Al (Tom Neal) es un pianista que quiere viajar haciendo autostop desde Nueva York a Los Angeles. Después de muchas jornadas de hacer dedo, de caminar por los arcenes, de subir y bajar de los coches de buenos samaritanos, un tipo se ofrece a llevarlo hasta su destino final: qué buena suerte. Y encima le invita a cenar, ¡mejor imposible! O no. Good luck... bad luck. Empieza la peor racha imaginable. El destino final no será el esperado.
Francisco Machuca me recordó en su excelente artículo que aún no había
visto "Detour" y es un título de película que he visto aparecer
bastantes veces como hito primordial del cine negro. Y así es. En esta cinta aparece una de las mayores "villanas" que nunca se vio en una pantalla, el personaje de Vera interpretado por Ann Savage y que es la actuación que verdaderamente hace merecer el precio de la entrada: mirada de caimana curtida a golpes, dureza de carácter adquirido dando tumbos, cayendo de mal en peor hasta abandonar el menor atisbo de piedad, hasta alcanzar el punto en el que ya no hay nada que perder: pobre Al, prisionero en la telaraña. Vera es digna de aparecer en cualquier pesadilla. No hay escapatoria, no hay salida.
"Detour" me recuerda mucho a una película de su misma cosecha, otra del año 1945, la magnifica "Perversidad" de Fritz Lang. En "Perversidad" Chris Cross (Edward G. Robinson), un honesto cajero, un aplicado pintor aficionado de fin de semana, se enamora perdidamente de Kitty (Joan Bennet), una vampiresa que se dispone, azuzada por el canalla de su novio Johnny (Dan Duryea), a desplumarlo vivo creyendo que el pobre señor Cross se trata en realidad de un artista millonario. El acabará convertido en un ladrón, en un mentiroso: despedido del trabajo, extinguido su matrimonio. Se juega todo a la carta de Kitty y pierde. Lo pierde todo
Al y Chris, el pianista y el cajero, terminarán sus días de la forma más insospechada, convertidos en criminales. Quién se lo podía imaginar: el hombre corriente, el borrego pacífico, con las manos manchadas de sangre. En "Mi tío de América", película de 1980, Alain Resnais quizás dará las respuestas oportunas confeccionando otra de sus sublimes rarezas cinematográficas: la angustia del ciudadano civilizado, el estrés y la depresión, conducen a la violencia y al daño, ya sea contra los demás, ya sea contra uno mismo. La civilización como fuente segura de barbarie.
jueves, mayo 31, 2012
domingo, mayo 27, 2012
"Drive", de Nicolas Winding Refn
Arrastro bastantes pendientes del curso anterior, de las del año 2011. Me tengo que poner al día: fatiga más lo pendiente que lo realizado. Y no es que uno no sea aplicado, no, es más bien un problema de disponibilidad: ocasiones contadas de acudir a una sala de cine: por fuerza mucho se tiene que quedar en el tintero, ay. Pero el cine tiene la virtud de conservarse sin mayor problema hasta la hora de ser consumido: no necesita frío, ni envolverlo en papel Albal: abrir y devorar. El cine te espera.
"Drive" era una de las expectativas que parecía que no se iba a malograr cuando al fin llegara el momento de verla, y así ha sido: excelente película. Un pavo que se dedica a conducir el buga que se queda en la calle esperando a que unos mendas terminen sus "asuntos", para después salir a escape. El cómplice obligatorio en cualquier atraco, butrón o palo a pecho descubierto que se precie. Un precedente claro a esta cinta se encuentra en "The driver" de Walter Hill, película de culto del año 1978 protagonizada por Ryan O'Neal, que tiene muchos puntos en común con "Drive", no sólo en el verbo del título, sino también en un guión dominado por la construcción de un personaje que se menciona siempre al final del grupo: y él os espera en la esquina con el coche en marcha.
Estética ochentera: esa chupa con escorpión dorado a la espalda que el protagonista no se quita ni para limpiarle la sangre, esos guantes sin dedos y cerilla en la boca como el cobretti (Sly en "Cobra" de George P. Cosmatos: la quintaesencia de la macarrada, que de puro abuso en el estilo resultaba cómica donde debía ser despiadada) más chulo de los billares. Sin embargo esa estética que "Drive" recupera será acertado emparentarla con el cine personal y serio de Michael Mann: tipos tranquilos y dispuestos a todo, casi inexpresivos ("Corrupción en Miami", por supuesto, pero también Robert DeNiro en "Heat", dominándolo todo, o Alain Delon en otra imprescindible, "El samurai" de Jean-Pierre Melville, y así hasta llegar al "Pickpocket" de Robert Bresson: el arquetipo), que se adentran veloces en planos abiertos de paisajes urbanos poblados de rascacielos, acompañados siempre por una banda sonora lounge que convierte fotogramas en videoclips: firma reconocible del gran Michael Mann, impronta indeleble para recuerdos de celuloide.
El protagonista de "Drive" encarna a un profesional en el que se puede confiar ciegamente, un témpano con nervios de acero que puede ser letal si se le traiciona: un perdona-vidas de vuelta de todo que ve pasar el último tren: mejor no cabrearle. El chico además se dedica a doble de acción (el stuntman, el daredevil), esos pirados que hacen dar vueltas de campana a los vehículos de los que se baja el costoso actor protagonista: apuntar otra reciente de un especialista en revival de calidad de cualquier género de acción cinematográfico, "Death Proof", de Quentin Tarantino. Todo va muy bien en los negocios del piloto (Ryan Gosling) hasta que una chica (Carey Mulligan; "Drive" no la vi en su día pero lo inmediatamente posterior que ha hecho esta pareja sí: "Los idus de marzo", de Georges Clooney, él, "Shame", de Steve McQueen, ella: buenos actores llamados a triunfar, a dominar la cartelera de prestigio venidera) se pone delante de su parachoques. Y aquí toca mencionar la última cult movie por hoy, "Carretera asfaltada en dos direcciones" de Monte Hellman: el amor por el coche de uno es un amor celoso que no admite distracciones.
A las películas de culto les gustan los coches rápidos, sí. Y los amores imposibles.
"Drive" era una de las expectativas que parecía que no se iba a malograr cuando al fin llegara el momento de verla, y así ha sido: excelente película. Un pavo que se dedica a conducir el buga que se queda en la calle esperando a que unos mendas terminen sus "asuntos", para después salir a escape. El cómplice obligatorio en cualquier atraco, butrón o palo a pecho descubierto que se precie. Un precedente claro a esta cinta se encuentra en "The driver" de Walter Hill, película de culto del año 1978 protagonizada por Ryan O'Neal, que tiene muchos puntos en común con "Drive", no sólo en el verbo del título, sino también en un guión dominado por la construcción de un personaje que se menciona siempre al final del grupo: y él os espera en la esquina con el coche en marcha.
Estética ochentera: esa chupa con escorpión dorado a la espalda que el protagonista no se quita ni para limpiarle la sangre, esos guantes sin dedos y cerilla en la boca como el cobretti (Sly en "Cobra" de George P. Cosmatos: la quintaesencia de la macarrada, que de puro abuso en el estilo resultaba cómica donde debía ser despiadada) más chulo de los billares. Sin embargo esa estética que "Drive" recupera será acertado emparentarla con el cine personal y serio de Michael Mann: tipos tranquilos y dispuestos a todo, casi inexpresivos ("Corrupción en Miami", por supuesto, pero también Robert DeNiro en "Heat", dominándolo todo, o Alain Delon en otra imprescindible, "El samurai" de Jean-Pierre Melville, y así hasta llegar al "Pickpocket" de Robert Bresson: el arquetipo), que se adentran veloces en planos abiertos de paisajes urbanos poblados de rascacielos, acompañados siempre por una banda sonora lounge que convierte fotogramas en videoclips: firma reconocible del gran Michael Mann, impronta indeleble para recuerdos de celuloide.
El protagonista de "Drive" encarna a un profesional en el que se puede confiar ciegamente, un témpano con nervios de acero que puede ser letal si se le traiciona: un perdona-vidas de vuelta de todo que ve pasar el último tren: mejor no cabrearle. El chico además se dedica a doble de acción (el stuntman, el daredevil), esos pirados que hacen dar vueltas de campana a los vehículos de los que se baja el costoso actor protagonista: apuntar otra reciente de un especialista en revival de calidad de cualquier género de acción cinematográfico, "Death Proof", de Quentin Tarantino. Todo va muy bien en los negocios del piloto (Ryan Gosling) hasta que una chica (Carey Mulligan; "Drive" no la vi en su día pero lo inmediatamente posterior que ha hecho esta pareja sí: "Los idus de marzo", de Georges Clooney, él, "Shame", de Steve McQueen, ella: buenos actores llamados a triunfar, a dominar la cartelera de prestigio venidera) se pone delante de su parachoques. Y aquí toca mencionar la última cult movie por hoy, "Carretera asfaltada en dos direcciones" de Monte Hellman: el amor por el coche de uno es un amor celoso que no admite distracciones.
A las películas de culto les gustan los coches rápidos, sí. Y los amores imposibles.
jueves, mayo 17, 2012
"Los Vengadores", de Joss Whedon
Como un enano.
Creo que la apreciación exacta es que, al fin, se han revivido en una pantalla de cine los momentos más grandiosos de las batallas de superhéroes contra supervillanos que leímos una y otra vez, tebeos desgastados, en las páginas publicadas por la editorial Marvel (aquí en España lo publicaba Vértice -La Masa, Patrulla X, Dan Defensor-, desde que yo recuerdo, luego Forum -Hulk, XMen, Daredevil: se perdió el espíritu españolizante en los nombres-, y ahora la editorial Panini se encarga de las nuevas sagas).
En el año 2000 "X-Men", de Bryan Singer (el director de "Sospechosos habituales", nada menos: no se puede decir que en su filmografía posterior haya logrado algo tan brillante como aquella maravilla de 1995), fue la que dio el pistoletazo de salida al resto de fotogramas marvelizados: se puede aparecer en una película con mallas y antifaz y salir airoso del trance: se descubrió la forma, el camino a seguir, la estética aconsejable. Un par de docenas de producciones posteriores que habrán hecho las delicias o habrán supuesto el aborrecimiento de los fan: cuestión de gustos y afinidades. En lo bueno se puede destacar "Spiderman" de Sam Raimi, "Hulk" de Ang Lee, "Iron Man" de Jon Favreau o "X-Men: Primera generación" de Matthew Vaughn. En lo olvidable, "Los 4 Fantásticos" de Tim Story, o "Daredevil" (ay, Ben Affleck) y "Ghost Rider" (ay, Nicolas Cage) de Mark Steven Johnson. Y después, mucha clase media entretenida. Mención aparte para "El protegido" de M. Night Shyamalan: no lleva el sello de la editorial, ni Stan Lee hace un cameo, ni la cinta está llena de efectos especiales, pero quizás sea la mejor de todas.
En "Los Vengadores" un actor sobresale muchos escalones por encima del resto: Robert Downey Jr. interpretando el lado más irónico, descreído y extravagante del millonario Tony Stark. Contenido para no caer en la sobreactuación pero suficientemente hábil como para acaparar con total facilidad todos los planos que el resto de actores tiene la mala suerte de compartir con él. Stark es la nota de sentido de humor necesaria ante tanta trascendencia épica. Los Vengadores, el más alucinante grupo nunca reunido, una fachada de músculo y poder que oculta a unos pobres desgraciados llenos de problemas en su vida personal, repletos de dilemas morales y fragilidad sentimental. Ahí está el secreto del éxito de las tramas de los cómic, esa parte mundana del superhéroe: el médico cojo Donald Blake, el fugitivo Bruce Banner (¡La Masa odia a Banner!), el abuelo descongelado Steve Rogers, el enfermo del corazón Tony Stark. Unos cualquieras capaces de todo. Todos unos cualquieras menos Scarlett Johansson, por supuesto...
Para ver "Los Vengadores", si no se ha pasado la vista por muchas páginas del tema (¿a quién puede sorprenderle que el Helitransporte de Shield vuele?), conviene haber visto algunas de las últimas películas Marvel, sobre todo "Thor" de Kenneth Branagh (Kenneth Branagh, Bryan Singer, Ang Lee, Sam Raimi: el celuloide comiquero puede presumir de nombre en la firma, sin duda), que no es de las más recomendables del género pero que aporta gran parte del prólogo de "Los Vengadores". Loki, dios burlón, abriendo de nuevo las puertas de Midgard para conducir una invasión extraterrestre. Y... ¡qué batalla!¡La Masa a pleno rendimiento! No había visto nada igual desde que miraba aquellos tebeos en blanco y negro impresos en papel malo. Esta película logra acercarse bastante a aquello.
¡Vengadores reuníos!
sábado, mayo 05, 2012
Revista. La Caja de Pandora nº 4 "Made In Spain"
Un nuevo número de la revista cuatrimestral "La Caja de Pandora": un año desde que salió el primero: ¡Felicidades, Crowley, y enhorabuena una vez más por el resultado!
Made in Spain, producto nacional, un vistazo amplio al estado del arte patrio, del pasado y del presente: cine, literatura, cómic, música. Este pequeño Licantropunk contribuye con un par de artículos dedicados a sendas devociones: "El sol del membrillo" de Víctor Erice y "Los amantes del círculo polar" de Julio Medem. Pero hay mucho más y mucho mejor: aquí se puede examinar el sumario y acceder a la lectura y/o descarga de la revista. Gratis total. No se la pierdan:
http://issuu.com/cajadepandoramagazine/docs/la_caja_de_pandora_4_made_in_spain
Made in Spain, producto nacional, un vistazo amplio al estado del arte patrio, del pasado y del presente: cine, literatura, cómic, música. Este pequeño Licantropunk contribuye con un par de artículos dedicados a sendas devociones: "El sol del membrillo" de Víctor Erice y "Los amantes del círculo polar" de Julio Medem. Pero hay mucho más y mucho mejor: aquí se puede examinar el sumario y acceder a la lectura y/o descarga de la revista. Gratis total. No se la pierdan:
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martes, mayo 01, 2012
"El hombre de mármol" y "El hombre de hierro", de Andrzej Wajda
Cine político, cine social. Buen programa doble para un 1º de Mayo. Tres décadas de repaso de la historia de Polonia, desde los años 50 a los años 80 del siglo XX. Desde el estajanovismo, como símbolo de superación heroica, impuesto por la cultura del trabajo del omnipresente régimen soviético de Stalin, hasta los movimientos huelguistas protagonizados por el sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa, y que tuvieron como principal "campo de batalla" los astilleros de Gdansk. Del cierre a la apertura: de un bigotudo a otro.
La clase obrera siempre debajo, siempre defraudada. La gran marcha de la izquierda que se dirige, ingenuidad de la esperanza, hacia el mismo sitio donde empezó. Un ciclo sin fin, una rueda exhausta, una opresión constante. Los ciudadanos aúpan al poder a unos líderes políticos que, más pronto que tarde, se vuelven contra ellos, con una frialdad y una dureza sorprendentes: la perdida de la inocencia llega sin anunciarse. Cría cuervos. ¿Qué esperabas? No existen los salvadores de la patria, sólo los vendedores de la nación. Pero la gran marcha de la izquierda no termina, a pesar de todo. Esta mañana, en la manifestación del 1º de Mayo, otra vez más, otra vez en la calle: dejarse ver, dejarse oír.
Andrzej Wajda es el cronista imprescindible, para los cinéfilos foráneos, del último siglo de la historia de Polonia. "El hombre de mármol" y "El hombre de hierro" comparten actor protagonista, Jerzy Radziwilowicz: del albañil Mateusz Birkut, héroe del pueblo, instrumento de propaganda prosoviética, a su hijo Maciej, figura clave en el sindicato huelguista. En ambas películas la imagen y el cine tendrán un carácter trascendental, un actor más en la trama: como herramienta idónea para sacar la verdad a la luz o para encubrirla en la mayor de las tinieblas. En ese sentido Wajda se afirma en su posición de cineasta comprometido, dispuesto a apoyar incondicionalmente la posición de Walesa en contra del gobierno comunista de Jaruzelski, un sistema que, ceguera histórica, estaba al borde de la extinción. A Wajda, como a Kieslowski, se les asocia al llamado Cine de la Angustia Moral, un cine existencialista y subversivo. A mí, sin embargo, me parece que Wajda tiene mucho sentido del humor, no en los hechos que cuenta, más bien en cómo lo cuenta. Será la buena cara del mal tiempo. Será.
La clase obrera siempre debajo, siempre defraudada. La gran marcha de la izquierda que se dirige, ingenuidad de la esperanza, hacia el mismo sitio donde empezó. Un ciclo sin fin, una rueda exhausta, una opresión constante. Los ciudadanos aúpan al poder a unos líderes políticos que, más pronto que tarde, se vuelven contra ellos, con una frialdad y una dureza sorprendentes: la perdida de la inocencia llega sin anunciarse. Cría cuervos. ¿Qué esperabas? No existen los salvadores de la patria, sólo los vendedores de la nación. Pero la gran marcha de la izquierda no termina, a pesar de todo. Esta mañana, en la manifestación del 1º de Mayo, otra vez más, otra vez en la calle: dejarse ver, dejarse oír.
Andrzej Wajda es el cronista imprescindible, para los cinéfilos foráneos, del último siglo de la historia de Polonia. "El hombre de mármol" y "El hombre de hierro" comparten actor protagonista, Jerzy Radziwilowicz: del albañil Mateusz Birkut, héroe del pueblo, instrumento de propaganda prosoviética, a su hijo Maciej, figura clave en el sindicato huelguista. En ambas películas la imagen y el cine tendrán un carácter trascendental, un actor más en la trama: como herramienta idónea para sacar la verdad a la luz o para encubrirla en la mayor de las tinieblas. En ese sentido Wajda se afirma en su posición de cineasta comprometido, dispuesto a apoyar incondicionalmente la posición de Walesa en contra del gobierno comunista de Jaruzelski, un sistema que, ceguera histórica, estaba al borde de la extinción. A Wajda, como a Kieslowski, se les asocia al llamado Cine de la Angustia Moral, un cine existencialista y subversivo. A mí, sin embargo, me parece que Wajda tiene mucho sentido del humor, no en los hechos que cuenta, más bien en cómo lo cuenta. Será la buena cara del mal tiempo. Será.