jueves, septiembre 29, 2011

Teatro. "Wishful drinking", de Carrie Fisher

Teatro televisado, teatro a fin de cuentas: un monólogo imperdible para cualquier seguidor de la Fuerza.
En Urban Dictionary, aventuran la siguiente definición para el término:
wishful drinking : the mistaken belief that by drinking until your liver turns to crumbly chalk, things will be better.

En "I'm still here" el director Casey Affleck fantaseaba con la posibilidad de convertir al actor Joaquin Phoenix en un juguete roto, una víctima de la fama, una deslumbrante estrella de cine sumida en el descontrol de las drogas y la paranoia angustiosa de la búsqueda de la propia identidad artística, una pesadilla para sus amigos y familiares: o sea, Joaquin Phoenix hacía de Carrie Fisher: vamos con otra entrega de vidas de santos y personas ejemplares.
Trastorno bipolar, carácter maníaco depresivo, alcoholismo, drogadicción. Rehab y electroshock. ¿Lo traía puesto de casa o todos esos estupendos regalos se los debe a la princesa Leia Organa?
Culpar a Debbie Reynolds y Eddie Fisher, sus padres, actriz y cantante, máximas figuras del show business de los años 50, más preocupados por el escenario y por sus sucesivos matrimonios (y divorcios: cada uno los suyos) que por la educación de sus hijos: perdonados: su sangre es la que corre por tus venas.
Culpar a Paul Simon y Bryan Lourd, marido primero y marido segundo, aunque más parece que en aquel entonces ellos ya eran las víctimas de ella y no lo contrario.
Culpar a George Lucas y, éste sí, sin posibilidad de indulto. El ansia feroz de exprimir hasta la última gota la teta de "Star Wars", su impresionante éxito, poniendo en marcha, como nunca antes (y probablemente nunca después), una enorme línea de merchandising: seguro que puedes alimentarte, vestirte o realizar la mayoría de actividades de tu vida cotidiana empleando unicamente productos que en alguna parte tengan impresos personajes de "La guerra de las galaxias" y, al lado del dibujo, lleven inscritas las palabras © Lucasfilm Ltd. & TM. Y como George Lucas fue pionero en este campo, los abogados de actores de la época no debían estar tan preocupados por el asunto como para incluir clausulas que protegieran escrupulosamente los derechos de imagen de sus clientes: dice Carrie Fisher que cada vez que se mira al espejo tiene que mandarle un par de dolares al cineasta (cineasta, sí, sobre todo como productor; su lista de títulos, de largometrajes, en los que firme como director y que no tengan escenas con espadas láser, se reduce a dos: "THX 1138" y "American Graffiti", ambas de principios de los 70).
Carrie Fisher ya publicó una novela de carácter autobiográfico en el año 1987, "Postales desde el filo", que luego fue llevada al cine, con éxito, por Mike Nichols, con Meryl Streep y Shirley MacLaine (Carrie y su madre) en los papeles protagonistas. "Wishful drinking", de nuevo, otra autobiografía, publicada en el 2008, que ahora es representada por herself en una función teatral muy divertida: bufón de su propia desgracia (o el bufón que se comió a Carrie Fisher: problemas de peso -otro más- que hacen que sea difícil reconocer a la joven chica de las ensaimadas en la cabeza). El sentido del espectáculo estadounidense, la idea de que el show debe continuar y se alimenta de lo que sea necesario, es inigualable. Dicen que para resolver problemas muchas veces lo mejor es airearlos. Pues que no se diga.

lunes, septiembre 26, 2011

"I'm still here", de Casey Affleck

Del "I'm not there" de Todd Haynes al "I'm still here" de Casey Affleck (hubiera sido un título esplendido para una segunda parte de la película de Haynes). De un músico imprescindible, Bob Dylan, que hizo sus pinitos en el cine arrastrado por su popularidad, a un notable actor, Joaquin Phoenix, metido a rapero tristón, a rebufo, también, de la fama conseguida por otros medios. Pero ambas películas tienen poco que ver, no sólo en su calidad y propósitos, biografías noveladas frente a tergiversadas, sino también en que la opera prima en la dirección de Casey Affleck no pasa de ser un reality-celebrity-cutre al estilo de los seriales de la MTV dedicados a Ozzy Osbourne o a Alaska y su nancy anoréxica (no es un insulto, ojo, así se hace llamar el marido en su grupo Nancys Rubias), y pasajes a lo Jack Ass, adornados con brochazos del mundo del hip-hop: estética de televisión para imbéciles, o sea, para todos nosotros. Para el que lo quiera.
Joaquin Phoenix se harta, se cansa de la vida regalada de un actor de éxito, se hastía de la atención permanente de los medios, se avergüenza se las mentiras que adornan sus facultades y de la falta de creatividad a la que obliga tener que representar personajes creados por otros, películas ajenas: el artista mercenario. Hasta aquí hemos llegado. Una decisión trascendente, sin vuelta de hoja: me voy a dedicar a rapear, brother. Si la elección hubiera sido el country, no hubiera sido tan raro: hizo un buen papel como Johnny Cash en "Walk the line" de James Mangold. Y no sería la primera vez, ni mucho menos, que una estrella de cine prueba suerte en la música: promoción automática, ventas aseguradas: una bicoca para cualquier compañía discográfica. Pero no, nada de guitarra y botas de vaquero, a poner poses de tipo chungo, cara de amargado perdona-vidas y a componer rimas de esas que cuando las oyes te dan ganas de romper escaparates y quemar cajeros (¿cómo era aquella teoría de que el rap lo inventó la CIA para que los negros se mataran entre ellos?). A falta de melanina, camuflaje: lupas oscuras, melena greñosa, larga barba vagabunda: el rap de un ZZ Top desaliñado. Parecer otro y por tanto menos creíble aún.
No sé si Joaquin Phoenix será cretense, supongo que no, pero en cualquier caso el dilema que plantea, si lo que aparece en la pantalla es todo verdad o es una gran broma, no parece ser de los que hagan cavilar a futuras generaciones de filósofos. Si un actor declara que no quiere rodar más películas y para dejar constancia de ello una cámara filma todos sus movimientos durante meses, registrando su pretendida caída en la molicie y el descrédito, entonces ya está: quod erat demonstrandum, que decía (en realidad escribía q.e.d.) mi profesor de álgebra después de colmar una pizarra entera con un teorema. Con todo, durante la época del rodaje de "I'm still here" se la pegaron a la mayoría del público: what's up with Joaquin Phoenix?
Casey Affleck y Joaquin Phoenix (por lo que cuenta "I´m still here" son cuñados: pues deben ser como aquellos que llevaba Jesús Quintero a su programa: unos cachondos, en fin) son buenos actores y ojalá sigan haciendo las buenas películas a las que nos tienen acostumbrados. Para chorradas prefabricadas acerca de vidas de famosos, ya tenemos Tele 5. Para el que lo quiera, también.
Ya sabes, Casey: zapatero a tus zapatos. La frase del año...

martes, septiembre 20, 2011

"Jules y Jim", de François Truffaut

Si en el final de "Viridiana" de Luis Buñuel, Jorge (Francisco Rabal), Viridiana (Silvia Pinal) y la criada Ramona (Margarita Lozano) se ponen a echar una partida de naipes (No me lo vas a creer, pero la primera vez que la vi me dije: "Mi prima acabará jugando a tute conmigo"), en "Jules y Jim" el dominó será el protagonista: juegos para embaír el rato en compañía y, como tantos otros, para dos o más jugadores.
Tercera película del beligerante crítico de Cahiers du Cinémajoven turco airado nacido en París. La primera, "Los cuatrocientos golpes", fue un éxito rotundo para el director novel (y esta mañana debatía acerca de las intenciones morales en "Kids" de Larry Clark y me doy cuenta de sus similitudes -que nadie me pegue- con "Los cuatrocientos golpes", cada una en su época generando debate y controversia; pero me voy del tema, estamos con otra de Truffaut, el que quiera leer sobre "Kids" que acuda al número 2 de "La caja de Pandora": publicidad nada subliminal) y la segunda "Disparad al pianista", un completo fracaso: el público esperaba más Antoine Doinel y por el contrario se encontró una de gangsters, un giro inesperado protagonizado por Charles Aznavour. Polemizar, sorprender, hacer lo que nadie ha hecho antes, dejar una impronta indeleble de cineasta apoyándose en otros (en gigantes: Hitchcock, Renoir, Ray, Rossellini, Cocteau, Fuller, etc.) pero innovando a su vez. El perfecto autor.
"Jules y Jim" retoma la senda de llevar gente a la sala contando la historia de dos amigos, uno francés, Jim (Henri Serre), y otro alemán, Jules (Oskar Werner; Truffaut le hará protagonista de otro de sus títulos señeros, "Fahrenheit 451"), dos bon vivant que se lo pasan en grande en plena Belle Époque francesa. En su amistad se cruza Catherine (Jeanne Moreau) y, como decía Aute en su canción "Una de dos": o me llevo a esa mujer o entre los tres nos organizamos, si puede ser. Esta relación inusual (y Truffaut ya puso en pantalla algo parecido en "Disparad al pianista", un tratamiento cinematográfico de las relaciones sentimentales que se aparta de la "normalidad" para adentrarse en sus ramificaciones y que será marca de la causa: más adelante en "La piel suave" o en "La sirena del Mississippi", por poner un par de ejemplos), un tema escabroso para la época (para cualquier época, en realidad), está planteado de forma absolutamente natural: las cosas son como son y no pueden ser de otra manera: aceptación.
Drama tierno, nada cursi, en el que parece que se quiere demostrar que la amistad es un afán más importante y duradero que el amor, un sentimiento menos exigente que la pasión desbordada y ciega, que se agota y lo arrasa todo a su paso. El personaje de Jeanne Moreau posee el magnetismo de la mujer libre, poco dada al compromiso férreo, cualidad ésta que se convierte en un lastre cuando el amante ocasional se enamora de la bella Catherine. Jules y Jim seguirán siendo amigos a pesar de la Gran Guerra, que los coloca en bandos opuestos, a pesar de los celos, de la insatisfacción constante, de idas y venidas. Un lio que vuelve loco a cualquiera, ya te puedes suponer. Y el final, sorprendente.

Jeanne Moreau cantando "Le Tourbillon" en "Jules y Jim" y parando el tiempo

domingo, septiembre 11, 2011

Revista. La Caja de Pandora nº 2 "Especial Drogas"

Segundo número de "La Caja de Pandora", dedicado en esta ocasión a las drogas, el peligroso mundo de los narcóticos, aunque más acertado sería decir que el leitmotiv son las adicciones: las de los que colaboran (colaboramos; felicitaciones a todos los camaradas de la "tripulación" por su excelente trabajo) en la revista: literatura, música, cómic, cine: una publicación de adictos para adictos, para aquellos que se colocan con chutes de celuloide y papel impreso.
Enhorabuena a Crowley, el peor "yonki" de todos ellos, que ha realizado una tarea titánica con el montaje de este segundo número, que duplica la cantidad de páginas del primero, y al que le doy las gracias por haberme permitido meter un par de artículos en esa caja.
Sólo me queda recomendar su lectura (sí, sí, muy bonita pero, hombre, hay que leerla ¿no?) y esperar críticas, palos de todo tipo, para que cada número llegue a ser mejor que el anterior.
La revista se puede descargar desde aquí.

domingo, septiembre 04, 2011

Teatro. "A Ópera dos Tres Reás", de Bertolt Brecht y Kurt Weill

Luis Tosar me recuerda a un Mr. Potato: un cráneo desnudo al que le puedes poner y quitar rasgos a tu antojo (ahora le coloco bigote y patillas, ahora se lo quito; ahora un sombrero borsalino, ahora una barba cuidada; le afeito el escaso pelo o se lo dejo, bien moreno para que parezca más malvado; las cejas pobladas no se las toquéis, que potencian la mirada como pocas cosas) para componer un personaje u otro, para dotarle de un carácter distinto en cada ocasión: no, el aspecto exterior se le cambia, pero la genialidad en la actuación, la expresividad y la voz, unicamente las puede poner él: no hay atrezzo que lo potencie porque sería completamente redundante, inútil. Uno de los mejores actores del panorama nacional, sin duda alguna.
El Centro Dramático Galego recupera la famosa obra de teatro "La ópera de tres peniques" (Die Dreigroschenoper) escrita por Bertolt Brecht, con música de Kurt Weill, y que fue estrenada en Alemania en el periodo de entreguerras, obteniendo un éxito inesperado. Una historia agridulce de lumpen, de criminales, mendigos, putas y policías corruptos, que en aquella dura época de la república alemana que, poco más tarde, elevaría a Hitler al poder, suponía una crítica feroz del sistema capitalista, de sus injusticias y contradicciones. Mackie "el Navaja", el propio Tosar, protagonista inmortal de este drama, despiadado asesino convertido en víctima del sistema y finalmente perdonado en el patíbulo: No seas tan severo en el castigo. Hace suficiente frío, no hace falta más. Fíjate bien, pues en este mundo antiguo el dolor no acabará jamás.
La compañía de teatro dirigida por Quico Cadaval, además de traducir el libreto al gallego, transporta la acción desde el Londres victoriano escogido por Brecht a un lugar llamado Central City (cualquier gran capital occidental, pero, por supuesto, Nueva York) y en vez de situar en el telón de fondo la coronación de la reina, se monta una visita papal: un acto mucho más frecuente y familiar en los tiempos que corren, pero que casi sin querer aumenta el tono transgresor aún más si cabe. Para su representación en el resto del país han pasado los diálogos a castellano y han mantenido las letras de las canciones en gallego: en el Teatro Liceo colocaron un marcador de subtítulos (los que se suelen poner en cualquier ópera) en lo alto del escenario para realizar traducción simultanea y favorecer el entendimiento interregional: bastante superfluo para la mayoría del texto: la afinidad lingüística que no se hubiera producido en la lengua original del drama: imposible el alemán (¿o era impasible el ademán?).
Una puesta en escena excelente que huye de la espectacularidad, pues sobrio debe ser el ambiente de esta historia. Un ritmo sosegado que no impide momentos álgidos de emoción, donde la gran interpretación musical de la orquesta y del reparto será sin duda un punto fuerte de esta obra. Dos horas y media que pasan volando.
El tema más famoso de esta ópera es el primero de todos, Die Moritat von Mackier Messer


A mí, en su día, en aquellos tiempos en los que el gran Ivá dibujaba las aventuras de "Makinavaja" en "El Jueves", me gustaba una versión de este tema, de los "Tijuana in blue", que recogía el espíritu de los ripios de Bertol Bretch. Pero claro, la música ya es otro rollo.
¡Cagontó!¡Cuánto tiempo ha pasado! Madre mía...