domingo, enero 22, 2012

"El señor de las moscas", de Peter Brook

¿Qué te llevarías a una isla desierta? Si esa pregunta me la hubieran hecho cuando yo tenía 10 años, mi respuesta podía haber sido, sin mayor extrañeza, que me llevaría la media hora de recreo. Y aquel periodo cotidiano y anómalo, esa ruptura con el poder establecido que se producía a diario y en la que, de modo paradójico, surgían relaciones de poder alternativas a la del aula y la familia, es en el que se encuentran un grupo de escolares ingleses en una remota isla deshabitada del pacífico, en los años de la Segunda Guerra Mundial: un largo recreo sin la presencia castradora de ningún adulto. La rígida educación de los colegios británicos se pulveriza a la vez que quedan hechos trizas sus flamantes uniformes escolares.

Los alumnos del antiguo colegio "San Mateo" de Salamanca no teníamos patio para el recreo. Eran los años de superpoblación infantil del baby boom español de los años 60 y 70 y, en nuestro colegio, el patio suministrado en su construcción sólo daba de sí para que jugaran los parvulitos. El resto, de 6 años en adelante, a la calle a jugar: ni vallas, ni vigilantes, ni reglas: la calle era nuestra. Un tropel de niños, todos varones (el colegio mixto era una rareza en aquellos tiempos), mezcla de edades, se adentraban en un territorio lleno de crueldad y nobleza, de juegos violentos y amistad a prueba de bomba: raro era el día en el que no brotaba la sangre de las rodillas, las rozaduras en las palmas de las manos, los arañazos mezclados con el sudor y el barro en la piel. También, como se ve en la película, se empuñaban palos, se mataban insectos (¡pobre del animalillo que quedara al alcance de esa turba, ya fuera reptil o roedor!), nos empujábamos, nos arrojábamos piedras: grandes rocas que rodaban (el rey de la montaña) ladera abajo en las escombreras del desarrollismo franquista: charcos en invierno, polvo en verano: el barrio en las afueras. Nunca, como entonces, volvimos a estar tan aferrados al aire libre y a la tierra. Ahora se apunta a los videojuegos como uno de los causantes de la violencia infantil. ¡Ay, si vieran cómo pasábamos el rato entonces, que no teníamos maquinitas! Sí, estamos vivos de milagro: cada día una aventura. La inocencia infantil enterrada en el recreo, al lado de otras miles, camposanto de generaciones que se suceden infatigables unas a otras.

Con esos antecedentes (casi criminales), los hechos que se cuentan en la película basada en la novela homónima de William Golding, no deberían sorprender lo más mínimo. ¿Cómo se comportarán unos niños en una isla desierta? Como se cuenta en la película, ni más ni menos. Entre la imitación del adulto (intentos de organización social y jerárquica) y el propio bagaje genético (la tribu y la vuelta a la condición de cazador-recolector de la caverna) se generará un ecosistema donde sólo cuente la supervivencia del más fuerte: la ofrenda de la cabeza del cerdo que es la del propio Piggy, representa al eslabón más débil, al que más recuerda a la civilización dejada atrás. De Robinsón a Kurtz, de Daniel Defoe a Joseph Conrad, en lo profundo sigue habitando la bestia, el salvaje. Se añade el terror impío del cuento infantil, el chantaje emocional para que comas, para que obedezcas, para que te portes bien, una táctica que perdura en el mundo adulto: del infierno dantesco de la religión al drama amenazante del paro: de la negación del contrato social de Rousseau a la instauración de la doctrina del shock de Friedman: del estalinismo totalitario al darwinismo capitalista.

La mirada reprobadora del oficial de marina toca la campana: hay que volver a clase.
No, la película no me sorprende, lo que me sorprende es cuán profundo estaba todo este recuerdo sepultado.

11 comentarios:

  1. Leyendo tu entrada, da la impresión de que es más recomendable entrar en películas yonquis y buscar "La infancia colegial de Mr. Licantropunk", pero parece que el FBI, que antaño tanto nos entretuvo, ahora va por otros derroteros, opuestos, y creo que ya no es posible. Habrá que esperar (poco, supongo) a la próxima... ¿Sabes si está en emule? (La tuya, digo).

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  2. La pregunta que me hice después de ver anoche "El señor de las moscas" fue: ¿pero de verdad es algo impensable?
    Así que busque un reflejo y lo hallé rápidamente: paralelismos que cualquier niño de mi generación podría suscribir. Y es que eramos más brutos que un arado pero, eso sí, sanos, como se decía entonces. Igual me pasé un poco con el tono melodramático de la entrada... pero así me salió.

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  3. Me ha gustado mucho la introducción que has hecho del texto. Lamentablemente "El seño de las moscas" es una de mis grandes lagunas literarias y cinematográficas. Abrazos.

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  4. Pues a mí me ha gustado tu tono "melodramático", no creo que sea tal porque recuerdo mis recreos y mis callerías de la misma forma que tú y era una niña pero ni por esas... a veces yo también me pregunto como sobrevivimos cuando veo tanta protección a mi alrededor (en exceso excesiva para mi gusto pero esa es otra historia, jeje).

    Y no he visto la película pero leí el libro y he procurado que los infantes que me han rodeado lo leyeran. Y como tú saqué la misma conclusión... qué esperaban, señores adultos?

    Saludos!

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  5. Con cuentagotas, vamos sumando datos personales que llenen la ficha de ese cinéfilo empedernido salmantino que se esconde tras el pseudónimo de Licantropunk. Saludos.

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  6. Mr. Licantropunk, ¡ah, la niñez! Es cierto, cuando uno mira esta gran pelicula se le despiertan tantos recuerdos. Un saludo.

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  7. La verdad es que la película es una alegoría fantástica de la condición humana. Véase durante la infancia, en plena crisis económica o bajo cualquiera de los regímenes políticos conocidos. Yo es que a esta película, además de su mensaje, le tengo especial aprecio por su espontaneidad, por lo bien hecha que están todas sus escenas, teatral como pocas pero sabiendo dosificar muy bien los recursos. En los 90 se hizo otra versión que no pasa de simple metáfora aleccionadora, a pesar de contar con muchísimos más medios. Pero esa impronta terrorífica y escalofriante que supo darle Brook no la logra ni de lejos.

    El libro, otra maravilla.
    Saludos!

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  8. Marcos Callau: pues esta película está muy bien, pero, ojo, esta versión de Peter Brook, porque hay varias y, dicen, esta es la mejor.

    Marga: está todo inventado y los tiempos han cambiado mucho ¿o no?

    Angelus: lo normal para aquellos años, pienso.

    Belknap: sí, usted, yo y toda la clase de 5º de E.G.B en medio de aquella isla...

    Babel: hay escenas magistrales. La fiesta nocturna, por ejemplo, es de las que dejan sin aliento.

    Saludos a todos.

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  9. Mira que la novela en mi juventud me fascinaba, pero la película, como que no. Me parece poco conseguida y que no capta el clima de la novela.

    Cosa que por cierto si hace tu comentario y ese tono de melodrama, queda bastante bien. Sera que soy un triste. Cuidate campeón, por cierto solo me sigue dejando publicar como anonimo o nombre url

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  10. Me ha encantado esa entrada y el símil con los recreos de la niñez. Vi una versión cinematográfica reciente que no me gustó mucho. Por cierto que me han encargado una portada para este libro. Me temo que insistirán en que ponga la cabeza del cerdo en la pica. Saludos. Borgo.

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  11. Buen texto,amigo.Empiezas autobiográficamente y yo te dejo aquí otra pequeña autobiografía.Hace tiempo asistí a un club le lectura y el pérfido regidor iletrado mencionó de pasada la novela El señor de las moscas.Dijo que los niños eran unos salvajes.Y se quedó tan pancho el tío.La historia narra a unos niños que llegan tras el naufragio a una isla utópica,es decir,allí no hay peligros de animales peligrosos ni carnívoros y además es rica en alimentos y agua dulce.Toda va bien hasta que empiezan a emular a los mayores,a organizarse como ellos.
    Más tarde descubrí que el regidor del club de lecturas le encantaba el cochinillo ensartado en un pincho,muy de moda por estos lares.

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