martes, mayo 17, 2016

"Stardust Memories", de Woody Allen

El chico más gracioso del barrio. Pero basta de comedias, esas que le han dado fama mundial: reafirmar el poder creativo, la independencia del autor para elegir, un derecho que sigue ejerciendo tantos años después (la emoción de la búsqueda de la belleza, el ánimo de alcanzar un instante que detenga el tiempo, un segundo en el que parezca que todo tiene sentido). El enclenque vecino de Brooklyn arrasado por la fama: autógrafos, conferencias, seguidores, abogados, contables, periodistas y, claro, mujeres: el amor voluble, el constante estado de enamoramiento: trucos de magia. El nostálgico hotel Stardust de Atlantic City suplanta al balneario al que acudía Marcello Mastroiani con sus gafas oscuras: el artista y la crisis.
En 1980, con diez películas en su filmografía (será poca cosa en comparación con las más de cincuenta que lleva dirigidas), Woody Allen realiza una mirada temprana hacia su ombligo, hacia la profesión de cineasta, un esfuerzo introspectivo que otros directores han llevado a cabo en algún punto de su carrera: Federico Fellini en "8½" instaurando el arquetipo, pero también François Truffaut en "La noche americana", Takeshi Kitano en "Takeshis'", Pedro Almodóvar en "Los abrazos rotos", Charlie Kaufman en "Adaptation": los ejemplos de metacine, de cine dentro del cine, no escasean.
Ozymandias Melancholia. "Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas", resuena en la última estrofa del conocido soneto de Percy Shelley, una idea que en más de una ocasión ha aparecido en la trayectoria de Allen. El director es un dios, un creador que mueve a la adoración a legiones de seguidores, fanáticos ciegos entregados a ese tío tan divertido, acólitos que sin embargo serían capaces de matarle por atreverse a un cambio de registro. Pero ¿qué quedará después de su muerte? ¿Cuál será su legado artístico? ¿Algo banal como una película de risa? Pero no es hacer reír cosa trivial, una sonrisa muchas veces alcanzada mediante el doble sentido: el gag que ampara un sentimiento más profundo, trágico incluso. Comienza la película con un tren cargado de gente triste, rostros grotescos de estética felliniana que se dirigen a un destino incierto, que sin duda merecen ser salvados. Y, sin pretenderlo, otra comedia, cómo no, el autor en su remolino. Pero para el público, no por el público.

7 comentarios:

  1. Admito que no todas sus películas me parecen geniales, pero él es genial. Como bien apuntas, un creador que mueve a legiones de seguidores. Es indudable que él es su mejor personaje. Imprescindible.
    Muy buena entrada.
    Un saludo.

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    1. Un creador constante y del que además van a quedar muchos guiones en el cajón

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  2. ... qué ciclo más interesante has apuntado en tu texto con todas las películas que citas... directores que meditan sobre su oficio en una película... apasionante mezcla de realidad y ficción.

    Beso
    Hildy

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    1. Las primeras que me vinieron a la mente, pero creo que es una lista acertada

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  3. Después de dejar el listón muy alto con "Annie Hall" y "Manhattan" Allen desconcertó al público con esta película. Yo creo que ha ganado con el tiempo, aunque no me parece su obra más redonda. La fotografía en potente blanco y negro es magnífica.
    Saludos!
    Borgo.

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    1. No la había visto y me ha gustado muchísimo. Cuando un director lleva una trayectoria tan reconocible que genera un arquetipo, al cambiar de registro gran parte del público no es capaz de asimilar el cambio y se siente traicionado: bendita traición.

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  4. Tiendo a pensar en Woody Allen como un viejo amigo. He disfrutado tanto, tantísimo con sus comedias o sus películas algo más serias ("Delitos y faltas" me sigue pareciendo genial) que cada otoño espero una nueva entrega. No me importa que tenga buenas o malas críticas, siempre voy al cine. E incluso en sus peores cintas, he pasado un rato agradable con sus personajes e historias. Siempre guarda sorpresas, pequeñas joyas como Zelig o Sombras en la niebla...Es un tipo curioso, interesante, muy inteligente y absolutamente genial. Tiene, supongo, sus lados oscuros y no tan geniales, como tenemos todos, pero en mi caso no dejo de sentir agradecimiento y admiración hacia su obra. Creo que es en eta peli que comentas, cuando define un instante en la vida, insignificante y sereno, como el momento de la felicidad... Una maravilla de película.
    Besos

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