disparo a bocajarro mientras asistía a una representación teatral (¡vaya!, ya metí un spoiler y encima para las dos cintas) y, acto seguido (sería un buen programa doble), en "La conspiración" se recrea el juicio llevado a cabo contra los magnicidas. Entre ellos una mujer, Mary Surrat (Robyn Wright: la princesa prometida vestida de viuda puritana, pero una mirada lánguida que no envejece), dueña de la pensión donde se gestaba la confabulación y para la que, cuando menos, existe una duda razonable en cuanto a su responsabilidad criminal. Lincoln contra el pueblo o la venganza de estado: muere el príncipe pero Maquiavelo no descansa.
"Lincoln" no es una película biográfica, más allá de presentar un periodo concreto de su presidencia: los tejemanejes políticos para conseguir una mayoría de votos a favor de introducir un cambio en la constitución estadounidense, la enmienda decimotercera que erradique la práctica de la esclavitud en aquel país. El antiesclavismo de Lincoln, un ideal por el que morir y que, a través del sello de Spielberg, se torna una epopeya romántica y por supuesto maniquea, de buenos contra malos. Al principio de la cinta Lincoln conversa con unos soldados. Estos contemplan al altísimo mandatario como a una figura épica, como a una divinidad o a un mesías, incluso recitan de memoria sus discursos como si fueran pasajes bíblicos. Sin duda luchan por Lincoln, encarnación del bien. Sí, el sello Spielberg.
La cinta de Steven Spielberg emana una idea de confianza en las instituciones, en la clase política, el convencimiento de que los sentimientos más elevados prevalecen y resultan finalmente victoriosos, una victoria que, en el caso de "Lincoln", tiene un coste tan elevado, al menos, como la moral de la causa defendida: cuatro años de guerra civil y 600.000 muertos en combate (un millón de victimas en total: hasta la segunda guerra mundial no empezó a haber más muertos entre los civiles que entre los soldados) para sacar de la esclavitud a cuatro millones de personas, como la propia película nos recuerda (fue la lucha del Norte industrial contra el Sur agrícola, una lucha entre dos mundos distintos, entre uno llamado a dominarlo todo, planeta incluido, y otro abocado a la extinción y el olvido). El legado de Lincoln se podría concretar en que hay que minimizar el impacto del sacrificio personal ante el inigualable afán del bien común. Un sacrificio al que no escapó ni el propio Lincoln.
Pero Robert Redford plantea el reverso de la cuestión: una sola muerte injusta es suficiente para echar por tierra cualquier causa loable. La constitución, a partir de la cual se crean las leyes de la nación, es apartada sin miramientos con tal de servir a los intereses del gobierno de turno. Muere Lincoln y le sucede Andrew Johnson, al que en "La conspiración" no se duda en calificar de borracho y que aparece (en realidad no sale) como un títere en manos del secretario de guerra Edwin Stanton ("La conspiración" será alegoría poco disimulada de otra administración moderna, la del presidente George W. Bush y su secretario Donald Rumsfeld). El escarmiento debe ser ejemplar y al Sur hay que derrotarlo hasta en el alma, o sobre todo.
"Lincoln", tan laudatoria como inocente, todavía más al compararla con el thriller legal, torvo, que se presenta en "La conspiración": las cloacas del poder. Dos buenas películas en cualquier caso, repletas de actuaciones convincentes y magníficas recreaciones históricas, y que exponen dos posturas opuestas, el estado protector frente al estado asesino. O muchos tonos de gris entre medias. Para salir de dudas no me va a quedar otra que ver "Abraham Lincoln: cazador de vampiros". Me temo.
La cinta de Steven Spielberg emana una idea de confianza en las instituciones, en la clase política, el convencimiento de que los sentimientos más elevados prevalecen y resultan finalmente victoriosos, una victoria que, en el caso de "Lincoln", tiene un coste tan elevado, al menos, como la moral de la causa defendida: cuatro años de guerra civil y 600.000 muertos en combate (un millón de victimas en total: hasta la segunda guerra mundial no empezó a haber más muertos entre los civiles que entre los soldados) para sacar de la esclavitud a cuatro millones de personas, como la propia película nos recuerda (fue la lucha del Norte industrial contra el Sur agrícola, una lucha entre dos mundos distintos, entre uno llamado a dominarlo todo, planeta incluido, y otro abocado a la extinción y el olvido). El legado de Lincoln se podría concretar en que hay que minimizar el impacto del sacrificio personal ante el inigualable afán del bien común. Un sacrificio al que no escapó ni el propio Lincoln.
"Lincoln", tan laudatoria como inocente, todavía más al compararla con el thriller legal, torvo, que se presenta en "La conspiración": las cloacas del poder. Dos buenas películas en cualquier caso, repletas de actuaciones convincentes y magníficas recreaciones históricas, y que exponen dos posturas opuestas, el estado protector frente al estado asesino. O muchos tonos de gris entre medias. Para salir de dudas no me va a quedar otra que ver "Abraham Lincoln: cazador de vampiros". Me temo.
martes, junio 04, 2013
La Petition.be - THE CULTURAL EXCEPTION IS NON-NEGOTIABLE!
La Petition.be - THE CULTURAL EXCEPTION IS NON-NEGOTIABLE!
¡LA EXCEPCIÓN CULTURAL NO ES NEGOCIABLE!
El 13 de mayo puede convertirse en un importante – y también escandaloso - punto de inflexión en la construcción europea.
Ése fue el día en que la Comisión Europea, bajo la dirección del Comisario Karel de Gucht, decidió pisotear la excepción cultural y adoptar un borrador de mandato de negociación que incluye a los servicios audiovisuales y cinematográficos en las negociaciones comerciales UE-EE.UU. que comienzan este verano.
Están ya olvidadas las apasionadas palabras del Presidente Barroso del año 2005: “en una escala de valores la cultura va antes que la economía”. También lo están las declaraciones de amor al Cine del Presidente Barroso cuando los directores se vieron forzados a defender el Programa MEDIA. ¿Y qué ha sido del eslogan de la Comisión “Europa ama al cine”?
Unos pocos meses antes de que termine su presidencia, no entendemos qué huella quiere dejar el señor Barroso en la historia europea. Hasta el momento, desafortunadamente, predomina la imagen de la renuncia cultural. Parece también que ha olvidado su propia lección de no hace tanto tiempo: “la cultura es la respuesta a la crisis”
Seamos francos: el mandato de negociación propuesto es una renuncia. Es una capitulación y un punto de ruptura.
Hace 20 años, la voluntad común de apoyar la creación y promover su diversidad se forjó aquí en Europa.
La cultura está en el corazón mismo de los ideales de la identidad europea.
Hace 20 años, la excepción cultural irrumpió en la escena internacional, llevando al reconocimiento de un estatus específico para las obras audiovisuales ya que no son bienes como los demás y por lo tanto deben ser excluidos de las negociaciones comerciales.
Hace 20 años, gracias a la excepción cultural que surgió de la batalla de los acuerdos del GATS, a la creación y a la diversidad lingüística se les concedió el derecho a continuar beneficiándose de las reglas dirigidas a protegerlas y apoyarlas.
El resultado es positivo: la diversidad cultural es ahora una realidad en la mayoría de los lugares de toda Europa. Es lo que permite los intercambios y el entendimiento mutuo y es también un vector para el crecimiento y la creación de empleo.
La Europa que nosotros amamos trabajó duro para conseguir que la Convención de la UNESCO sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de 2005 se hiciera realidad. La Europa que nosotros amamos ratificó posteriormente esta Convención junto con otros 126 países de todo el mundo. La Europa que nosotros amamos es admirada en todo el mundo porque inició y apoyó esta gran iniciativa.
FIRMA LA PETICIÓN DE CINEASTAS EUROPEOS
¡LA EXCEPCIÓN CULTURAL NO ES NEGOCIABLE!
El 13 de mayo puede convertirse en un importante – y también escandaloso - punto de inflexión en la construcción europea.
Ése fue el día en que la Comisión Europea, bajo la dirección del Comisario Karel de Gucht, decidió pisotear la excepción cultural y adoptar un borrador de mandato de negociación que incluye a los servicios audiovisuales y cinematográficos en las negociaciones comerciales UE-EE.UU. que comienzan este verano.
Están ya olvidadas las apasionadas palabras del Presidente Barroso del año 2005: “en una escala de valores la cultura va antes que la economía”. También lo están las declaraciones de amor al Cine del Presidente Barroso cuando los directores se vieron forzados a defender el Programa MEDIA. ¿Y qué ha sido del eslogan de la Comisión “Europa ama al cine”?
Unos pocos meses antes de que termine su presidencia, no entendemos qué huella quiere dejar el señor Barroso en la historia europea. Hasta el momento, desafortunadamente, predomina la imagen de la renuncia cultural. Parece también que ha olvidado su propia lección de no hace tanto tiempo: “la cultura es la respuesta a la crisis”
Seamos francos: el mandato de negociación propuesto es una renuncia. Es una capitulación y un punto de ruptura.
Hace 20 años, la voluntad común de apoyar la creación y promover su diversidad se forjó aquí en Europa.
La cultura está en el corazón mismo de los ideales de la identidad europea.
Hace 20 años, la excepción cultural irrumpió en la escena internacional, llevando al reconocimiento de un estatus específico para las obras audiovisuales ya que no son bienes como los demás y por lo tanto deben ser excluidos de las negociaciones comerciales.
Hace 20 años, gracias a la excepción cultural que surgió de la batalla de los acuerdos del GATS, a la creación y a la diversidad lingüística se les concedió el derecho a continuar beneficiándose de las reglas dirigidas a protegerlas y apoyarlas.
El resultado es positivo: la diversidad cultural es ahora una realidad en la mayoría de los lugares de toda Europa. Es lo que permite los intercambios y el entendimiento mutuo y es también un vector para el crecimiento y la creación de empleo.
La Europa que nosotros amamos trabajó duro para conseguir que la Convención de la UNESCO sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de 2005 se hiciera realidad. La Europa que nosotros amamos ratificó posteriormente esta Convención junto con otros 126 países de todo el mundo. La Europa que nosotros amamos es admirada en todo el mundo porque inició y apoyó esta gran iniciativa.
Con la adopción del mandato de negociación, que reduciría la cultura a nada más que a una mercancía, la Comisión Europea (excepto los tres Comisarios que votaron en contra) ha abandonado su posición a favor de la excepción cultural, yendo de esta manera en contra de sus propios objetivos y de sus previos compromisos, y demostrando una nefasta duplicidad.
Nosotros refutamos esta Europa que está dispuesta a abandonar los principios de la Convención, y en particular el principio de la soberanía cultural de los Estados.
Frente a los Estados Unidos donde la industria del entretenimiento es la segunda mayor fuente de las exportaciones, la liberalización del sector audiovisual y cinematográfico llevará a la destrucción de todo lo que hasta ahora había protegido, promovido y ayudado a desarrollar las culturas europeas. Esta política, junto con la concesión de ventajas fiscales excesivas a los campeones digitales estadounidenses, sorprendentemente parece como un deseo consciente de llevar a la cultura europea al borde del desastre.
Aquellos que, en el nombre de Europa, hayan aceptado esta renuncia serán siempre culpables a los ojos de la historia. La diversidad cultural no debe ser solo una herramienta de negociación. Debe seguir siendo una ambición, una demanda legítima, y un compromiso.
Nosotros refutamos esta Europa que está dispuesta a abandonar los principios de la Convención, y en particular el principio de la soberanía cultural de los Estados.
Frente a los Estados Unidos donde la industria del entretenimiento es la segunda mayor fuente de las exportaciones, la liberalización del sector audiovisual y cinematográfico llevará a la destrucción de todo lo que hasta ahora había protegido, promovido y ayudado a desarrollar las culturas europeas. Esta política, junto con la concesión de ventajas fiscales excesivas a los campeones digitales estadounidenses, sorprendentemente parece como un deseo consciente de llevar a la cultura europea al borde del desastre.
Aquellos que, en el nombre de Europa, hayan aceptado esta renuncia serán siempre culpables a los ojos de la historia. La diversidad cultural no debe ser solo una herramienta de negociación. Debe seguir siendo una ambición, una demanda legítima, y un compromiso.
¡No es demasiado tarde!
Nosotros continuaremos luchando por la capacidad de Europa de escribir su Historia desde la perspectiva de la diversidad de sus pueblos y culturas; y por la capacidad de los ciudadanos europeos de encontrar respuestas complejas y profundas a los retos actuales.
Los firmantes, originarios de todas partes de Europa, hacemos un llamamiento a los Jefes de Estado europeos para que apoyen la exclusión de los servicios audiovisuales y cinematográficos de las negociaciones comerciales UE-EEUU.
Los firmantes, originarios de todas partes de Europa, hacemos un llamamiento a los Jefes de Estado europeos para que apoyen la exclusión de los servicios audiovisuales y cinematográficos de las negociaciones comerciales UE-EEUU.