jueves, octubre 31, 2013

"El rostro", de Ingmar Bergman


¿Qué siento? Miedo y bienestar. 
Ahora la muerte ha alcanzado mis manos, 
mis brazos, mis pies, mi vientre. 
Ahora ya no veo nada. Estoy muerto. 
Quiere saberlo, lo sé. 
La muerte es...

Además del cine, el teatro fue otra actividad escénica en la que el sueco Ingmar Bergman desarrolló su carrera de autor, incluso se le puede considerar director teatral en mayor medida que cinematográfico. En muchas de sus películas es patente esa condición, detectándose sin ninguna duda la influencia que tiene en el celuloide su vocación por las tablas. "El rostro" es una de las cintas en las que ese influjo del teatro se percibe de forma más poderosa, tanto por la puesta en escena como por la historia desarrollada, una trama que, si trascurriera en España y por la época de la acción, se podría clasificar de valleinclanesca.

El buhonero, el curandero, el cómico, el ilusionista. Personajes itinerantes que trasportaban lo novedoso (Melquiades y el hielo) y el carácter cosmopolita a zonas apartadas donde no llegaban noticias con regularidad y arraigaba la aculturación ciega de las superstición y el miedo. Ese carácter vagabundo e indigente convertía al viajero en un bulto sospechoso: el extraño, el ajeno indigno de confianza, forastero listillo dispuesto a aprovecharse del ignorante local, mucho menos viajado y falto de un buen espabile. La troupe del mago Vogler (Max von Sydow, cara habitual del cine de Bergman rodeado de otro montón de caras habituales: Ingrid Thulin, Gunnar Björnstrand, Bengt Ekerot, Naima Wifstrand, etc.) recorre el norte de Europa maravillando multitudes. Linternas mágicas, encantamientos, ungüentos, filtros amorosos, levitación, escapismo: óptica, medicina natural, magnetismo, electricidad, hipnosis. El Siglo de las Luces impulsó el desarrollo científico occidental alumbrando con la razón todos los aspectos de la existencia humana, aquellos que habían sido sepultados en penumbra por la cerradura firme del dogma religioso. Que el común de la población considerara como mago al hombre de ciencia capaz de manipular las leyes de la física, sería una consecuencia lógica: la caverna y sus sombras. Que pensaran que era un brujo en negocios con el diablo, suponía una propuesta infinitamente peor.

Bergman plantea en la figura de Vogler una faceta poliédrica: o charlatán, o sabio, o nigromante. El ambiente tétrico y oscuro de "El rostro" acentúa el enigma, al apoyarse la escenografía en una atmósfera de película de misterio, de novela gótica, de leyenda de Becquer: el ala negra del cuervo de Poe parece sobrevolar los fotogramas, y los cadáveres, más aún si son resucitados, ajustarán cuentas con los escépticos y los descreídos. Cae el telón y se desmoronan los trampantojos. La muerte seguirá siendo el único arcano indescifrable.


domingo, octubre 27, 2013

La bocina de Harpo


- ¿Y ahora qué escribo?
- Lo que tú quieras, ni más, ni menos.

El planeta blog, desde su creación, ha visto como surgían sobre su territorio y de forma incesante, enclaves recónditos, campamentos de pioneros: una estaca clavada en el suelo y un nombre en el cartel. Unos siguen habitados y otros fueron abandonados por sus fundadores, sin duda en busca de pastos más verdes y agradecidos. En cualquier caso un nuevo blog es una promesa, una esperanza, un punto de partida para algo que quizá sea nada o que termine siendo mucho. Eso ahora importa poco.

La bocina de Harpo. Excelente nombre, lleno de sentido. De los hermanos Marx, Harpo es el que poseía una comicidad más rotunda y sencilla, sincera y universal, el clown total que sin decir ni una palabra lograba llevarte de la carcajada incontenible de sus pantomimas al ensueño mágico de la música de su arpa, Orfeo enloquecido con chistera, peluca y bocina al cinto. Harpo es su preferido, claro.

Predicar con el ejemplo es una máxima que conviene poner en práctica. Si quieres que ellos se asomen a ciertas cosas y a su alrededor lo ven como algo cotidiano, todo será mucho más sencillo. Sugerir, nunca imponer: aprovechar el atajo genético, regla de supervivencia, proporcionado por la imitación de la conducta del adulto. Leer, pintar, escribir y, por supuesto, el cine. Y no preocuparse en absoluto por si está mejor o peor, ya que lo más importante es romper otra barrera, atreverse y experimentar. Que alguien aún más joven que este blog te comunique su intención de tener el suyo propio y verle percutir el teclado con la sorprendente decisión de su pequeño dedo índice, buscando la palabra adecuada, recordando lo visto, componiendo su relato... La vida sigue y, como tatuó a punta de cuchillo Sarah Connor sobre una mesa de madera en medio del desierto, NO FATE. El futuro no está escrito.

Eso sí, spoilers a cascoporro. Avisados quedan.

martes, octubre 22, 2013

"Gravity", de Alfonso Cuarón

La mejor noticia que surge del estreno de "Gravity" es la recuperación del acontecimiento cinematográfico: de nuevo una película es protagonista de charlas de café y son muchos los que han colocado este título en su lista de deseos: ganas de volver al cine. Su situación en la cartelera es aún más oportuna dado que durante esta semana se celebra la Fiesta del Cine, tres días de octubre en los que el precio de taquilla se traslada a aquellos años, hace décadas ya, en los que ibas al cine por menos de 500 pesetas y tenías que espabilarte para llegar pronto a hacer cola y pillar sitio más arriba de la tercera fila. ¡Qué tiempos! ¡Cola para entrar al cine! Esas aglomeraciones de gente que daban la vuelta a la manzana han retornado y es una noticia fantástica, aunque sin duda breve. Sí, el precio es el problema y un precio ajustado puede ser la solución para volver a llenar las salas. Otro problema, éste de orden genético, es padecer las estupideces de una casta gobernante iletrada y contumaz. Sin embargo, las palabras mal medidas son un arma de doble filo que evidencian la capacidad intelectual del bocazas, amén de sus dotes como dirigente. Siguen ladrando, amigo Sancho.

Tras rodear por Úbeda en el párrafo anterior, algo habrá que contar sobre "Gravity". De por sí es una extraña en la trayectoria del director. Alfonso Cuarón alcanzó un gran éxito con "Y tu mamá también" (no se me ocurren comparaciones con "Gravity", tendré que volver a verla: tendré que volver a ver "Y tu mamá también", claro), estupenda película que poco tiene que ver con su carrera posterior. Después dirigió un "Harry Potter" y luego realizó "Hijos de los hombres", interesante distopía futurista de política-ficción. Ahora pega un salto espacial y filma una de... ¿ciencia-ficción? ¿Cuánto de ciencia? ¿Cuánto de ficción? Se nota un esfuerzo por resultar creíble, por teletransportar al espectador hasta encajarle un traje de astronauta y ponerlo en órbita, pero eso no ha impedido la generación de debates acerca de determinadas experiencias de física general y espacial recreadas en la pantalla. En cualquier caso, si no creíble al menos probable: las licencias artísticas se tomarán para que no merme el propósito único de esta producción y que es provocar el mayor grado de tensión sensorial admisible de acuerdo a las técnicas de proyección modernas. Y debajo del 3D, poca cosa queda.

El tren de los hermanos Lumière llegando a la estación en 1895, el bandido disparando hacia los espectadores en "Asalto y robo de un tren" (otro tren: no estaría mal un artículo sobre trenes y cine: grandes películas han salido de la mezcla) de Edwin S. Porter en 1903. El cine se extendió como atracción de feria preparada para impactar en la mirada inocente de la audiencia y en muchos casos ahí sigue. Aunque "Gravity" sea una cinta óptima para el formato (cacharrillos flotando en gravedad cero que invaden la platea, tomas virtuales a 600 km de altura, personajes que atraviesan volando pasillos de astronaves), las posibilidades argumentales del efecto 3D, si es que existen, están por descubrir. "Gravity" no intentará ni asomarse a la trascendencia estelar de, por ejemplo, Stanley Kubrick en "2001: una odisea del espacio" o de Andréi Tarkovski en "Solaris" (si bien se podría establecer algún paralelismo ya que George Clooney protagoniza "Solaris" de Steven Soderbergh, otra versión de la novela de Stanisław Lem y que no está nada mal, y si en aquella cinta era a George Clooney al que se le materializaban espectros del pasado, en "Gravity"... esa escena es de lo mejor de la película). Tampoco es su propósito ni tiene el porqué. Pero un guión que no va más allá de una sonrojante declaración de superación personal basada en una tragedia íntima, un monólogo cutre que ni Ron Howard se hubiera atrevido a colocar en "Apolo XIII", al que se le une rifarla a ver si este botón es el bueno... para eso mejor que tu protagonista se esté callada (tomar nota de lo poco que hablaba Ripley en parecidas circunstancias en "Alien" de Ridley Scott: ya se sabe que In space no one can hear you scream) y limitarse a rodar el suceso, esa montaña rusa cósmica: no olviden tomar su Biodramina.
El guión, propongo, artilugio tridimensional que tantas y tantas veces no sale en las películas.


miércoles, octubre 09, 2013

"Brick", de Rian Johnson

"Brick" es una película sorprendente: los códigos del cine negro, de la literatura más negra aún (Raymond Chandler, James Ellroy, Dashiell Hammett), puro hard boiled transportado al ecosistema cruel de la High school estadounidense. Sin la menor concesión a la alegría juvenil, al gozo despreocupado de transitar la primavera de la vida, se muestran personajes adolescentes de vuelta de todo: cinismo nihilista frente a la codicia depravada que debería presentarse, sin ser invitada y en cualquier caso, al menos un par de décadas después.

Marlowe grunge, el empaque demoledor de Robert Mitchum encarnado en un chaval con pinta de no matar una mosca. Pero, cuidado, porque los gafitas miopes albergan bastante mala leche tras el cristal: no frotar la lámpara si no se quiere que salga el genio (lo que le pasaba a Clark Kent cuando se introducía en una cabina telefónica o al doctor Bruce Banner cuando alguien lo ponía verde: la transformación la disparan causas ajenas, la conversión es un efecto, la violencia un mal necesario).

Un cadáver en un túnel cercano, chicos malos en la cafetería de la esquina: la Dalia Negra vuelve a estar muerta y Poisonville nunca se ha limpiado. Cuando, rondando los dieciséis, deambulábamos por el barrio, poseíamos un conocimiento exacto de cuáles eran las calles y los portales, de quiénes eran los tipos, de en qué momento debía uno evitar un encuentro y cambiarse de acera. Nunca estuvimos más enterados del mapa del lumpen delictivo que en aquella época en la que conocer el terreno más que necesario era inevitable, así que "Brick" me trae a la memoria una sensación arcana que, ahora, en transito permanente de casa al trabajo y viceversa, se me antoja no vivida: la edad adulta aporta una angustia de supervivencia irreal, difícil de satisfacer, mientras que en aquellos años ajustar cuentas o hacer las paces era mucho más sencillo y eficaz.

Opera prima del director de "Looper", thriller de ciencia ficción sorprendente también, película de hace poco que se quedó sin entrada en el blog. Tendré que volver a verla para rellenar algún hueco... temporal. Joseph Gordon-Levitt protagonizando ambas con siete años de diferencia en los que su porte de tirillas de "Brick" evoluciona hacía un poco probable embrión de Bruce Willis en "Looper". Lo que desde luego se aprecia en las dos es a un interesante director y guionista llamado Rian Johnson, del que habrá que seguir pendiente. ¡Vaya! Me cuenta Internet que también ha dirigido varios episodios de "Breaking Bad", entre ellos el número 14 de la quinta temporada, titulado "Ozymandias", uno que elevan (dicen por ahí, yo aún no lo he visto) al puesto de mejor episodio de la serie. Buena línea para el currículum vítae, sin duda.