sábado, septiembre 30, 2006

"Clerks II", de Kevin Smith

Kevin Smith strikes back y gana. A mi me ha ganado.
Después de haber abandonado cualquier esperanza con sus películas, me puse a ver esta con todas las precauciones, dispuesto a ver una sucesión de gags excesivos, escatológicos, sin orden ni concierto. Y afortunadamente me equivoqué. Porque los chistes son del mismo tipo, pero mejores, y, sobre todo, hay un orden detrás, un hilo conductor de la historia que le da coherencia. Sobre todo mejora mucho al repetir la pareja protagonista de la primera (Dante y Randal). Los cameos no le hacen ningún favor (Ben Affleck debe ser familia suya) y la parte romántica sigue siendo un poco blandengue. Quede dicho.
Me puedo imaginar que el director daba vueltas en la cama, cada noche, recordando the good old times, cuando hizo "Clerks" y arrasó, y todo era más sencillo. Pobre, desconocido y feliz: esta es la moraleja de esta película.
La treintena suele ser edad de cambios, de tomar decisiones. La edad del pa cuándo. ¿Y vosotros pa cuándo os casáis? ¿Pa cuándo los niños? ¿Y pa cuándo vas a buscarte otro trabajo?
Toda la vida luchando para hacerte un hueco en todas partes: colegio-instituto-universidad-abismo-nada. Consigues que una panda de mindundis como tu, media docena a lo sumo, crean que contigo se lo pasan bien, que merece la pena que compartan su vida contigo, que se ríen de tus gracias estúpidas y tu de las suyas, para que la distancia (cruel) se los lleve. Ay. ¿Qué produce el cambio? ¿La codicia? ¿La innata insatisfacción de la naturaleza humana? Cada generación esta condenada a repetir los errores de la anterior.
Esta película se hace este tipo de preguntas, rodeándolas de mucho cachondeo. Imposible no conectar con ella. Y me he reído, muy raro cuando veo una película americana. Serán mis gracias estúpidas. Las de ellos, claro.

1 comentario:

  1. Es que el humor está difícil de encontrar, con ese fulgor sutil.
    Hay sorna, eso sí y situaciones al filo de lo gracioso...

    por eso no me pierdo las pelas de Woody Allen, en las que con una sola carcajada te sientes gratificado.

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