lunes, agosto 08, 2016

"Los amantes del Pont-Neuf", de Leos Carax

No tenía la menor duda de que ese puente era el puente, no me parecía posible ninguna otra alternativa: el puente me convenció. Y luego me enteré de que no, de que el puente no era el puente, ese que, como sabrá todo el que haya cruzado por allí con una guía turística en la mano, de nuevo sólo tiene el nombre: del siglo XVI, el primero que se construía en piedra para unir las orillas del Sena a su paso por París, el más largo y el que más tiempo lleva mirando correr el río bajo sus arcos. Puente en restauración, anunciaba un plano de la película: claro, pensaba yo, seguro que necesita unos arreglos, el crujido de la edad, y aprovecharon el cierre al tránsito diario por obras para realizar el rodaje. En realidad el puente iba a ser el puente, pero una inoportuna lesión de Denis Lavant, actor protagonista, musa imprescindible para Leos Carax, provocó que se desperdiciara el permiso de rodaje de dos semanas concedido por el ayuntamiento parisiense. Ese incidente dio lugar al mayor presupuesto de la historia del cine francés: se construyó una replica espectacular del Pont-Neuf y de su entorno hasta los puentes vecinos, incluyendo las fachadas de los edificios de alrededor y, por supuesto, el rio: de París a los campos de Lansargues, pueblo del sur de Francia cercano al mar, donde había un terreno propicio para el proyecto. El cine estadounidense sí estaba acostumbrado a esfuerzos faraónicos semejantes. No hace muchos años, a la Plaza Mayor de Salamanca, ejemplo al alcance de la mano, le salió un clon mexicano para el rodaje de "En el punto de mira" de Pete Travis (la megalomanía de cartón piedra está en desuso desde que las imágenes generadas por ordenador han tomado el control de la puesta en escena y los ejércitos de albañiles dirigidos por decoradores han sido sustituidos por las legiones de animadores digitales que copan los créditos del cine moderno), pero para el cine europeo tantos ceros en los cheques produce un vértigo descomunal y una probable bancarrota del estudio que se atreva. O al menos era así en la época, finales de los años noventa, de la filmación de "Los amantes del Pont-Neuf".
Hollywood se lo gasta y por regla general lo rentabiliza (con "En el punto de mira", thriller de acción protagonizado por Dennis Quaid, Matthew Fox y Forrest Whitaker, por supuesto que fue así), generando taquilla en USA y en el resto del mundo, pero para las producciones del viejo continente es mucho más complicado, teniendo en cuenta que los estrenos europeos al otro lado del Atlántico quedan relegados al submundo de las salas de versión original.Y el cine de Leos Carax cuenta además con la condición de cine de "autor", ese veneno para la taquilla, dicen, ay. Esta historia de amor entre clochards, Alex y Michèle, Denis Lavant y Juliette Binoche (había sido también la pareja protagonista de la película anterior de Leos Carax, "Mala sangre", y esa historia de amor extraña que anticipa la de "Los amantes del Pont-Neuf", constituye otra joya en la carrera del director galo), que viven encima o debajo del puente según la estación del año, el acróbata cojo y la pintora ciega, apurando las noches interminables entre vapores de vino barato, no parece la trama más apropiada para un presupuesto multimillonario. Sin embargo Carax debía tener muy claro que la película sólo se podía realizar en ese puente y con esos protagonistas, que un travelling que se volvería mítico debía acompañar el baile enloquecido de los amantes corriendo por el Pont-Neuf, mientras los fuegos artificiales del segundo centenario de la Revolución Francesa rompían el cielo, que los que sobreviven a diario (tremenda la escena de inicio de la película en el albergue de Nanterre) en los arroyos de la sociedad tienen derecho a protagonizar pasiones románticas desmesuradas, que la libertad del vagabundo se ríe del estrés cotidiano del ejecutivo.
Llega el final, probable homenaje a "L'Atalante" de Jean Vigo: de París a Le Havre en barcaza ("Le Havre" de Aki Kaurismäki, otro experto en náufragos urbanos). Al parecer había dos posibles finales, uno alegre, otro triste. Sostiene Juliette Binoche que lo discutieron durante horas. El que se escogió no me pareció el mejor, aunque también es verdad que fue lo único de la película que no me convenció.

2 comentarios:

  1. Extraña, excesiva y bella, querido Licantropunk, a mí es una película que me hipnotiza cada vez que la veo. Y como cuentas tiene imágenes unas bellísimas, otras impactantes... Y llama la atención la paradoja que encierra: una de las obras más caras de la cinematografía francesa tiene como protagonistas a dos personas sin hogar que viven en un Pont Neuf en obras (que como cuentas no es el Pont Neuf sino una maravillosa recreación...).
    Carax puede gustar o no... pero sabe crear universos visuales arrolladores, distintos, que se quedan grabados.

    Beso
    Hildy

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    1. Si esta película se hubiera rodado en la localización natural, no tendría ese hálito de cinta maldita, de esas de las que cierran estudios. La taquilla funciono muy bien en Francia o en España, pero la recaudación local no suele ser suficiente para amortizar producciones tan caras. Pero todo esto no tiene ningún motivo para saberlo el espectador, como me sucedió a mí la primera vez que la vi. La película se disfruta sin saber nada de ella: siempre es mejor así.
      Saludos.

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